¿Qué pasaría si un extraterrestre interesado en llevar la democracia a su planeta se nos presentara en el salón y nos preguntara cómo tomamos decisiones colectivas los terrícolas? Seguramente le explicaríamos que, para determinar a nuestros gobernantes, votamos, que para aprobar nuestras leyes, votamos, que para decidir cómo se gasta el dinero público, votamos y que para fijar los impuestos, votamos. Si, de repente, el caballero intergaláctico se parara delante de un mapa del mundo y nos dijera: “Supongo que para cambiar las fronteras que aparecen en este mapa, también votáis, ¿no?”. Nosotros deberíamos responder: “¡No!, las fronteras sólo se pueden cambiar a bofetadas!”
Y es cierto que los cambios en las fronteras, quizás incluso más que las religiones, han sido la excusa que más guerras han motivado a lo largo de la Historia de la Humanidad. Pero también hay excepciones, algunas muy recientes: la desaparición de la URSS motivó el nacimiento –y renacimiento- de varios estados independientes la mayoría sin derramamiento de sangre, Chequia y Eslovaquia se separaron pacíficamente, más recientemente Kosovo se escindió de Serbia –9 años después del conflicto bélico-… y quizás el mejor ejemplo es Quebec, que ha votado en 1980 y 1995 de forma democrática y pacífica si convertirse o no en una nación diferente a Canadá (en la práctica casi lo es). Además, es el ejemplo con más historia ya que Canadá tiene algo más de 200 años mientras que el resto de casos apenas tienen una historia de decenios. Con todo, es Escocia (un antiguo país que fue independiente hasta 1707 que se unió al Reino de Gran Bretaña con la condición de mantener unas leyes y un sistema educativo –entre otras cosas- propios) el caso en el que más nos podemos fijar ya que no sólo va a haber un referéndum el 18 de septiembre de 2014 –convocado tras ganar el partido independentista con mayoría absoluta en las elecciones parlamentarias de 2011- sino sobre todo por lo interesantes que resultan las negociaciones que hay por si sale el sí. Interesantes por supuesto desde un punto de vista económico que es el que nos ocupa aquí.
En estos 11 meses que faltan –y con los sondeos pronosticando una victoria del No- el primer ministro escocés Salmond y el británico Cameron deberán negociar aspectos claves que, caso de no cerrarse con acuerdo, harán peligrar el resultado de la consulta electoral. Veamos algunos de ellos basados en el informe que hace un mes publicó el Instituto de Investigación Económica –teóricamente independiente pero financiado por el gobierno inglés, todo hay que decirlo- NIESR y que convenientemente sólo trata de las consecuencias económicas que tendría la independencia sobre Escocia.
La deuda pública del Reino Unido que le corresponde a Escocia ronda, según ellos, los 150 mil millones de libras mientras Escocia dice que la cifra estaría entre 56 mil y 92 mil millones de libras. Como vemos, la diferencia es importante y según el NIESR colocaría a Escocia con una deuda respecto a su PIB del 86% de su PIB cuando la UE exige un 60% lo que exigiría una política de recortes y ajustes muy dura si quieren entrar (aunque Italia estaba aún peor y la admitieron). El ministro de finanzas escocés ya ha utilizado el argumento de la alta deuda pública del Reino Unido como ejemplo del mal gobierno de Londres en comparación con el escocés y ha acusado al Reino Unido de malgastar el dinero generado por el petróleo del Mar del Norte. Pero más allá de estas polémica políticas, el caso es que el asunto del reparto de la deuda puede enturbiar mucho la relación, sea cual sea el resultado del referéndum.
Escocia considera que la libra esterlina es su moneda también y un activo al que no quiere renunciar por lo que pretende una unión económica. No opta, pues, por unirse a la €zona sino más bien por crear una £zona que incluiría la subordinación al Banco de Inglaterra, es decir, no tener política monetaria propia. El ministro del Tesoro británico Osborne ve “altamente improbable” esto y el informe del NIESR tampoco lo ve con buenos ojos pues recomienda la creación de una nueva moneda. Como vemos, tampoco está nada claro esto.
Otro aspecto muy polémico es el de las consecuencias económicas de la ruptura. Por ejemplo, según el NIESR, la deuda pública que emitiera Escocia a 10 años tendría una prima sobre la de Reino Unido de entre 0.72 y 1.65 puntos, es decir, pagaría cerca de lo que paga España. Esto empeoraría las finanzas públicas y choca con las promesas de los independentistas escoceses que auguran subidas del salario mínimo y bajadas en la factura de la luz, justo lo contrario de lo que augura el NIESR que habla de una década de duros ajustes. Tampoco nadie sabe a ciencia cierta si Londres vetaría el intento de ingreso en la UE de una Escocia independiente o cómo de rápido sería el ingreso incluso sin veto
La volatilidad de los precios del crudo y del gas, el principal activo que tendría el nuevo país, a mi juicio despierta muchas dudas sobre las previsiones económicas que se han hecho pero lo que más resaltaría de todo esto es lo precipitado y a mi juicio absurdo que resulta que se convoque a la gente a votar sin que se conozcan todos los detalles de lo que pasará al día siguiente del voto. Medios de comunicación están colocando esta consulta escocesa como un ejemplo cuando a día de hoy lo que parece es una chapuza. El 26 de noviembre el actual ejecutivo escocés presentará el Libro Blanco de la independencia e imagino que al menos podremos conocer oficialmente la postura de uno de los bandos sobre el día después del referéndum si sale el sí pero de poco servirá sin acuerdo con el gobierno de Londres. Espero que si algún día se convoca a las urnas –sea sólo a los catalanes o a todos los españoles- para preguntarles sobre una posible secesión/independencia – como lo queráis llamar- de Cataluña, antes se hayan discutido todos y cada uno de los detalles porque si no, se votará a ciegas y el conflicto se agravará aún más.
Y mi opinión ya la conocéis: el simple inicio de esas conversaciones creo sería nefasto tanto para la economía de Cataluña como para la de España y si por motivos políticos hay que iniciarlas, deberían retrasarse hasta que España haya salido de la actual crisis porque jugar con fuego nunca es recomendable pero hacerlo cerca de una bombona de gas con escapes, menos aún.
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“Queda usted despedido” es ya la nueva y contradictoria frase de “bienvenida” más utilizada por los responsables de Recursos Humanos de muchas empresas durante la entrevista de trabajo con sus nuevos empleados.
Desde la pasada semana, despedir a un trabajador que ni siquiera ha comenzado su primer día en la empresa es la nueva modalidad contractual que está triunfando entre los patronos de todos los sectores industriales del país. El “burling”, como se conoce a este tipo de relación laboral con los empleados, está perfectamente contemplado en la última reforma llevada a cabo por el Gobierno y permite despedir a un trabajador sin necesidad de que empiece a trabajar. “Es más una modalidad deportiva que una relación laboral en sí”, confiesa el presidente de la CEOE, Juan Rosell.
Por su parte, la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, aclara que el burling no es, como se asegura desde los sindicatos, una macabra burla al trabajador sino “una simple broma de empresarios, sin ninguna maldad”.
Debido a sus especiales características, el burling no proporciona absolutamente ninguna prestación por desempleo, todo lo contrario, pues el trabajador tiene que abonar unos gastos derivados del tiempo utilizado por la empresa para su entrevista. “Yo llevo siempre cincuenta pavos en el bolsillo cuando me llaman de algún sitio, por si acaso”, afirma un parado de larga duración afectado ya por el burling en catorce ocasiones y en solo dos días.
Los sindicatos, indignados, han pedido a la defensora del Pueblo que los gastos del burling corran siempre a cargo de la empresa. “Por el amor de Dios”, han exclamado al unísono Cándido Méndez y Fernandez Toxo.
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Hace poco más de un año muchos políticos y comentaristas acusaban a los “especuladores” de “atacarnos”. Ahora que las bolsas y activos de riesgo se aprecian de manera exponencial nadie los llama “especuladores”. Ahora son inversores de fino olfato atisbando la inminente recuperación, y las bajadas de prima de riesgo y subidas de bolsa nos las apropiamos como éxito propio.
Seamos conscientes de que las rotaciones de activos financieros pueden ser un espejismo a corto plazo. Pero ahora que ese capital está invertido en Europa y en España, merece la pena trabajar para que los que ven oportunidades para invertir en activos financieros las vean también para poner capital a largo plazo en el país.
D. Lacalle
El relato es más o menos como sigue: en Cataluña impera un “pensamiento único” —los más finos hablan de “totalitarismo soft”, o de “espiral del silencio”— bajo cuyos efectos asfixiantes todas las voces que no jalean la independencia han sido excluídas del debate público y de los espacios de opinión, debate y ámbitos que constituyen a día de hoy un monocultivo secesionista.
Esta narrativa no tiene nada de cierta ni de nueva. Para comprobar su absoluta falsedad, basta asomarse cualquier mañana a un quiosco: sobre los nueve diarios generalistas entre los que un lector catalán puede escoger, apenas dos —y no precisamente los de mayor difusión— apuestan de forma clara por el soberanismo; la línea informativa, editorial y de opinión de otros cuatro es de un españolismo integérrimo; y los tres restantes cultivan equilibrios variables, aunque de nítida decantación unionista. No es menor la pluralidad ideológica de una oferta radiofónica y televisiva pública y privada, que incluye, como es natural, los medios de alcance estatal.
Por otra parte, el mito de la “dictadura catalana” es viejo; de hecho, y sólo sustituyendo “independentismo” por “nacionalismo”, se arrastra desde los tiempos de Pujol, aunque ha experimentado últimamente interesantes evoluciones. Patrimonio años atrás de la llamada “Brunete mediática”, del columnismo más recalcitrante, se ha extendido cual mancha de aceite hasta los opinadores de perfil soi-disant progresista, intuyo que como clave explicativa de lo que les parece inexplicable: el crecimiento fulgurante de los catalanes partidarios del divorcio. O están intoxicados y manipulados... o, de lo contrario, la España del PSOE debería hacer una profunda, severa autocrítica. Y, claro, eso siempre da pereza.
En todo caso, la cantilena del “pensamiento único” impuesto a los catalanes ha dado estos días un salto cualitativo: se ha convertido en doctrina del Gobierno Rajoy. Fue conmovedor escuchar al presidente, el otro martes, decir en sede parlamentaria que, en Cataluña, “la gente tiene derecho a escuchar otras verdades diferentes de las oficiales”. Lo dijo como si él fuese un activista de Greenpeace encarcelado por Putin, y no el máximo representante del oficialismo y del poder de coerción del Estado (o sea, nuestro Putin), ni dispusiera de variados instrumentos para hacer llegar el discurso y la voluntad gubernamentales a todos los rincones del territorio español.
Una vez situados en esta dinámica de subversión de la realidad, PP y Gobierno se han adentrado rápidamente por ella. Alicia Sánchez-Camacho y sus correligionarios trataron, en los días previos al 12 de octubre, de infundir a la convocatoria de la plaza de Catalunya una aureola resistencial, de disidencia, casi de salida de la clandestinidad: “Hay que romper el silencio”, “los convocantes no gozan de subvenciones ni de apoyo institucional”, lamentó la de Blanes...
¿No? En todo caso la concentración no fue publicitada mediante octavillas impresas a ciclostil, sino con caros anuncios de prensa a toda página. Ni el encuentro de doña Alicia con representantes de las casas regionales tuvo lugar en ninguna catacumba, sino en un agradable restaurante y ante las cámaras citadas al efecto. En fin, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría tuvo la desfachatez, la víspera del 12-O, de pedir para la concentración barcelonesa “respeto y sensatez”, como si la cita de Som Catalunya, Somos España fuese a tener lugar en la Guinea de Teodoro Obiang.
Desde luego que hubo respeto y sensatez. Por parte de todos. Pero la impostura ha fallado por demasiado inverosímil. Porque no hay en Cataluña ni millones ni cientos de miles de ciudadanos que se sientan oprimidos o maltratados bajo el soberanismo. Porque es muy difícil hacer pasar a Sánchez-Camacho por una perseguida a causa de sus ideas políticas —si acaso, perseguida por los líos de La Camarga—, y al PP catalán por un partido inerme, apenas tolerado, con María de los Llanos de Luna oculta en una buhardilla, dándole a la vietnamita y temiendo la irrupción de los Mossos a detenerla... Se nota mucho que esta gente no tiene ni idea de lo que era la clandestinidad.
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Draghi pidió a UE mantener flexibilidad en normas ayuda estatal a bancos http://dlvr.it/49Nr1x