¿Se imaginan que Rafa Nadal fuera economista o constructor? Quizás, si tuviéramos su espíritu de trabajo, de esfuerzo, de pelear hasta el último suspiro, de no dar nada por perdido, de querer superarse a sí mismo, otro gallo nos cantaría. ¡Nadal! ¿Por qué no aprovechas uno de esos micrófonos que te ponen y explicas que tú te cansas, que cada bola te agota, que dedicas muchas horas a entrenar, que has prescindido de muchos caprichos por hacer muy requetebién tu trabajo?.
Rafa posiblemente sea el deportista más admirado de España, tanto por el buen trabajo que hace como por la humildad que siempre demuestra y en este caso, toda una lección de como reponerse de una crisis, sea la que sea.
Respecto a las crisis económicas, son muy puñeteras ya que en nuestra vida nos tocará vivir varias y seguramente todas con unas causas y soluciones similares. Tendemos a olvidar lo malo y recordar lo bueno (cualquier tiempo pasado fue mejor…) con el riesgo que esto conlleva. Hoy os dejo otras 6 lecciones más aprendidas de la crisis de esas que nos ayudarán a no volver a repetir los errores.
1. Debemos ignorar las previsiones optimistas.
En general debemos ignorar las previsiones, tanto optimistas como pesimistas y especialmente si son las del gobierno. El otro día en Sintetia lo contaban, cito textualmente:
En el siguiente gráfico se muestra una manera muy intuitiva de ilustrar qué institución “da más cerca de la Diana”. Hablamos del periodo 2010-2012 y de estimación promedio del PIB a final de cada ejercicio. En estas condiciones, el resultado es que la entidad que más acertada estuvo en sus predicciones fue La Caixa, seguida del servicio de estudios de la Universidad Autónoma de Madrid (CEPREDE) y del Banco Santander en tercer lugar. En cambio, en último lugar está ¡el propio Gobierno de España! Seguido de cerca en la cola por instituciones públicas internacionales como la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico).
Y lo mismo en las predicciones bursátiles (en su mayoría, optimistas) que vemos en los medios económicas. En general todas las previsiones tienen un interés más allá del informativo, desde el político hasta el económico y generalmente ese interés es incompatible con el tuyo.
2. Los responsables no saben mucho más que tú.
El FMI, la OCDE, los bancos centrales, los gobierrnos… todos se vieron sorprendidos por la crisis financiera, al igual que la mayoría de los inversores y la mayoría de los economistas.
Aun en medio de la mayor burbuja inmobiliaria de la historia de los EE.UU y Europa, no existía consenso entre los economistas acerca de que las viviendas estaban incluso sobrevaloradas. En 2005, en el punto álgido de la burbuja, la mayoría de analistas de Wall Street eran optimistas sobre las acciones inmobiliarias.
Justo antes de la crisis, los estudios de los gestores de dinero profesionales descubrieron que creían que las acciones europeas y de los mercados emergentes eran las mejores inversiones, no les gustaban las estadounidenses y odiaban los bonos. La mejor apuesta debería haber sido justo la contraria. En Europa la situación no era muy distinta y en Mayo de 2009 veíamos los brotes verdes en España.
En este caso, más allá de la intencionalidad de sus declaraciones (como en el caso de las previsiones) se nota la inutilidad de los declarantes.
3. La deuda es peligrosa.
Las tres décadas anteriores a 2008 se produjo un atracón de deuda de los países, que incluía la de los hogares, empresas y el gobierno.
La creencia popular veía estas deudas como algo benigno. El endeudamiento de los hogares estaba bien, según los expertos, ya que permitía a la gente usar sus futuros ingresos en ese momento para adquirir mejores viviendas y consumir.
La deuda financiera también estaba bien, permitía a las empresas «transmitir riesgos» a muchas partes para que el sistema fuera más seguro. Además la inflación era tu aliada y ayudaba a que tus deudas cada vez fuesen menores.
Directamente, no endeudarse era de tontos. Hoy vemos como en los últimos presupuestos generales del estado España gastará lo mismo en los intereses de la deuda que en todos sus ministerios.
La deuda es peligrosa, dentro de unos años lo olvidaremos pero la deuda es peligrosa.
4. Tenemos más aversión al riesgo de lo que creemos.
En general somos conscientes de que una mayor rentabilidad significa un mayor riesgo, pero omitimos esta segunda parte, no estamos preparados para perder y nuestra mente no lo asume a la hora de invertir, sólo vemos la rentabilidad. La rentabilidad nos nubla tanto la vista que incluso nos impide leer las letras pequeñas. Cuando la bolsa se derrumba, la gente vende. Ver tu valor neto reducido a la mitad es muy distinto en la práctica que en la teoría.
Desde septiembre de 2008 a marzo de 2009, a medida que el Dow Jones caía de 11700 a 6500, los inversores de los fondos de inversión retiraron más de 200 mil millones de dólares de acciones, justo en el momento equivocado. El miedo gana a la prudencia.
Ahora vemos la bolsa en buena forma y muchos se sienten tentados a comprar. Antes de hacerlo deberías preguntarte ¿Soportarás una caída del 50%?
5. La sencillez es bonita.
Los seguros de riesgo de crédito se desplomaron. Los fondos de cobertura se derrumbaron. Los derivados complejos estallaron. Las acciones de banca se hundieron o se liquidaron.
Pero las inversiones sencillas salieron bien (o salieron menos mal). Si habías comprado acciones de McDonald’s el día anterior a la caída de Lehman Brothers y las mantenías podías haber obtenido hasta un 80%, con una pequeña volatilidad en el camino. Coca-Cola: 60%. Johnson & Johnson: 50%. Siguiendo el principio de Warren Buffet, hay que invertir en negocios que entiendas y si no entiendes, no inviertas hasta que hayas entendido.
6. El efectivo no es basura.
Esta lección ya la comenté hace dos año, pero creo conveniente recordarla una y mil veces. La creencia popular considera al efectivo como un «dinero muerto», una mala inversión que da resultados escasos. Los inversores prefieren convertirlo en activos más interesantes, para «hacer trabajar a ese dinero», como les gusta decir.
El dinero no tiene que estar trabajando siempre, tiene derecho a descansar, a permanecer seguro pese a ese impuesto invisible que es la inflación.
Esto te permitirá dormir tranquilo y a pescar en río revuelto, a tener el poder de realizar buenas inversiones en medio del pánico. El efectivo no tiene por qué ser “bancolchón” basta con que sea una inversión líquida, que puedas recuperar casi instantáneamente.
¿Que más lecciones habéis sacado vosotros?
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Dos grandes bolas tiene que digerir la economía española antes de ponerse a crecer otra vez como deseamos y necesitamos. La primera es el referido monto de la deuda total. En agosto pasado, las Administraciones Públicas cargaban con un pasivo financiero bruto de 944.682 millones de euros. Por su parte, las empresas no financieras debían 1.079.625 millones (de los cuales, 329.000 al extranjero); y los hogares 806.065. Todo ello suma 2,83 billones de euros, muy por encima de los 1,05 billones que se espera sea el PIB a finales de este año: la deuda total es 2,7 veces nuestro producto anual: eso es mucha deuda. Su plazo medio debe de estar en los 6 a 7 años. Tanto las empresas como las familias están amortizando crédito. El Estado, en cambio, sigue aumentando su deuda, con gritos de triunfo porque le está siendo posible refinanciarse. Todo ello augura una digestión pesada y pocas ganas de ponerse en movimiento exceptuando el esfuerzo de vender en el extranjero, que es lo más consolador de nuestra situación.
La segunda bola es el desempleo. Sin duda ha dejado de crecer y las cifras que esperamos de un día para otro confirmarán esta tendencia. Aunque sea así, mucho tiene que ocurrir para que bajemos de un 25% de paro a cifras por debajo del 10%. La cantidad de paro joven parece estar algo inflada, pues creo que hay muchos parados/estudiantes. Lo verdaderamente preocupante no es el paro, sino la acongojante caída de la población activa, de la que se han retirado por desesperanza. No me preocupa, en cambio, la emigración en busca de empleo en Europa y el mundo entero, lo que la prensa amarilla denuncia como pérdida de capital humano: los españoles jóvenes solían negarse a ir a trabajar fuera y es bueno que se aireen un poco.
Ante estas dos cuestiones, la respuesta del Gobierno ha sido tímida. Al ministro Montoro le gusta subir los impuestos pero no recortar el gasto –la prueba es que el techo del gasto se ha subido respecto del año pasado–. Las Administraciones Públicas deberían saber desendeudarse tanto como las empresas y las familias, trayendo el copago sanitario, la capitalización parcial de las pensiones públicas junto con un más inmediato retraso de la edad de jubilación, además de ahorros más decididos en gastos de personal: ¿Cuánto se han reducido las remuneraciones en el sector privado?
La reforma laboral ha resultado ser insuficiente. Tiene razón el Círculo de Empresarios al señalarlo. Los expedientes de regulación de empleo han caído en manos de una magistratura que muchas veces mira con sospecha los argumentos de la empresa. Los inspectores de trabajo actúan a menudo como si quisieran sustituir a los jefes de personal de las empresas. El Instituto de Estudios Económicos de la CEOE ha subrayado la necesidad de reformar el subsidio de desempleo para desplazar la protección hacia los parados de larga duración. El Gobierno debería atreverse a suspender al menos temporalmente la obligatoriedad del salario mínimo interprofesional.
No quiere esto decir que en algunos ministerios no se hayan notado esfuerzos de reforma, como por ejemplo con los Proyecto de Ley de Educación y de Comercio, en curso de trámite parlamentario. Pero la lectura del proyecto de Presupuestos sugiere que el impulso reformista se ha agotado. La actitud del Gobierno parece ser ahora la de decir “bastante hemos hecho: pasemos el testigo a Mr. Gates”.
Think Tank Civismo
Unas lecciones muy basicas, pero tan ciertas como la vida misma. Ya lo dice el refran, sabe mas el diablo por viejo que por diablo...
Cinco brotes robustos y uno muy seco http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/nodoycredito/2013/10/23/cinco-brotes-robustos-y-uno-muy-seco.html
hay una diferencia notable entre la recuperación actual y la de 2010. Entonces la tasa de ahorro de las familias se había casi duplicado desde el 6,5% del PIB al inicio de la crisis hasta el 12,3% del PIB en diciembre de 2009. Ello constituyó un factor de impulso de la recuperación. Pero la situación ahora es bien diferente. La tasa de ahorro de las familias se ha reducido 5 puntos del PIB desde entonces hasta el 7,3% de junio de 2013. Ello cuestiona que el gasto de las familias pueda ser un factor de sostenibilidad de la recuperación actual. Los factores de soporte deben ser la demanda externa y la inversión.
Cuando comenzó la crisis, la inversión era el 31% del PIB y ahora sólo supone el 18,8%, un nivel mínimo en muchos años. Para que la recuperación sea sostenible es preciso que la inversión recupere un nivel intermedio. Debería aumentar hasta el entorno del 25%, es decir más de 6 puntos del PIB. Como se aprecia en el gráfico, el cierre de la balanza por cuenta corriente se ha debido al desplome de la inversión porque, en contra de lo que suele afirmarse, el ahorro no sólo no ha subido desde el inicio de la crisis sino que incluso se ha reducido en 1,8 puntos. La variación de 10,4 puntos del saldo corriente se ha debido a la caída de la inversión de 12,2 puntos. Ello explica la intensidad de los efectos sobre el empleo de la larga crisis actual.
Pero para que la inversión aumente 6 ó 7 puntos del PIB resulta necesario que el ahorro aumente en la misma magnitud. En caso contrario, la inversión sólo podría aumentar con ahorro externo. Y suponiendo que ello fuera posible, que se accediera a la financiación en los mercados internacionales, implicaría volver a un déficit por cuenta corriente de 6 puntos del PIB.
La conclusión es clara. Para que la recuperación sea sostenible es necesario aumentar el ahorro nacional en al menos 6 puntos del PIB. Lo deben hacer el sector público y las familias. El ahorro público sigue en cifras negativas, es decir el gasto corriente supera a los ingresos en al menos 4,6 puntos del PIB. Ello cuestiona el proceso de consolidación fiscal. El ahorro público debe aumentar reduciendo el gasto corriente. Y ello debería ser compatible con la reversión de las subidas impositivas para permitir la recuperación del ahorro de las familias. Sin ahorro no habrá inversión ni recuperación sostenible.
David Taguas. Director del Instituto de Macroeconomía y Finanzas. Universidad Camilo José Cela
El BCE iniciará una evaluación detallada del balance de los bancos en noviembre http://dlvr.it/4BdBG4
Agenda del dia http://dlvr.it/4Bcvc6
Ciudadanos: no ridiculicemos los brotes verdes, no racaneemos contra nosotros mismos. El fin de la recesión, aunque sea por una solitaria décima, es una buena noticia. Más que por sí misma, porque tocar fondo (en PIB; iremos viendo en las demás variables) y subir algo aunque sea desde mucho menos de cero es requisito indispensable: para que luego la economía crezca de verdad, se relance y al cabo se recupere de los precipicios en que todavía chapoteará durante tiempo. Sin pasar por el cero no se sube nunca al uno.
Ministros: no os emborrachéis ni nos mareéis, que salir de la recesión (romper la caída del PIB consecutiva de al menos dos trimestres, y llevábamos nueve) no es superar la crisis, como propaga el siempre estupendo Cristóbal Montoro. Porque el 0,1% es estancamiento, el consumo interno está parado, el paro nos consume.
Economistas: analizad la debilidad de la trasrecesión, la vulnerabilidad de los actuales brotes verdes, mirando al pasado inmediato: para ser prudentes. Pese a que aún resuenan ciertas carcajadas inmisericordes, hubo una anterior ronda de auténticos brotes verdes. Era bajo Zapatero, aunque moleste. Entre el segundo trimestre de 2010 y el segundo de 2011, la economía creció no una, sino más de seis décimas, y el PIB se encaramó a un 0,6% positivo. ¿Qué ocurrió? El 11 de marzo de 2011 explosionó Fukushima y se multiplicó la incertidumbre. El 19 de marzo Occidente bombardeó Libia y el petróleo se disparó. El 7 de abril, Portugal pidió el rescate. Y la Unión Europea se precipitó, con la segunda crisis griega, hacia el abismo del miedo a la ruptura del euro.
Los brotes verdes españoles se secaron de súbito. Y nos sumimos en una segunda ronda de la Gran Recesión. Hasta hoy. Si el enfermo deja la fiebre, pero sigue débil, cualquier corriente lo devuelve a la UVI.
¿Hay riesgo de marcha atrás? Lo hay. Pero menos que entonces. Veamos por qué vamos algo menos peor. Internamente, se ha realizado una gran devaluación interna desde mayo de 2010, con dos Gobiernos de signo opuesto al frente. El sacrificio social (paro) y económico (mortalidad empresarial) ha sido brutal. Junto a las alzas impositivas, el adelgazamiento, y los recortes de las Administraciones (autonómica y municipal, mucho menos la central) han deprimido la actividad, pero también han generado mayor competitividad. Los costes laborales unitarios se han reducido a la brava (vía desempleo) recuperando niveles europeos comparables de antes del aznarato. Faltará ahora evitar la servidumbre de la gleba y añadir tecnología y organización para mejorar esa competitividad recobrada. Pero hay mucho hecho, incluida alguna reforma (muchas van siendo a peor) como la financiera, eficaz también gracias al aval y tutela de Bruselas; y la activación de un único motor, el exportador (ya un tercio del PIB). Aunque los sacrificios han sido demasiado desiguales. En dolor.
Quizá más decisivo que el esfuerzo interno haya sido el factor europeo: la debacle de la eurozona y de España empezó a sortearse cuando el presidente del BCE, Jean Claude-Trichet, le espetó a Angela Merkel en la cancillería, el 21 de julio de 2011: “Le digo que ha gestionado fatal la crisis”, y la indujo a dar el segundo rescate a Grecia, como narra Arnaud Leparmentier (“Ces fraçais, fossoyeurs de l'euro”, Plon, 2013). Y Fráncfort compró deuda española en el mercado secundario.
Las inyecciones masivas de liquidez a la banca lanzadas por su sucesor Mario Draghi en diciembre de 2011 y febrero de 2012, hasta un billón de euros, que tanto molestaron al Bundesbank; su anuncio del programa OMT para comprar cuanta deuda pública conviniese, impugnado ante el Tribunal Constitucional por el mismo Buba; las garantías de Draghi, Merkel y demás, de que el euro no caería; y el rescate de los europeos a la banca española por 40.000 millones largos de euros (los usados, de 100.000 prestados) hicieron el resto. No hizo falta un rescate-país, en buena medida porque la UE ya se había rescatado con todo ello a sí misma y a sus socios.
¿Qué esfuerzos adicionales tocan ahora para convertir este respiro decimal en relanzamiento verdadero? Internamente, habría que volver a la economía real, a la financiación de las empresas, a la política industrial, a los consensos básicos: todo eso de lo que apenas se discute.
En cuanto al vecindario, atención a Alemania. Nuestro Gobierno debiera apoyar que el pacto de gran coalición cristianodemócrata/socialdemócrata (CDU-CSU/SPD) en ciernes incorpore el mayor número posible de los 10 mandamientos propuestos por los socialdemócratas.
Así, el aumento del gasto en infraestructuras domésticas que repare la cutrería de autovías y canales fluviales; la implantación de un salario mínimo de 8,5 euros hora que corrija al menos en parte la devaluación salarial de la Agenda 2010 de Gerhard Schröder y sobre todo, la semiesclavitud de algunos minijobs; y una nueva agenda para el crecimiento europeo: todo ello revierte en más consumo. Es estímulo de la demanda. Es más crecimiento. Es engrasar la máquina de la economía, también la europea, y de los países socios exportadores, como este de aquí abajo.
Pequeños cambios como esos —ninguno de los actores parece postular un vuelco absoluto— pueden abrir bastante margen a la política económica e inducir efectos notables. Al menos, el de matizar, suavizar o acotar la monolítica obsesión de la austeridad. Pero claro, siempre que no se trate de cuantías meramente simbólicas. Lo último que se pierde es la esperanza
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Flash España: Balanza comercial de agosto 2013
El déficit de la balanza comercial acumulado a 12 meses de agosto ascendió a 15,7 mil millones de euros, reduciéndose en 1,3 miles de millones respecto al acumulado del mes anterior.