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Cosas que no han cambiado en 100 años

lettersLetters to my Broker es un libro de 1919 (y del que acaban de sacar una nueva versión) que relataba, en forma de comedia, las peripecias de un inversor en Wall Street. El protagonista era Joe, un tipo con bastante dinero pero que no sabía muy bien que hacer con él lo que le lleva a realizar inversiones bastante malas, aconsejado por quien no debía.

Veamos que cosas no han cambiado en estos casi 100 años y que seguramente nunca cambien.

La psicología del inversor no cambia.

Antes compraban acciones a grito pelado y ahora se hace cómodamente desde un móvil, pero el resto es igual que hace 100 años. Siguen las mismas nociones básicas y los mismo impulsos emocionales que pasan de un pánico bajista a un rallly alcista en cuestión de minutos.  Olvidémonos de la televisión, de internet, de la radio, estas tecnologías no han cambiado (pero si acelerado) nuestra forma de comportarnos en la bolsa lo más mínimo.

Esto significa que el ciclo de prosperidad, burbuja, estallido y volver a repetir no cambia. Así que, para conocer el futuro, basta mirar al pasado y echar un vistazo, porque tendremos el mismo resultado, pero un poco más borroso.

….incluso el tipo de empresas no cambia.

Se podría pensar que al menos las empresas serían radicalmente diferentes. Pero no, había empresas tecnológicas descontroladas en 1919, no había chips de silicio a la vista, pero estaban Ford y General Motors

También había enormes empresas mineras, hoy son petroleras y siempre ha habido un “Apple”  para todas las generaciones.


Los aduladores adularán.

En 1919 a Joe le perdía la última subida vertiginosa de una acción. Las acciones que suben como un cohete despiertan una fascinación especial, el problema es que cuando caen lo hacen a plomo.

Los aduladores son un mal comun en todas las bolsas y todas épocas. No solo merodean por los prestigiosos medios económicos o como simples Community Managers por internet, están en todas partes. La promoción de acciones es tan vieja como las propias acciones, y la técnica era tan efectiva cuando se hacía boca a boca como ahora a través del correo basura o los foros.

Los desprestigiadores criticarán.

La otra cara de la promoción es el «desprestigio», el acto de difundir información, cierta o no, para que el valor de una acción baje.

Los vendedores a corto que difunden cotilleos negativos no son una nueva forma de arte. Los desprestigiadores de acciones, imaginarios o no, han estado golpeando las reputaciones tanto como los aduladores contando las bondades de las acciones a los cuatro vientos.

Al igual que un inversor tiene que ser capaz de dejar a un lado las alabanzas sobre una acción, también debería tratar los comentarios negativos con gran escepticismo. Lamentablemento los analisis exhaustivos son escasos y son los aduladores y desprestigiadores los que cuentan con toda la atención del mercado ya que más que de números, tiran de titulares.

La volatilidad es persuasiva pero no es buena para la salud.

Los especuladores, adoran la volatilidad, pero la volatilidad es lo que los inversores sensatos deberían evitar. La volatilidad es un tipo de inestabilidad que desprende peligro. Del mismo modo que los especuladores se sienten atraídos por riesgos excesivos desde los albores del capitalismo, los inversores sensatos deberían dirigirse a otro lado. Los inversores a lo largo del tiempo se han sentido atraídos y les atrae de manera natural a jugar juegos muy arriesgados y nada parece disuadirlos.

La mayoría de la gente que participa en el mercado lo hace con el sueño de hacerse rico rápidamente. Aunque esta ha sido siempre la receta para hacerse pobre rápidamente. La mayoría de los ahorradores consideran la bolsa demasiado arriesgada para sus ahorros y tienen razón. Sin embargo, no es el mercado lo que convierte a la inversión en arriesgada, sino la actitud de la gente que quiere jugar un juego muy arriesgado que desvía la atención de las inversiones en acciones con bajo riesgo.

Lo que nos enseñan los libros sobre inversión del pasado es que nada ha cambiado o cambiará el comportamiento de la gente. Todo se mueve por miedo y ambición, y ya está. Tenemos la suerte o la desgracia de disfrutar y sufrir más bonanzas y fracasos en el futuro así como estudiar las del pasado. Tenemos muchas lecciones, lo que pasa es que las olvidamos. Es algo que estoy notando últimamente, queremos que se acabe la crisis para cometer los mismos errores que nos llevó a ella… y han pasado sólo 5 años.

Carlos Lopez

Redactor de Euribor.com.es. Escribiendo desde el 2006 sobre el Euribor, economía, finanzas, bolsa, hipotecas y ahorro

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  • "En 2007, el prestigioso escritor de la posguerra europea Walter Laqueur publicó "The Last Days of Europe", un lúcido estudio sobre las causas de la decadencia europea. El libro no ha sido publicado todavía en España, donde la corrupción política se impone.
    Laqueur trata de dar respuesta a la cuestión de qué ocurre en una sociedad cuando bajos índices de natalidad sostenidos, envejecimiento, se juntan con una inmigración incontrolada.
     
    El autor cree que Europa, dada su debilidad, jugará, en el futuro, un modesto papel en los asuntos mundiales, a la vez que muestra su certeza de que será algo más que un museo de pasadas gestas culturales, para el solaz de turistas asiáticos.
     
    Por supuesto que España no se escapa de su agudo análisis y deja constancia de su rol en el "landslide" europeo.
     
    El contexto sociocultural que expone Laqueur, es motivo para reflexionar sobre las singularidades que aquejan a España y que no comparte con ningún otro país de Europa, lo que hace de su situación algo particularmente grave:
    - En España, a los 30 años de aprobarse una constitución democrática, el modelo de estado sigue sin cerrarse, lo que se ha traducido en una dinámica de descomposición. En un arrebato de originalidad se puso en práctica un modelo excepcional en el constitucionalismo comparado: se inventó el "estado de las autonomías".
    Su materialización ha consistido en ir desposeyendo, paulatinamente y sin pausa al Estado de sus competencias, creando a la vez fronteras interiores basadas en exclusivismos artificiales y en diferentes niveles de bienestar.
    - España es el único país de Europa con un terrorismo propio, de carácter secesionista, donde sus miembros y simpatizantes están en las instituciones del estado y reciben ayuda de los presupuestos públicos.
    - En España, se relativiza, o se niega el concepto de nación, impulsado por un "status" de idiosincrasia política que permite la puesta en manos de exiguas minorías independentistas, resortes políticos que cualquier estado con un mínimo sentido de la supervivencia no osaría considerar, ni tan siquiera en tono de broma, su transferencia a las regiones. Ejemplo: la educación.
    - Y, sobre todo, existe un hecho de enorme importancia social: el pueblo español cree que vive en una democracia consolidada.
    Las "élites" políticas españolas trasmitieron al pueblo que se había terminado con éxito la "transición política" y que todos se habían convertido en "demócratas de toda la vida". Se había conseguido un hecho espectacular, lo que otras naciones habían tardado siglos en alcanzar, España lo había conseguido en una década prodigiosa.
     
    Se instaló en la opinión pública la certeza que era madura y estaba bien informada, que había una clase política experta y con sentido de estado, que funcionaba la separación de poderes y actuaba como la fortaleza de la democracia, dado el vigor y prestigio de sus instituciones. Todo era una falacia.
     
    Un largo periodo de crecimiento económico y bienestar material enmascaró durante años la metástasis que corroía el cuerpo nacional.
     
    El fin de los sueños se produjo el 11 de marzo de 2004. Un ataque, posiblemente por parte de un actor no estatal, en forma de acción terrorista, iba a poner de manifiesto la enfermedad terminal que aquejaba a España.
    La sociedad lo encajó como un "atentado", un hecho al que estaba acostumbrada por las innumerables acciones de ETA y que tenía su liturgia particular.
    Empieza con el estupor e indignación, sigue con las condenas, las manos blancas a continuación y, después, el olvido, hasta el siguiente golpe.
    Pero esta vez, el ataque era de carácter "apocalíptico", no era "selectivo" como los anteriores.
    Tenía un objetivo claro, destruir España como actor estratégico.
    Los casi doscientos muertos y los cientos de heridos, efecto material del ataque, sólo eran el catalizador para alcanzar los efectos estratégicos, los terroristas habían finalizado su trabajo.
    Los creadores de opinión pública y la puesta en práctica de una política diferente se encargarían de materializar esos efectos. El pueblo español se encogió.
     
    No había sido casual que España fuese elegida como blanco. La debilidad de sus instituciones y la vulnerabilidad de su opinión pública, la hacían pieza adecuada para asestar un duro golpe al mundo occidental, suprimiendo a uno de sus peones.
     
    A partir del 11 de marzo de 2004, España desapareció como actor estratégico y se volvió hacia si misma, como había hecho en los dos siglos anteriores.
    Una ola de "catetismo" invadió el país. La fabricación de "diferencias" entre regiones se acentuó, "la España plural", a la vez que la Constitución se adaptaba convenientemente a las circunstancias.
    Se apeló a la "memoria histórica", como si de la Guerra Civil al postmodernismo de principios del siglo XXI no hubiese ocurrido nada, y se articuló una política de "ampliación de derechos" que no era más que ingeniería social, al más puro estilo orwelliano.
    El 11 de marzo de 2004 se convirtió en fecha incómoda. La sociedad española no consideró la acción terrorista un ataque a su integridad, sólo una retribución por una errónea política exterior.
    Cualquier estado moderno que sufriese una agresión semejante habría empleado los resortes adecuados para conocer quien promovió el ataque y a quien beneficiaba, en el ámbito internacional, para actuar en consecuencia.
    Pero a una sociedad que se le había inoculado el "no a la guerra", no podía concebir que alguien emplease la violencia organizada para alcanzar fines políticos. La solución fue aplicar el procedimiento penal, aunque era, a todas luces, insuficiente.
    La "verdad judicial" aclararía el hecho. Hoy se conoce dicha verdad, pero poco se sabe de quien ordenó el ataque y a quien benefició en el ámbito internacional. La opinión pública, dirigida por su clase política y por los medios de comunicación, olvida.
    Como señala Laqueur, Europa esta enferma. El bajo nivel de natalidad y una inmigración descontrolada, es un cóctel letal para el ser europeo y para cualquier sociedad. España sufre esa enfermedad y, además, su propia deriva centrífuga, que puede acelerarse al ampliarse las desigualdades sociales por la crisis económica.
    Su sociedad está enferma y su mediocre clase política es incapaz de encontrar el tratamiento adecuado ya que, sin excepciones, se embarca en una huida hacia delante, alabando el "estado de las autonomías" y evitando las referencias éticas.
    Si no se reacciona, todo hace indicar que "The last days of Spain" precederán a los del resto de Europa."
     
    (Trascripción literal)

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  • ¿Cuánto siguen ganando cada uno de los miembros de los Beatles? http://dlvr.it/4DD9Sy

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  • Una mañana, al estar admirando su cuerpo frente al espejo,un Hombre Joven notó que había logrado un bonito bronceado por todo su cuerpo... menos en el pene.
    Así que decidió hacer algo para remediarlo..... Fue a la playa, se desnudó, se enterró completamente en la arena, exceptuando el miembro para que pudiera broncearse con el sol.
    Un rato más tarde, pasan dos señoras mayores.... una de ellas se apoyaba en un bastón para caminar mejor.
    De pronto ve 'eso' emergiendo de la arena......
    La del bastón empieza a tocarlo con el mismo.
    Entonces le dice a su amiga: -
    ¡ Realmente este mundo no es justo!!
    - ¿ qué quieres decir ? - inquirió su amiga
    - Cuando tenía 20 años, estaba curiosa por verlo.
    - Cuando tenía 30 años,. lo disfruté.
    - Cuando tenía 40 años, lo perdí.
    - Cuando tuve 50 años, pedí por él.
    - Cuando tuve 60 años, rogué por él.
    - Cuando tuve 70 años, se me olvidó que existía
    - Y ....ahora que tengo 80
    CRECEN SILVESTRES.... Y.....NO ME PUEDO AGACHAR !!!!!!

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