Bitcoin, dinero real y convención social

Maravilloso y temible es el dinero, entelequia o bien físico que inspira los peores instintos humanos y los versos de  poetas como Quevedo:

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Poesía reveladora, que evoca el poder que el dinero otorga a su poseedor. Sin embargo, al pensar en el dinero, además de constatar lo poco que tengo, me viene a la mente un fragmento de la obra de Calderón de la Barca. Dice Segismundo, encerrado en la torre, en su célebre monólogo:

¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

La base con la que trabajamos los economistas, la moneda, divisa, dinero, es un concepto que pocos entienden en profundidad. Dado que los recursos son escasos, sean de bienes, de servicios e incluso el tiempo mismo, los economistas utilizamos el dinero para valorar y proponer el reparto óptimo, según los parámetros utilizados. Si bien, quede bien claro, el que decide finalmente la gestión de los recursos es la sociedad (los políticos, en la democracia defectuosa que tenemos hoy en día). Los economistas podemos proponer, pero los políticos disponen.

El dinero legal, el que todos conocemos y usamos, los euros que algunos aún mantienen en sus bolsillos, está controlado por los Bancos Centrales, que deciden, en pugna constante entre sí, el valor del dinero en el país y su contrapartida en las demás divisas mundiales. Papeles de colores, bits de información, que el común de los mortales considera reservas de valor que, además, puede intercambiar con otros, a cambio de bienes y servicios. No deja de ser admirable e inquietante, la naturaleza del dinero de curso legal.

El Bitcoin es una moneda digital, un protocolo y un software, que nace y crece al margen del control de ningún banco central. Entender su naturaleza tecnológica escapa de mi conocimiento; por ello, antes de invertir en este tipo de activo, además de economía, hay que saber de tecnología. Al menos sería lo ideal, si bien no dudo que muchos han invertido en otro tipo de activos, por ejemplo fondos de inversión, sin saber muy bien que es lo que era. Error fatal, invertir en lo que no se conoce; por otra parte, hay que diversificar. Dos reglas sencillas, conocer el activo y diversificar, muy aplicables a la inversión o especulación en Bitcoins. Si no lo tienes en cuenta, puedes hacerte rico, sí. Pero arruinarte no sería un escenario improbable.

El Bitcoin está cogiendo mucha fuerza en países muy variados; en Argentina, por ejemplo, se está abriendo camino de forma muy importante por dos razones básicas: permite evitar el efecto inflacionario de la irresponsabilidad monetaria de sus gobernantes, por una parte, además de por la facilidad que proporciona de movilizar capitales fuera de sus fronteras. Ventajas, que no deben impedir estudiar sus riesgos, o sino que se lo digan a los que compraron hace días alguno de los 12 millones de bitcoins (hay un límite futuro fijo cercano a los 21 millones) a más de 900 dólares, para horas después caer a unos 500.

Para obtener bitcoins puedes canjearlos por monedas de curso legal, en Vancouver hasta en un cajero automático, o bien hacerte minero (bucea en su Wiki para aprender de éste y muchos otros conceptos relacionados con la etérea moneda), aportando capacidad de procesamiento a cambio de bitcoins nuevos.

¿Cumple esta moneda digital con las funciones que cualquier bien, material o inmaterial, requiere para ser utilizado como dinero?

Es un bien escaso; hay un ritmo de crecimiento de su número impredecible pero controlado, con un límite máximo. Por tanto, este punto lo cumple adecuadamente.

Tiene que ser duradero en el tiempo; de momento estamos ante una moneda experimental de corto recorrido (su andadura comenzó en 2009 de la mano del enigmático Satoshi Nakamoto, persona o institución, nadie lo sabe). Esperemos que este Nakamoto no acabe siendo como el arquitecto de Matrix que, con el argumento de la libertad monetaria, nos acabe controlando, introduciendo en la ecuación no balanceada del sistema una importante medida de control.

Ser homogénea y divisible; el espíritu informático sin duda cumple perfectamente estos requerimientos.

Fácil de transportar y almacenar; el bitcoin, desde luego, es la moneda perfecta en este punto concreto. Basta un monedero virtual, en línea o mejor en un USB a buen recaudo.

Ha de ser difícil de falsificar. Nos dicen los expertos en criptografía que así es. Pero como apenas llego a entender el nombre de esta disciplina, prefiero que os lo cuenten amigos y expertos de este mundo de la tecnología, como Alcides Ramos.

Y, fundamentalmente, ha de gozar de la confianza de sus usuarios. De momento, desde luego, este requerimiento de convención social parece que se está imponiendo. Puede ser que para crear una burbuja, puede ser que para crear el futuro del dinero mundial.

Un experimento genial, una locura tecnológica pasajera, ¿quién sabe? Desde luego, un nuevo dinero fuera del control de los bancos centrales, que no de los tributos, que hay que pagarlos.

Y no lo olvides nunca, esta moneda digital es un activo de riesgo, mucho riesgo. No ahorres en esta moneda, advertido estás.