Sacyr ya ha presentado ante todo el mundo la verdadera “Marca España” que en nuestro país hemos disfrutado durante muchos años: obras que se licitan a precios altamente competitivos, lo que hace que se consiga la adjudicación, y que a mitad de construcción amenazan con la paralización por falta de presupuesto debido a costes inesperados y a circunstancias en ningún momento achacables a la empresa adjudicataria, por supuesto. Así, atrapados todos en la rueda de obras a mitad, cantidades enormes ya pagadas y compromisos adquiridos, se decide hacer frentes a estos costes y terminar la obra como sea. Aún se puede dar gracias si termina todo ahí y la obra reúne los servicios y la calidad pactados, que también aquí en España conocemos sonados casos de obras que salieron más caras de lo presupuestado y luego adolecían de importantes defectos estructurales que, en algunos casos recomiendan hasta su derribo.
Como ejemplo de esto último tenemos a nuestro arquitecto más internacional, al que como la justicia dictamine en su contra en todos frentes que tiene abiertos, sólo le quedarán las piezas del LEGO para dar salida a su creatividad.
Esto, que ahora nos sonroja y nos preocupa por la mala imagen que nos da internacionalmente, es lo que hemos venido padeciendo en toda España en los últimos años. La adjudicación de obra pública por un precio, los sobrecostes a mitad de la construcción y los defectos de la obra flagrantes al término de la misma. Hospitales con cimientos defectuosos, que hay que reforzar urgentemente, como el de Vigo. Instalaciones deportivas que no cumplen con las condiciones adecuadas para la competición, que doblan el presupuesto original y que arrastran al juzgado a un buen número de políticos, como el Palma Arena. Líneas de metro que disparan su presupuesto inicial y que al final sólo llegan a inaugurarse parcialmente, como la línea 9 en Barcelona… la lista es interminable, como interminables son también los vínculos de estas empresas con la corrupción política en la mayoría de estos casos.
Lo distinto es que la constructora está en un proyecto de gran calado internacional, con lo que todos los ojos están sobre ella. De momento, su cotización en bolsa se está desplomando (ya se verá si arrastra a Repsol) y muy bien tiene que acabar todo para que pueda volver a optar a algún compromiso internacional. Los 1.600 millones de dólares en sobrecostes en un presupuesto de 3.118 son demasiado abultados, sobre todo cuando optó a la licitación 1.000 millones por debajo de su más directa competidora y 300 por debajo del importe base de licitación, lo que da a entender un grave error de cálculo en la propuesta o una maniobra calculada. La sensación es de que Sacyr fue a reventar la subasta esperando luego acogerse al sistema de modificados al alza, recogido en el artículo 202 de la Ley de Contratos del Sector Publico, del que tanto se ha abusado en España, ya que las constructoras españolas son expertas en sacar adelante proyectos deficitarios donde los modificados son precisamente el beneficio de la operación.
Este artículo, aunque ya en el punto de mira de la legislación europea, permite a la empresa adjudicataria justificar hasta un incremento de un 50% los costes originales del proyecto debido a costes excepcionales e imprevistos. Y, aunque el pliego de condiciones de la adjudicación de las obras del canal eliminaba expresamente la opción del sistema de modificados, cabe pensar que Sacyr ha decidido jugarse el órdago; porque es eso o admitir que el plan que presentaron no era viable económicamente desde un principio.
O quizás sea que los técnicos de Sacyr pensaron que como en el canal se navega en sentido contrario a la ubicación de los océanos, las leyes de la economía rigen también del revés: la ruina es riqueza y los compromisos adquiridos no valen para nada.
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Respecto a Sacyr, typical spanish no..............lo que era norma común en la administración pública española.
Luis de Rivero...........ustedes dirán.........
Los bancos chinos comienzan a mirar al mercado global de bonos http://dlvr.it/4d9lNm
El BCE ha reducido las tasas de interés a un mínimo histórico, ha inyectado liquidez adicional en el sistema bancario y ha anunciado un nuevo programa de compras de bonos gubernamentales. Sin embargo, hasta el momento, las medidas no han logrado desbloquear el crédito en la economía real dlvr.it/4dBmg0
Grecia critica intervención tardía y enérgica de la troika en su crisis http://dlvr.it/4f9kRD
Cuando las medidas de austeridad tomadas por el Gobierno llevan a una “devaluación interna” que castiga sobre todo a las rentas más bajas, retrasando además la recuperación del consumo interno, esencial para el crecimiento; cuando la factura eléctrica resulta insoportable para muchas familias pero no se puede subvencionar porque peligraría la cifra del déficit, la misma razón por la que hay que reducir o liquidar las ayudas a Cultura, Investigación o Educación y, sin embargo, las obras del AVE a Galicia no se pueden interrumpir; cuando se congela el salario mínimo pero no se reduce el gasto corriente de las Administraciones públicas, habrá que preguntar: ¿qué valores éticos, políticos, económicos o estéticos se han sopesado? Sería curioso conocer cuáles han sido los criterios debatidos para mejorar la seguridad pública según propuesta del ministro del Interior o la reforma de la ley de educación o cuáles se barajaron en una, supuestamente, “amplia” discusión que, según nos han dicho, precedió a la publicación de este impresentable proyecto de reforma de la legislación del aborto que ha merecido el aplauso de la extrema derecha francesa de Le Pen. Brillante trabajo, culminación de este año 2013, un año para olvidar en el que la clamorosa incompetencia de nuestra derecha política junto a la exhibición sin tapujos de sus reflejos más reaccionarios obliga a suponer que aquí hay algo que falla a nivel muy básico.
Para mí, al final, se trata tan solo de pensar. Pensar, en el sentido socrático, es decir, ser capaz de reflexionar y hacer juicios de valor. Si nuestros políticos reflexionaran con un mínimo de prudencia ellos mismos se darían cuenta. Pero nunca aprendieron que “una vida sin examen no merece la pena ser vivida” y olvidar a Sócrates suele tener deplorables consecuencias. Fueron educados en el canon eclesiástico, según el cual pensar está prohibido y los librepensadores van todos al infierno. Seguramente, nuestros actuales gobernantes figuraron entre los primeros de la clase y así les luce el pelo. La contrapartida es el drástico recorte de pelo en los ingresos, las oportunidades y las libertades de los ciudadanos. Y digo ciudadanos, porque ciudadanas no hay. Los que se disponen a aprobar esa ley del aborto, caiga quien caiga, no consideran que las mujeres tengan capacidad para tomar decisiones por sí mismas. Necesitan, obviamente, ser protegidas, como seres inferiores que son y más en asuntos graves como este del aborto. Aquí se requiere la autorización de dos médicos y mejor tres, también un psiquiatra. Por supuesto, a la cárcel no van a ir, faltaría más. Los únicos que en este régimen irán a la cárcel son los hombres, titulares plenos de derechos y obligaciones. El ministro de Justicia lo ha explicado muy bien, pues además de destacado jurista es excelente pedagogo. También ha dicho que es hora de quitar a la izquierda la bandera de la moralidad y no es extraño que lo diga. La Iglesia conservadora y el Opus Dei no pueden perder esta oportunidad de recobrar las enseñanzas de San Pablo, cuya doctrina sobre las limitaciones de la mujer y la necesidad de proteger al cristiano de sus asechanzas diabólicas mediante su sumisión absoluta es, seguramente, el asunto más importante para los ideólogos religiosos del Gobierno. También es el más peliagudo que tendrá que afrontar, tarde o temprano, el papa Francisco: la liberación de la mujer, su equiparación con el hombre en el seno de la Iglesia como la ha alcanzado en todo el Occidente. Si no consigue eso quedarán devaluados sus esfuerzos por la redención de los más necesitados. Y no lo va a tener fácil.
Por eso, lo de dejar atrás el miedo, como también nos exhorta a hacer Rajoy en el nuevo año, se presenta problemático. Si la derecha política gana la partida aquí es como si en América se impusiera un partido republicano dominado por el Tea Party, los herederos del Ku Klux Klan. Algo parecido a un poder integrista religioso, pero en América, y allí funcionan muchos contrapesos. Aquí sería distinto: sería para dar miedo.
Jaime Botín es alumno de la Escuela de Filosofía. Fue presidente de Bankinter entre 1986 y 2002
Despedida de Bernanke: Obama tiene que trabajar sobre el déficit fiscal http://dlvr.it/4dYKdD
Qué fácil es juzgar sin conocer:
Los constructores no son simpáticos para la opinión pública. Ésta percibe la desproporcionada influencia que han tenido en decisiones gubernamentales. La inversión en infraestructuras inútiles -varios segmentos del AVE, aeropuertos zombis o autopistas vacías- figura en el cálculo mental de los ciudadanos. Y el compadreo de los palcos, viajes y donativos. Pero ante la autoflagelación y la utilidad que encuentran en ella los intereses de otras multinacionales hay que recordar que en otros sitios también cuecen habas: el aeropuerto de Berlín-Schönefeld iba a costar 2.800 millones y ya va por 4.300 millones, la estación de Sttutgart se presupuestó en 2.500 millones y costó 5.600 millones, el túnel del Canal de la Mancha se planificó por unos 9.000 millones y costó 16.000 millones.
Medir la actuación de Sacyr en Panamá por este único rasero es mezquino porque contamina el prestigio de la ingeniería y de nuestras multinacionales. Se instala la visión de que proponemos soluciones temerarias, sin discriminar si el riesgo está en la propuesta financiera, en la técnica o en la gestión.
¿Por qué el consorcio de Sacyr pudo ofrecer un precio que estaba más de mil millones por debajo de Bechtel y a 363 millones del coste calculado por la Autoridad del Canal (ACP)? Primero, Sacyr y sus socios de Impregilo y Jan de Nul eran conscientes de que el Canal era una obra emblemática. Para Sacyr, este logro suponía consolidarse como competidor global en un momento en que estaba dándole la vuelta a su cartera de obras, maximizando su carga de trabajo en el exterior. Por eso se apostó por un precio bajo, pero que dejaba beneficios. Su único riesgo era que si había imprevistos se podían generar tensiones financieras si no se actuaba rápido que parece ser lo que ha ocurrido.
Pero lo que hizo imbatible la oferta del consorcio de Sacyr fue una solución de ingeniería que mejoraba los planes panameños. Con su planteamiento, la ampliación permitirá que pasen cada día 2,7 barcos postpanamax (naves que por sus dimensiones hoy no pueden atravesar) más que lo calculado por la ACP. Tomado por el precio estándar del peaje (unos 80.000 dólares), la ACP puede recaudar casi 80 millones de dólares adicionales al año.
La solución fue contrastada por MWH de Chicago, una de las más grandes compañías de hidráulica del mundo, y se ensayó en un modelo a escala en la Universidad de Pasadena. La confirmación de su viabilidad hizo que la oferta del consorcio que encabezaba Luis del Rivero fuera inmejorable. En ese momento, la norteamericana Bechtel, que creía tener el contrato asegurado, y Mitsubishi -Japón ofrecía financiar la mitad de la inversión-, comenzaron a mover sus influencias políticas sin disimulo. Resuelto el concurso, algunos directivos españoles ayudaron a abonar la tesis de que la oferta era temeraria.
En estos momentos, ingenieros españoles están abordando otro desafío de gran envergadura: el AVE que va a La Meca. La arena del desierto ha planteado unos problemas que estos trenes no han tenido en Europa. Las dunas se mueven y la arena se cuela por todas partes. Seguro que hallarán una solución óptima, pero también tendrá un coste.
johnmuller.es
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