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No olvidemos Terra

terraLos más jóvenes lectores quizás no recuerden el caso de Terra. Fue una filial de internet de Telefónica creada tras la compra de Olé -el primer buscador en castellano, curiosamente creado por un organismo público catalán- y que sacó a bolsa a finales del siglo pasado aprovechando el boom global de las “.com”. La salida batió todos los récords: el primer día de peticiones la demanda de acciones ya superaba en 77 veces a la oferta (incluso el tramo institucional superaba en 30 veces a la oferta) lo que obligó a Telefónica a cerrar antes de tiempo el periodo de subscripción. La decisión salomónica para la adjudicación fue aumentar levemente el número de acciones a emitir y asignar un prorrateo muy polémico que favorecía a aquellos inversores que habían realizado su petición el primer día y cuyo nombre de pila empezase por las letras “r, s, t, u, v, w, x, y, z y a” por ese orden (lo que originó polémicas reclamaciones ya que se acabaron las acciones en Ana María dejando fuera a muchas “Ana” ya que consideraron el Ana y espacio libre por delante del Ana seguido de una coma como muchos bancos habían elaborado el listado al estilo de “apellido, nombre” simplemente intercambiándolos). Con estos mimbres el precio inicial -11.81€- se vio superado en seguida: el 17 de noviembre de 1999 empezó a cotizar y subió en el 213.3% obligando a la Sociedad de Bolsas a ampliar rangos una y otra vez. En enero del 2000 entra en el Ibex y el 14 de febrero alcanza sus máximos históricos intradiarios: 157.65€ (el de cierre fue el 25 de febrero en 139.75€). Fulgurante su carrera en apenas 3 meses: con un pequeño porcentaje de acciones en el mercado superó en capitalización bursátil a Repsol, BBVA, Santander… En diciembre del 2000 ya cotizaba por debajo del precio de salida a bolsa pero debido a sucesivas ampliaciones había el doble de acciones emitidas –todas a un precio superior- que 13 meses antes.

Es una historia dura que debería estar presente en todo aquel que se acerque a la bolsa. No sólo porque es el ejemplo perfecto –y concentrado en poco tiempo- de burbuja y explosión de la misma, sobre todo porque eso ocurrió con la aquiescencia de la inmensa mayoría de analistas cuyos métodos siguen siendo los mismos a día de hoy. Aunque ahora nos parezca absurdo que un mediocre portal de internet llegara a valer tanto no olvidemos que fue una fiebre global. Había tal demanda que incluso el Ministerio de Economía el 22 de diciembre de 1999, con una Orden Ministerial, autorizó la creación de un segmento especial de negociación en las Bolsas de Valores, denominado Nuevo Mercado de Valores (Ibex Nuevo Mercado) para intentar crear un Nasdaq español (con Terra, TPI, Abengoa, Amper, Amadeus, Befesa, Indra, Radiotrónica, Tecnocom, Zeltia…) que en unos meses arruinó a casi todos sus participantes.

Especialmente sangrante fue el aluvión de recomendaciones de compra y supuestos soportes que todos encontraban los meses en los que Terra, tras subir más de un 1200% en menos de 60 sesiones, caía a plomo: todo eran oportunidades únicas de compra. Los mayores enganchados en Terra no fueron aquellos que compraron en la subida y no vendieron (animados por recomendaciones y precios objetivos de 200€ incluso de prestigiosos bancos de inversión norteamericanos) sino los que, celosos de haber perdido la oportunidad de invertir en algo tan rentable, compraron en la bajada: siempre había algún analista que recordaba la gran oportunidad que era comprar “porque internet es el futuro” y el rebote que tuvo en los 40€ -por ejemplo- hizo picar a muchísimos. Es decir, que hoy sabemos que aquello fue una burbuja pero mientras se hinchaba e hinchaba, todos participaban en ella sin saber que la estaban alimentando y cuando estalló, tampoco todos se convencieron de ello ni mucho menos. Por eso el que la mayoría niegue a día de hoy la burbuja bursátil de Wall Street –y en concreto del Nasdaq- no significa nada, podría seguir hinchándose o haber estallado ya y seguirían negándolo.

Volviendo a Terra, cuando aún no había estallado la burbuja global puntocom, en abril del 2000, comete la más errónea decisión de su corta historia: para intentar conseguir cuota en el mercado norteamericano compra Lycos, el 3er portal más visitado allí, por 12.500 millones de $ (pagando un sobreprecio del 56% respecto a cómo cotizaba en el Nasdaq el día que se hizo oficial, mucho más si tenemos en cuenta lo que se infló el precio desde meses atrás por el rumor acerca de la operación). En octubre de 2004 Telefónica revendió Lycos a una compañía surcoreana por 105 millones, menos del 1% de lo que costó su compra. Es un ejemplo de mala gestión empresarial,  no debemos olvidar que los que participaron en ella también se dejaron llevar. Por ejemplo, en la absurda y carísima compra de Lycos participó la empresa alemana Bertelsmann, el principal conglomerado de medios de comunicación de Europa. Es decir, no fue sólo Villalonga, que hasta ese momento había recibido -según criterio de la mayoría- un sobresaliente por la gestión de la recién privatizada Telefónica, recién convertida en una multinacional, el que pecó de ambicioso.

En cuanto a la acción, en mayo de 2003 Telefónica recompra las acciones que emitió a 5.25€ y como cotizaban por debajo, casi todos aceptaron. E hicieron bien ya que dejó de cotizar definitivamente el 15 de julio de 2005 a un cambio de 3.04€. Aún sin la compra de Lycos, aunque sólo fuera por contagio del desplome del Nasdaq, Terra también hubiera sido una mala inversión bursátil pero lastró significativamente las cuentas de Telefónica lo que ayudó a que el Ibex viviera 3 años seguidos de caídas (2000-2001-2002), algo que no se repitió hasta 2010-2011-2012 y que fue especialmente chocante para muchos ya que ocurrió cuando la economía española “iba bien”.

En resumen, fue un error a todos los niveles y que muy pocos supieron ver. En esta historia podemos encontrar muchas semejanzas con la burbuja inmobiliaria española aunque a mi no me gusta mezclar un bien básico como la vivienda con una acción de bolsa pero si nos fijamos en lo que decían los analistas y en general el mundo financiero y los medios acerca de las inmobiliarias y constructoras que cotizaban en bolsa tanto en 2007 en la subida como en 2008 en la bajada, sí encontramos una similitud enorme. Y en el rebote –importado de Wall Street- de 2009 y en el desplome desde enero de 2010 hasta junio de 2012 lo mismo. A día de hoy nadie se explica cómo tantos fueron tan ciegos con Terra en el 2000 o con Colonial en 2007 y sin embargo, viendo las cotizaciones de algunos activos yo diría que no hemos aprendido demasiado desde entonces. Por ejemplo, Facebook capitaliza en bolsa 170 mil millones de $, más que Visa, Merck o Citigroup, está en máximos históricos y en clara tendencia alcista y es recomendada por los analistas, ¿llegará el día en que nos preguntemos cómo pudo valer tanto una web?

Droblo

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Ver comentarios

  • A mí esto de la bolsa me recuerda al juego de la silla. Se acaba la música y siempre uno se ha quedado fuera. Pero molaba...
    Así que mientras se puedan hacer burbujas, la gente querrá seguir entrando.

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  • Buena lección de historia, a la cual se le puede aplicar una reformulación de las palabras de Einstein: el universo no es infinito, pero la estupidez humana si.
     
    Saludos.

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  • Acaban de cumplirse dos años desde que entró en vigor la reforma laboral. El balance no puede ser más frustrante: ninguno de los objetivos con los que se justificó se ha cumplido. No solo no se han creado los puestos de trabajo anunciados, sino que se han destruido más de 600.000, el mercado laboral no es hoy menos dual sino más precario y peor pagado, y entre los nuevos contratos, los indefinidos son cada vez menos y los temporales cada vez más. Ahora se nos dice que sin la reforma hubiera sido peor.
    Los dos grandes instigadores de este brutal retroceso, el FMI y la Comisión Europea, no paran de insistir en que el mercado de trabajo debe flexibilizarse todavía más. La siguiente andanada a los derechos laborales se centrará en los contratos de trabajo. Desde luego hay una forma rápida de acabar con la dualidad del mercado laboral: crear un único contrato de trabajo igual para todos. Igual de precario, claro está, y sin cargas sociales. Así se acabarán los privilegios laborales y las empresas podrán por fin ganar competitividad. Oiremos este tipo de argumentos. Forman parte de un discurso que pretende presentar los derechos laborales y las conquistas sociales como privilegios insoportables, como rémoras de un pasado a superar.
    La realidad evoluciona bajo un mar de palabras engañosas destinadas a incidir sobre ella. No es casualidad que justo cuando más deprimida está la economía y menos posibilidades tienen los jóvenes de encontrar trabajo, el discurso se llene de encendidas apelaciones al espíritu emprendedor. A veces en términos perentorios: solo los emprendedores saldrán adelante. Y su reverso: si fracasas es porque no te has esforzado ni arriesgado lo suficiente. Se entiende por emprendedor alguien que es capaz de innovar, de abrir caminos, de tener ideas nuevas y materializarlas. Los hay, desde luego, que responden a este perfil, y la sociedad los necesita, pero sin capital propio, ¿quién puede emprender, con qué dinero? ¿Dónde está el crédito, dónde la financiación?
    Necesitamos perfiles emprendedores, pero no son tantos y tampoco podemos pretender que todos los jóvenes que llegan al mercado laboral vayan a serlo. ¿De qué estamos hablando pues? En realidad, estamos hablando de autoempleo. De buscarse la vida. Lo que se les está diciendo a los jóvenes es que se lo monten, que se apañen como puedan, que se hagan autónomos, porque por cuenta ajena, pocas posibilidades tienen de encontrar trabajo.
    El discurso es coherente con los cambios que se están produciendo en la estructura económica. En los últimos 20 años la mayoría de las empresas han emprendido la externalización de parte de sus procesos productivos. Primero se externalizaron servicios completos a empresas especializadas y ahora se externalizan, uno a uno, puestos de trabajo. En realidad, lo que hacen es librarse de las cargas sociales. Podrás continuar trabajando para nosotros, pero como autónomo. Emprendedores a la fuerza.
    Forma parte de las funciones del discurso hacer aparecer como aceptable, e incluso deseable, como una elección, lo que en realidad es una imposición. Mientras se argumenta que solo los muy preparados tendrán opciones y proliferan las ofertas de cursos y másteres, lo que ocurre en la realidad es que muchos jóvenes altamente cualificados rebajan su currículo para poder tener opciones a puestos de menor categoría; y muchos estudianes que podrían haberse licenciado, prolongan artificialmente los estudios para poder acceder a puestos en prácticas. Y así es como los comedores escolares de este país tienen el insólito privilegio de ser atendidos por monitores que son arquitectos o abogados. El discurso nos dice también que es bueno salir a trabajar al extranjero. Por supuesto que lo es, siempre que sea por libre decisión y para mejorar en la profesión elegida. Pero la realidad es que muchos van a hacer de camarero.
    Se está produciendo un cambio en el ecosistema en las relaciones laborales y, como en todo proceso de selección darwinista, una forma de sobrevivir en condiciones cambiantes adversas es desarrollar conductas adaptativas. Algunas pueden ser positivas. Otras no tanto. Si los empresarios son incapaces de valorar la importancia de tener un buen capital humano, estable y cohesionado, y tratan a sus empleados como calcetines de quita y pon, como pañuelos de usar y tirar, no deben extrañarse si sus empleados muestran un escaso compromiso. Si les pueden despedir cuando quieran sin coste alguno, si de todos modos les van a echar, ¿para qué implicarse? No deja de ser una respuesta adaptativa.
     
    Pero más allá de estos “efectos secundarios” no deseados, lo que persigue el discurso que tanto apela a la necesidad de adaptarse a los nuevos requerimientos de la economía globalizada, es promover una respuesta adaptativa de sumisión, de renuncia a los sistemas de protección colectiva que nos amparan frente a las adversidades de la vida. Parece difícil que un propósito de esta naturaleza pueda prosperar, y sin embargo avanza. ¿Como es posible? Porque, por debajo de una idea en principio positiva y bienintencionada —la necesidad de adaptarse a los cambios— lo que hay es una realidad que fomenta el miedo y la inseguridad. Si este discurso se acaba imponiendo, las nuevas generaciones acabarán viéndole ventajas a eso de trabajar por cuenta propia, de no tener horario (ni salario) fijo, a vivir a salto de mata. Y puede que algún día la condición de "autónomo dependiente" llegue a ser presentado también como un privilegio, una rémora del pasado a superar. Como ahora el contrato indefinido con indemnización por despido.

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  • Que en España hay un enorme desempleo no es una novedad, y que el empleo que se crea es temporal, como en Estados Unidos o los países de nuestro entorno, por otro lado. Hay que fomentar el autoempleo, que es el más bajo de la UE (3% de universitarios crea su propio negocio comparado con un 40% en Alemania), la creación de empresas en sectores de alto valor añadido y cambiar un sistema de subvenciones por uno de beneficios fiscales que no le cuesten al contribuyente los errores de sobre-remuneración de sectores improductivos.

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