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El fantasma de la deflación Europea

eurozoneLa deflación, en economía, es la bajada generalizada y, como mínimo, durante dos semestres, del nivel de precios de bienes y servicios, según el FMI. Y se ha convertido en los últimos tiempos en el caballo de batalla de los detractores de las políticas económicas que se están llevando a cabo, sobre todo en el seno de la UE.

Para empezar hay que decir que la deflación no es tan ajena a las economías capitalistas como parece. Cortos periodos de ajustes de precios a la baja se vienen dando un par de veces por década de modo coyuntural y pasajero debido al miedo de los agentes económicos a una crisis económica, por lo que contraen producción y demanda y, por tanto, plantillas y volumen de inversión. Sin embargo, tras este periodo, la economía por sí sola tiende a reactivarse. Así mismo, tras una crisis financiera es común la aparición de un periodo deflacionario, sobre todo en el sector afectado, aunque puede llegar a extenderse por todos los sectores de la economía. En este caso, el proceso deflacionario puede ser algo más largo, pero igualmente la economía suele recuperarse por sí sola.

Sin embargo, cuando añadimos a este proceso un nivel excesivo de deuda, como ahora es el caso, tenemos el proceso más peligroso de la deflación. Esto es debido a que para romper el proceso deflacionista se aconsejan dos tipos de medidas: por un lado bajar tipos de interés y aportar fondos a las entidades financieras para que fluya el crédito, y por otro aumentar el gasto público para dinamizar la economía. Con las medidas de austeridad auspiciadas por el control de gasto público y el movimiento producido por parte de las entidades financieras para adquirir deuda soberana detrayendo crédito de los mercados financieros, no es de extrañar que planee sobre Europa este fantasma.

Lo que sorprende es que andemos ahora con estos miedos: desde el comienzo de la crisis, ante la imposibilidad de los países más afectados por la misma de devaluar su moneda para ganar competitividad, se ha optado por lo que se ha dado en llamar una “devaluación interna”, es decir, disminuir precios y salarios del país con el fin de hacerse más competitivos frente a sus propios socios europeos, lo cual hace una extraña forma de hacer Europa, al tiempo que se ha protegido, de manera quizás desmedida, al sector financiero y a las grandes empresas, como si la combinación de ambas fuera suficiente motor para tirar hacia delante de la economía.

Sin embargo, ¿es tan mala la deflación? ¿tenemos algún ejemplo en la historia en el que la economía de un país se haya visto arrasada por una espiral deflacionista? La respuesta es muy rara vez. La deflación, el 90% de las ocasiones en que ha aparecido, sin más ha desaparecido poco después sin arrastrar a la economía afectada a ningún tipo de crisis. Sólo en dos ocasiones puede percibirse quizás como un foco de problemas. La primera tras la crisis de 1929 en Estados Unidos, donde la espiral de hundimiento de precios y salarios sólo se superó por la combinación de políticas activas de gasto público: el célebre “New Deal” y el cambio de escenario que supuso la 2ª Guerra Mundial. La segunda, con lo que se ha venido en llamar la “década perdida” de Japón, etapa que, por otra parte, dura ya 20 años, y que se está dando en un país con bajo endeudamiento, alto nivel de desarrollo económico y unas bajas tasas de paro, con lo cual no se aprecia un sufrimiento real del país en cuestión.

Entonces ¿por qué por una parte se busca esa devaluación interna, que conlleva un proceso deflacionista, y por otro se teme a la deflación como al diablo de las siete suelas? La respuesta no puede ser otra que la búsqueda de los gobiernos de los países occidentales por la competitividad comparativa. Ante la imposibilidad de una devaluación de su moneda, de hecho el euro va apreciando su valor, lo que resta competitividad frente a terceros países, sólo queda el camino de competir con los propios socios europeos. Al adoptar todos los países europeos los mismos parámetros de austeridad, en mayor o menor medida, la devaluación interna resulta inútil: tras cinco años en España de crisis, de bajada de precios y salarios, apenas se ha avanzado: el PIB apenas comienza a crecer, el desempleo es intolerable y la deuda pública insostenible, cuestionando de hecho la posibilidad de su devolución.

Así pues, le llamen deflación, devaluación interna o “desinflación” ha sido una medida propiciada recomendada y buscada por las cabezas pensantes de las autoridades económicas de la UE. En estos momentos quizás estén dándose cuenta de que con su política restrictiva sólo han conseguido adormecer aún más la posible recuperación económica y, mientras tanto, la población de buena parte de Europa se ha empobrecido, ha perdido la fe en sus gobiernos y en la UE y además le han hipotecado su futuro, al estar sujeta a unas deudas que posiblemente no logrará devolver.

Manuel González

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  • Fraude masivo en el Plan PIVE para subvencionar la venta de coches http://ow.ly/vYLIv 

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  • El Banco de España acaba de publicar las Cuentas Financieras de la Economía Española del cuarto trimestre de 2013, que ofrecen información, entre otras cosas, de la evolución de la riqueza financiera y del endeudamiento de los hogares y las empresas en el conjunto de 2013.
    La riqueza financiera neta de las familias (que equivale al valor de los activos financieros menos el valor de los pasivos financieros)registró un extraordinario crecimiento del 25,6%, con lo que se ha situado por encima del máximo histórico alcanzado antes de la crisis, en 2006. Este salto en la riqueza financiera de los hogares obedeció fundamentalmente a dos factores: por una parte, a la reducción de su deuda, cuyo ritmo de descenso fue en 2013 el mayor desde que en 2009 las familias iniciaron su proceso de desendeudamiento; y por otra parte, a la fuerte revalorización de su cartera de acciones, que aumentó en 2013 un 34%, debido en parte a la adquisición de nuevas acciones, pero, sobre todo, a la revalorización de las mismas. Este hecho puede haber generado un importante efecto riqueza que ayudaría a explicar la recuperación del consumo observada en la segunda mitad del año.
    El endeudamiento de los hogares se redujo a un ritmo superior al observado durante los años anteriores, hasta situarse en el 116,5% de su renta disponible bruta, es decir, 6,4 puntos porcentuales (pp) por debajo del nivel de 2012, y 12,1 pp menos del máximo alcanzado en 2010.
    Las empresas no financieras también continuaron reduciendo su endeudamiento, cuya ratio en relación al PIB descendió en 4,7 pp hasta el 129%, frente al máximo del 143,6% alcanzado también en 2010.
    Se sigue avanzando, por tanto, en el proceso de corrección del excesivo endeudamiento privado generado durante los años de crecimiento, aunque este aún continúa en niveles relativamente elevados, cercanos a los que había en 2006

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  • La crisis de Ucrania ha hecho concebir entre las cancillerías  europeas la esperanza de que Argelia pueda ofrecer a Europa una alternativa a la fuerte dependencia que ésta tiene respecto del petróleo y gas rusos. Uno de los primeros en manifestarse exultante ha sido el ministro español de Exteriores, García-Margallo, quien hace poco estuvo en Argel sondeando, entre otras cosas, esa posibilidad, por lo menos en lo que concierne a España, que ya recibe la mayor parte del gas que consume del país norteafricano. Se ha especulado también sobre la urgencia de construir un gasoducto capaz entre España y los países del norte de los Pirineos, para hacer llegar el gas argelino por una vía alternativa a los embarques de gas licuado, que resulta más costosa.
    Que esta percepción de la geopolítica del petróleo no está mal fundamentada lo prueba el hecho de que el mercado libio del gas y petróleo, que hace dos meses estaba moribundo, se reavivó el pasado día 6 merced al acuerdo provisional para reanudar la exportación de crudo desde Hariga y Zueitina (dos de los puertos de Libia oriental cerrados desde hace meses), entre las autoridades semi-secesionistas de Bengazi y las del gobierno central radicado en Trípoli. Este suministro puede alcanzar los 200.000 barriles/día, y aunque es difícil probar que el acuerdo es una respuesta a la coyuntura creada por Rusia en su confrontación con Ucrania, no se puede minusvalorar el impacto de esa medida política, pues indica la voluntad de recuperar  los niveles de producción casi normales del 2012, alcanzados pocos meses después de la revolución que derribó al coronel Gadafi, y que luego se perdieron por luchas intestinas entre las tribus y facciones.
    Sin embargo, la correcta percepción geopolítica (que es siempre a grandes trazos) sobre los problemas europeos de energía choca, de momento, con la realidad sociopolítica que caracteriza a la Argelia de hoy. El problema argelino no es exactamente como el de Libia. Se trata de un régimen, el argelino, caracterizado por su resistencia berroqueña a los cambios, como muestra la reelección para un cuarto mandato del presidente Abdel Aziz Buteflika. El régimen, temeroso de la inestabilidad que caracterizó a los años 90 del siglo pasado, en que se vivió una guerra civil, se prometió desde entonces estabilidad a toda costa, y gracias a mantener eficazmente esa opción Buteflika pudo asegurarse tres mandatos seguidos, que ahora, cuando para todos es evidente que es un hombre con facultades físicas muy limitadas, se prolongará en un cuarto mandato.
    El presidente, de 77 años, sufrió hace un año un infarto que ha dejado su cuerpo postrado en una silla de ruedas, implícitamente transmitiendo con su retorno el mensaje de que el régimen no ha logrado superar la lucha entre las facciones que históricamente han dado su respaldo al sistema, del que sacaban importantes beneficios. La misma naturaleza del pacto político que permitió al presidente renovar por cuarta vez su mandato asegura que Argelia no estará por ahora en disposición de abordar un cambio en su relación con Europa, y pasar de su condición de expendedor de energía a otra de socio estratégico para los mercados del gas, el petróleo y las energías renovables. Todo sea por la estabilidad del régimen.
    Después que los resultados electorales del 17 de abril se declaren oficialmente a final de mes, quedará por delante la formación de un nuevo gobierno y, lo que es más complejo, la discusión y votación de una nueva constitución, tal como está prometido al país por el propio Buteflika. Es previsible que, a lo largo de ese interinato, los grupos de poder institucional seguirán maniobrando por asegurarse la hegemonía o para, simplemente, no ser desplazados, y poco tiempo les quedará para serenas negociaciones de asociación estratégico-energéticas con una Europa que no confía en Rusia.
    Después de asimilar todos esos cambios políticos, aún le quedaría a Argelia otra serie de cambios profundos en sus instituciones jurídicas, judiciales e industriales, todas ellas potencialmente adversas a la asociación de los intereses económicos de los inversores europeos a los lucrativos negocios proporcionados al gobierno por la exportación de energía, que le ha garantizado al estado unas reservas que rayan en los $200.000 millones.
    Un mensaje llegado desde Alemania es bastante escéptico respecto de la capacidad de Argelia de asociarse a fondo con Europa. Aunque las relaciones germano-argelinas, decía recientemente Christoph Partsch, un abogado especializado en transacciones internacionales, tienen un enorme potencial, la realidad hace muy difícil explotarlo: "La decisión adoptada en 2009, de limitar al 49% la propiedad de una empresa de producción argelina para los capitales extranjeros, mala como es por sí misma, no es sin embargo lo peor, sino la inseguridad jurídica, la imprevisibilidad de una administración hipertrofiada y la opacidad de todas las decisiones de atribución del mercado" (Liberté, Argel, 20 de abril).
    Resultado de esa opacidad de los negocios en Argelia puede ser el empantanamiento de los contratos para construir 50.000 viviendas y un estadio, contraídos hace años por empresas españolas  y que aún estar por ejecutar.
    Es evidente que sin una liberalización a fondo de las leyes mercantiles de Argelia y la independencia de su sistema judicial, a Europa no le será muy tentador invertir masivamente en los recursos energéticos de Argelia, necesarios para la expansión de su producción, y desarrollar sus recursos industriales y turísticos, éstos últimos curiosamente subdesarrollados en beneficio de Túnez.
    El impasse político del que Argelia no acaba de salir no debe hacer olvidar el mérito de Buteflika por haber mantenido a lo largo de sus mandatos un difícil consenso sobre el mínimo indispensable de gobernabilidad del país, entre los partidos (el primero de ellos el histórico Frente de Liberación Nacional), el ejército (la institución más sólida de entre todas), el departamento de Investigación y Seguridad (el servicio secreto argelino), y la compañía estatal Sonatrach (primer recurso económico de Argelia). De las posibles alianzas de poder resultantes del entendimiento entre esas fuerzas, la más sólida es la que le da a Buteflika el apoyo del ejército con el respaldo del FLN, en detrimento del servicio secreto, que se había opuesto al cuarto mandato del presidente.
    A Buteflika corresponde el mérito de haber roto el monopolio político del FLN y haber permitido la formación de partidos de la oposición, que siendo básicamente impotentes para cambiar las cosas, dan a la vida política cierto margen para la crítica y la oposición. Este margen ha servido para que un antiguo primer ministro y secretario general del FLN, Ali Benflis,  adoptase en los últimos tiempos un cierto perfil disidente y se presentase a la carrera presidencial, en la que obtuvo el 12,8% de los votos. Benflis acaba de lanzar una campaña para reunir a las fuerzas democráticas ajenas a la actual estructura de poder, de modo que sea posible "salir de la lógica del FLN, por la que los jóvenes son siempre demasiado jóvenes, y demasiado inmaduros para expresarse y decidir en el seno de ese partido".
    La mención de Benflis a la frustración política de los jóvenes remite a un fenómeno poco divulgado en los medios internacionales: los repetidos suicidios de jóvenes que sufren el paro y la falta de recursos y expectativas, como manifestación de las consecuencias de un régimen política y socialmente fosilizado. Dos tercios de la población argelina tienen menos de 35 años, y las leyendas de la revolución y de la independencia difícilmente les consuelan en sus estrecheces.
    Tan preocupante como el anterior es el problema de la desafección al régimen por parte de la mayoría de la población bereber, asentada en el norte del país. Se estima que la participación de esta población en las elecciones ha sido muy reducida. Existe un Movimiento por la Autonomía de la Kabilia, y son frecuentes las manifestaciones contrarias al régimen en las ciudades de Tizi Ouzou y Bugía. Es en esa región donde se libraron muchos de los combates más sangrientos de la guerra civil.
    Precisamente en la provincia de Tizi Ouzou ocurrió el domingo día 20 un ataque terrorista contra un vehículo del ejército, que resultó en la muerte de entre diez y catorce militares, lo que trae a la memoria el desafío del movimiento yihadista argelino al régimen, y que causó, según se estima, cerca de 200.000 víctimas mortales.
    Parece evidente que una estrecha asociación política y energética entre Europa y Argelia ayudaría este país a conducir, mediante la creación de nuevos recursos económicos, una parte de las reformas que le son necesarias si quiere sofocar las tensiones que le pueden llevar a conflictos como los del pasado. Pero quizás el máximo que el régimen puede aún dar de sí sea solo la estabilidad. Para saberlo, habrá que esperar a la nueva constitución y a la sucesión en la presidencia que ésta debería favorecer. Veremos.

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  • Tres cosas:
    1.- Ya es que hay que ser Santo Tomás para creerse todas esas esadísticas e índices que primero se maquillan en función de a quien le interese, no sabemos cuantos políticos hay en España, ni supimos quien y cuanto le debían a Bankia, pero sabemos a la centésima el PIB, el paro (sea de una forma u otra), el IPC o lo que sea, y en función del baile de centésimas arreamos pa un lado o pa otro...
    2.- Que si la bajada de salarios se justifica en ser mas competitivos, ¿Como les puede extrañar que haya deflación?, ¿No queremos ser mas competitivos que los chinos?, pues queda mucha deflación hasta el cuenco de arroz.
    3.- El verdadero problema es que las bajadas de salarios van mucho mas rápido que la bajada de precios, faltaría mas, si la empresa no gana mas que ayer no le interesa invertir a nadie, y como es imposible, que nos quede claro, casar consumo con salarios de miseria,  vamos derechitos al colapso, excepto para las empresas de cuencos y arroceras.
     
     

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  • ¿Reducir autonomías?, no, en todo caso reducir Estados a solo uno, el europeo.

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