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Frente Nacional francés vs. Podemos: La misma propuesta económica

eurodTras las recientes elecciones al Parlamento Europeo, hemos asistido en toda Europa a un auge de partidos que en circunstancias normales serían considerados como marginales, pero que, sin embargo, debido a las circunstancias de crisis, no ya sólo económicas, sino también políticas y sociales, han logrado abrirse un hueco en el panorama político de cada país. En general, podemos afirmar que han ganado peso partidos de extrema izquierda en los países del sur de Europa y de extrema derecha en el norte europeo.

En el caso español, la subida más llamativa ha sido la protagonizada por la formación Podemos, cuyas tesis de izquierda han convencido a más 1.250.000 votantes, descontentos con las medidas económicas impulsadas por el gobierno de Rajoy. Otro caso paradigmático podría ser el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, donde, desde unas circunstancias distintas, hemos asistido a un resultado espectacular, siendo ahora mismo la fuerza más votada del país.

Aunque por ideología y orígenes ambos partidos podrían parecer diametralmente opuestos, se pueden observar enormes similitudes, tanto en programa, como en modus operandi, tanto es así, que muchos de los planteamientos económicos de los programas de ambos partidos son más similares entre sí que con partidos del mismo espectro político y del mismo país. De hecho, todos estos partidos señalan a los mismos tres grandes enemigos: la globalización, cuya cabeza visible es el poder de las multinacionales, el sistema financiero, con el BCE como mayor enemigo y las políticas de austeridad, donde Alemania se lleva la peor parte. Analizando los puntos clave:

DEUDA PÚBLICA: Se pide en Francia, desde una vuelta a la banca pública para que sea ésta la que compre la deuda del Estado a largo plazo para dar margen a la recuperación económica, siendo así que las políticas de austeridad den paso a unas políticas más expansivas de gasto público financiadas por un sector financiero público nacionalizado. El programa de Podemos va más allá: pide directamente una auditoría de la deuda emitida para poder clasificarla en deuda a pagar y deuda a no pagar por ilegítima. Esto liberaría recursos para poder expandir el gasto, de modo que se pudieran garantizar los servicios públicos existentes y ampliados: coberturas sanitarias, vivienda digna, renta básica, etc.

EMPLEO Y POLÍTICA SOCIAL: Aquí las similitudes son mayores, de hecho, los programas de todos los partidos políticos, en lo esencial, hablan de lo mismo: creación de empleo estable, modificaciones en el mercado laboral, mejora de la competitividad, en la formación y en la calidad de los puestos de trabajo y, por supuesto, ayudas y mejoras para la pequeña y mediana empresa. La diferencia es que estos partidos van más allá y hablan de un incremento de las ayudas sociales de todo tipo, e incluso de una “renta básica universal”, como Podemos. Todos estos partidos coinciden en que la crisis actual es más una crisis de austeridad que otra cosa y, al más puro estilo “New Deal” hablan del papel del Estado como dinamizador económico y garante de la concesión de ayudas públicas, privilegios o, incluso, empleos. Así mismo, los dos partidos hablan de la necesidad de la reindustrialización y, mientras que el partido francés habla de primar lo nacional frente lo foráneo, así como de un endurecimiento de las leyes de inmigración, el partido español se centra en “jornada laboral de 35 horas, jubilación a los 60 años, prohibición de despidos en empresas con beneficios, incremento del Salario Mínimo Interprofesional y fuertes subidas en las pensiones”.

POLÍTICA TRIBUTARIA: Lo que no queda muy claro en ninguno de los programas es cómo se va a financiar ese aumento de gasto público. Se dan algunas pinceladas que apuntan a una mayor imposición a las rentas altas. De hecho, tanto Iglesias como Le Pen coinciden en la aplicación de la Tasa Tobin, sobre las transacciones financieras, el incremento de la fiscalidad sobre las rentas de capital, la creación de un impuesto sobre el patrimonio progresivo, así como la creación de un nuevo tipo impositivo de IVA para los bienes de lujo. De igual manera se habla de lucha intensiva contra la evasión de impuestos, contra los grupos de presión en todos los ámbitos y de rebajas fiscales y simplificación tributaria para autónomos, trabajadores y pequeña y mediana empresa.

SISTEMA FINANCIERO: Además de la puesta en marcha inmediata de la tasa Tobin, ambos partidos señalan la importancia de dotar de un mayor peso a la banca pública, así como de mayores sistemas de control para la banca privada; así, Podemos reclama la “creación de una banca pública con gestión democrática a partir de las antiguas cajas de ahorros”. También coinciden ambos en la puesta en marcha de un impuesto que grave los beneficios bancarios frente al establecimiento de primas para la reinversión productiva.

POLÍTICA EXTERIOR: Ambos están de acuerdo en la demonización de Alemania como encarnación del mal de la austeridad. De hecho, la gran crítica que se hace al sistema es la supeditación de las políticas nacionales a las directrices de la Alemania de Ángela Merkel, a través de una UE dominada por los intereses germanos. Por ello las posturas en contra las directrices Europeas van desde refundarlos organismos europeos para dar más poder al sector público de cada país, relegando al BCE al papel de financiero de las emisiones de deuda nacionales, hasta directamente abandonar el euro, como aboga el programa del partido francés. Y en lo que ambos coinciden es en el “abandono del Tratado de Libre Comercio con EEUU y la revisión sustancial de todos los Tratados de Libre Comercio ya firmados (…) buscando reforzar el respeto de la soberanía de los países, regiones y comunidades a desarrollar el pequeño comercio local sobre los intereses de las transnacionales”; lo que apuntala la idea de su programa que habla de la lucha contra las multinacionales y los grupos de presión.

En definitiva, pueden sorprender muchas de las propuestas de ambos partidos o la similitud de muchos puntos de sus programas, pero no tanto si se miran los programas de otros partidos más tradicionales, donde también se ven de vez en cuando ideas peregrinas o inasumibles y donde tampoco se explica cómo se va a instrumentalizar la aplicación de tales medidas; tampoco sorprende tanto su coincidencia si se recuerda que todos los partidos de cualquier signo, desde el nacimiento de la democracia moderna, han propuesto ideas populistas y hasta demagógicas, bastante similares entre sí, para captar el apoyo de las clases populares. No hay que olvidar que para ganar unas elecciones hacen falta votos, pero para crear y mantener un estatus de poder, lo que parece ser necesario es el apoyo de las clases poderosas.

Manuel González

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  • La maquinaria de propaganda de demonización continúa implacable. ¡Ahora también en sus blogs económicos! ¿Qué se siente cuando para ganarse la vida habrá que doblar el lomo?

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  • Los honorarios de Pablo Iglesias como tertuliano: todas las cifras de su trampa http://ow.ly/z8waa

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  • Alejandro Muñoz-Alonso (Catedrático de la Complutense)

    Llevo medio siglo cumplido como profesor y catedrático de Universidad. En la pública y en la privada. Por mis aulas han pasado algunos miles de alumnos de todo tipo: algunos muy buenos, muchos buenos, demasiados malos y una excesiva minoría de muy malos. Algunos procedían de las clases más acomodadas de la sociedad, pero la inmensa mayoría venían de la amplia y baqueteada clase media, incluidos sus más humildes sectores. He tenido como alumnos a futuros ministros de la izquierda y de la derecha, futuros grandes empresarios, abogados, escritores, directores de periódico. Algunos de ellos han merecido después una bien ganada notoriedad. Un completo mosaico, en suma, de la heterogénea sociedad española.

    He mantenido con muchos de ellos una relación perdurable y muchos me han mostrado su confianza para contarme sus problemas, profesionales o incluso personales. En estos tiempos y en tantos casos esas confidencias versaban, muy a menudo, en torno al paro, esa tragedia que ha atenazado a tantos y les ha mantenido en un insoportable dique seco.
    En ningún caso —y lo escribo con la máxima rotundidad- en ningún caso, repito, me he encontrado con algún alumno que no haya podido estudiar o que haya tenido que abandonar sus estudios por razones económicas. En España, y desde hace muchos años, quien haya querido cursar estudios universitarios y haya estado capacitado para ello ha podido entrar en la Universidad.
    Lo que sí recuerdo muy bien es a alumnos que hace algunos años me iban a ver para preguntarme si en vez del 6 o 6’5 con que les había calificado, no podía subirle la nota a un 7… porque si no, perdía la beca. Porque las becas había que ganárselas y nadie entendía que pudiera merecerlas un 5 pelado, en tantos casos muestra de pura misericordia. Sobre todo en estos tiempos en que ha bajado tanto el nivel de exigencia de modo que —los profesores lo sabemos- muchos de los 5 de ahora muy posiblemente habrían sido suspensos con los baremos de otrora.

    La universitaria, no forma parte de la enseñanza obligatoria y exigible. Es un plus que debe conseguirse sobre la base de la vocación, de la capacidad y del esfuerzo. En mis tiempos universitarios leíamos Misión de la Universidad de Ortega y Gasset y otros Libros del mismo estilo y teníamos conciencia de que acceder a la Universidad imponía una responsabilidad a la que había que hacer frente con la búsqueda de la excelencia y preparándose lo mejor posible para, una vez obtenida la licenciatura o el doctorado, servir a la sociedad con el máximo de eficacia y dedicación. La Universidad no era para cualquiera sino para el que mostraba voluntad y se imponía la exigencia del estudio.

    Pero todo aquello se ha venido abajo por un mal entendido sentido de la “democratización” de la Universidad, olvidando que el saber y en el conocimiento no progresan si se aplican los criterios del voto y de las mayorías, válidos para tomar decisiones políticas. Lo he hablado con muchos colegas y todos coinciden: La media de los alumnos que acceden a la Universidad va de mal en peor por el desastre y el abandono de la enseñanza secundaria.

    Cada día ignoran más cosas. Alumnos de los últimos cursos de la carrera no saben situar en el mapa a Ucrania, creen que Kazajstán en un pequeña república (2.7000.000 Kms. cuadrados), no saben quién es Baltasar Gracián o ignoran el siglo en que vivió y reinó Felipe II. La cotidiana lista de anécdotas sería interminable. Lo que sucede es que en cada curso hay una minoría excelente, aunque muy reducida, que lee libros (la inmensa mayoría no lo hace), ha podido viajar, sabe inglés u otro idioma y, sobre todo, practica el estudio, aquello de “hincar los codos” que nos decían hace décadas. Esa ínfima minoría es la que justificaría esa solemne estupidez, que tantos repiten, según la cual la presente generación joven es la mejor preparada de la historia de España. Pero debe quedar claro que los culpables no son los jóvenes, que no son más que las víctimas de un sistema que, sencillamente, les ha estafado.

    Las leyes socialistas —hasta ahora no ha habido otras- han sido nefastas y han hecho creer a los jóvenes que tener un título es “un derecho” que, más o menos, hay que regalárselo. Pasar una asignatura sin ver un solo libro, ni de texto ni de consulta, con sólo unos apuntes mal tomados que circulan como “los del profesor” es una práctica habitual. Y no les pidas un trabajo porque recurrirán a Internet y lo entregarán sin saber de qué va la cosa. Y puestos a “ampliar derechos”, eso que gustaba tanto a Zapatero, también se impuso el “derecho” de pasar de curso con un montón de asignaturas del anterior, en un insigne homenaje a la vagancia y a la desidia, que ha sido política oficial hasta hace poco. Todo ello, por mor de la igualdad y de una mal entendida democracia. Además no hay que traumatizar a ningún alumno con esa cosa tan fea que es un suspenso.

    o La guerra al elitismo, propia de la izquierda, ha sido en realidad una guerra a la excelencia. Y nos ha conducido a una mediocridad aterradora. Así nos ha ido y así nos hemos quedado.

    Y no hablemos de la enseñanza nacionalista porque ahí la estafa alcanza niveles de escándalo. He visto libros de historia de Cataluña donde no aparecen los Reyes Católicos y en los que no hay ni una página que no tenga su correspondiente dosis de patrañas, incompatibles con los mínimos exigibles, tanto desde el punto de vista educativo como desde el histórico y, sobre todo, desde el ético.

    Lo que no logro entender es la actitud de los rectores —no sé si todos o sólo algunos- con su posición ante la cuestión de la becas y, en general, ante el propósito del ministro Wert de reformar el sistema, al menos en los aspectos más inquietantes. ¿Es que queda alguien todavía que crea que el sistema educativo español no exige perentoriamente una reforma a fondo? Ni una sola de las universidades españolas está entre las primeras doscientas del mundo. ¿No es bochornoso? ¿No sería mejor que esos rectores se preocuparan más por aumentar la calidad de nuestra enseñanza universitaria en vez de dar la lata con la nota exigible para las becas? ¿De qué están orgullosos?

    Hay que decirlo de una vez. En España sobran universidades y sobran universitarios, alumnos y profesores. En oposiciones a profesor o en tesis doctorales he visto bibliografías donde no aparece ni un solo libro en inglés o en otro idioma extranjero. Pero en ciertas universidades, sí he visto trabajos en la lengua co-oficial… ¡Gran afán de divulgar el saber! Seguro que en Harvard o en Oxford se despepitan por traducir esas notables aportaciones. En Holanda o en los países escandinavos todos, o casi todos, los trabajos universitarios se hacen en inglés. Y como me han dicho muchos colegas de por allí, sus lenguas nacionales son puramente domésticas.

    Hace años unos diputados franceses, con los que visitaba un excelente centro de investigación en Barcelona, se sorprendían de que todo, carteles y publicaciones, estaba en catalán… “¿Es que es sólo para ellos?”, preguntaban.

    En general y de nuevo, la cantidad se ha impuesto sobre la calidad, los estrictamente “nacional” sobre la universalidad, que es la razón de ser de la Universidad. Y, lógicamente, los resultados han sido deletéreos. La falsa democratización no es más que una brutal masificación que ha degradado a la institución universitaria y ha convertido los títulos en papeles inútiles, de los que las empresas ya ni se fían a la hora de contratar. Y eso que ahora ya a nadie se le ocurre decir que las universidades sean el alma máter, el templo del saber o algo por el estilo. Ahora se las concibe casi exclusivamente como escuelas de preparación profesional. Pero ni por esas.

    Aunque hay en todo ello, seguramente, un fondo de verdad, porque muchos de los alumnos universitarios deberían estar en una digna formación profesional, que en España nunca ha existido de verdad, en buena medida por el mercadeo ideológico de los sindicatos y, a veces, también de las patronales. La idea, desde luego, ha cuajado y los alumnos la han interiorizado y si les pides que lean a Tocqueville (casi ninguno lo sabe escribir bien), siempre habrá algún listo que pregunte: ¿Pero eso me va servir para encontrar trabajo?”.
    A lo mejor era un becario al que sólo le había hecho falta un 5 para conseguir su “derecho a beca”.

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  • Los seguidores de podemos son bastante fanáticos y no quieren ver la verdad de su programa. Cualquier crítica la ven como un feroz ataque, aunque sea una verdad evidente.
    Es lo que tienen las ideologías extremas.

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  • Tengo tres llamadas perdidas de mi oftalmólogo.
    El de ver me llama.

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