“Como los tipos reales a diez años son del 2%, si mantengo esta inversión diez años ganaré 2 puntos por encima de la tasa de inflación”. “Como los tipos reales en Europa están al 2 y en Estados Unidos están al 3 (supongamos) es mejor invertir en bonos europeos que en bonos americanos”.
Ambas deducciones son erróneas. Comparar rentabilidades a diez años en el futuro con la tasa de inflación del último mes no tiene nada que ver con la capacidad real de compra de ese bono hasta el final de su vida. Esa capacidad de compra dependerá de la tasa de inflación media de aquí a diez años, que sólo por casualidad coincidirá con la tasa del mes pasado. Los tipos reales sólo se pueden calcular después de transcurrida la vida del bono, lo que significa que hoy ni se conocen, ni se pueden conocer.
Lo que sí se puede hacer es comparar la rentabilidad de los bonos a diez años emitidos hace diez años con la tasa de inflación media de los últimos diez años, eso sí tiene sentido ya que con esto conseguiremos calcular el tipo real medio de aquellos bonos. Lo mismo podemos hacer para los distintos periodos y estimar un promedio de tipos reales que nos indique qué rentabilidad real media se ha obtenido de una inversión en bonos. Pero pasar de ahí a predecir el futuro rendimiento real de los bonos es saltar demasiado.
Además de ser coherentes con los plazos, hay que tener en cuenta que la capacidad de compra de los bonos no sólo se verá afectada por la inflación, sino que habrá que tener en cuenta los impuestos. Si se consideran los impuestos que han de pagar los distintos agentes que intervienen en el mercado, la rentabilidad real después de impuestos puede verse seriamente reducida. Para tener en cuenta el efecto inflación o bien el efecto impuestos recordemos el artículo: “Acciones, obligaciones y letras del tesoro ¿Cuáles son sus resultados reales? Las conclusiones sorprenden…” en el que se comparaba la rentabilidad real de las acciones, frente a letras u obligaciones.
El segundo tema, el de la comparación entre los tipos reales de distintos países (y por tanto emitidos en distintas monedas) adolece de los mismos defectos que los que acabamos de comentar y además de otro, que consiste en suponer que los tipos de cambio permanecerán estables en el plazo de comparación. Que los tipos de interés reales (o nominales) sean más altos en un país que en otro puede ser el reflejo de muchas causas, pero la más importante es la expectativa de depreciación de una moneda con respecto a otra, que está implícita en el diferencial nominal de intereses. Si los bonos en Europa están al 5 por ciento y en Estados Unidos están al 6 por ciento, la diferencia (100 puntos básicos) indica el grado de depreciación del dólar con el euro que los mercados están implícitamente suponiendo que se va a producir cada año durante la vida del bono.
De nuevo, que los mercados acierten o no cuando establecen implícitamente esas expectativas de depreciación es un asunto que sólo se podrá saldar dentro de diez años. Comparar los tipos reales entre sí sólo es un ejercicio académico, porque lo que está haciendo es eliminar la inflación presente, pero la inflación presente puede no ser un buen indicador de la inflación futura. Lo que sí permanecerá serán los tipos nominales, que son los que recogen las expectativas de depreciación y de riesgo relativo de un país con respecto a otro.
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