Se produce un hecho bastante curioso en la economía, a todo el mundo le estremece que se instale la inflación en la economía y que los precios empiecen a subir pero al mismo tiempo un escenario de deflación es tratado con el mismo estupor o incluso más… Para empezar, hay que definir la deflación del modo inverso a la inflación, un escenario de bajada generalizada de los niveles de precios de una economía. Muchos la interpretan como un escenario económico adverso y no siempre es así ya que debemos diferenciar entre la Deflación Benigna y la Deflación por Endeudamiento.
Hay que desmontar el mito, existe la Deflación Benigna, la buena, ésta consiste en un descenso en los precios asociado a progresos tecnológicos y mejoras de productividad, bien sea en determinadas industrias o en la Economía en general. Para que sea benigna, la deflación generalizada debe estar bajo control, ser moderada en cuanto su evolución y por último estar asociada al crecimiento económico. Un ejemplo de Deflación Benigna es el período 1869-1896 en EE.UU., donde los precios descendieron de promedio un 2,9% anual, mientras que el PIB real crecía un 4,6% anual de promedio.
Por otra parte tenemos la Deflación por Endeudamiento, la mala, ésta se forma por un descenso en los precios causados por la incapacidad de los deudores para pagar sus deudas. La forma natural de llegar a una deflación por deuda sería por el final de una burbuja especulativa, los precios de los activos (acciones e inmuebles) se colapsan y las inversores o bien los especuladores tienen capacidad nula para hacer frente a sus deudas. La severidad de tal espiral deflacionaria puede variar desde una recesión moderada, a la deflación mantenida en el tiempo como es el caso de Japón tras en estallido de su burbuja inmobiliaria a principios de los años 90 y que está intentando solucionar imprimiendo moneda.
Irving Fisher, que tras arruinarse en bolsa en la Gran Depresión, dejo se ser monetarista ofreció la mejor explicación que hasta ahora se ha dado sobre en qué consiste y cuáles son las consecuencias de la deflación por deuda, en su artículo magistral de 1933 “The Debt Deflation Theory of Great Depressions”. Fisher describió como un proceso de desapalancamiento podría llevar a una Deflación por Deuda: la liquidación de la deuda obliga a vender los activos en una situación de dificultad o apuros, a una contracción de los depósitos, y a una desaceleración en la velocidad de circulación del dinero. Como consecuencia se produce un descenso en los niveles de precios, de manera que si no se implementan políticas reflacionistas, se produciría aún una mayor caída en la riqueza neta de empresas y familias, precipitando bancarrotas, una reducción en la producción, comercio, y empleo, generando más pesimismo y pérdida de confianza, lo cual llevaría a una mayor desaceleración en la velocidad de circulación, y a una mayor caída de precios. Se produce, por lo tanto, aberraciones en los tipos de interés: mientras los tipos nominales caen, los tipos reales suben, de manera que la política monetaria es ineficiente.
Para finalizar, la deflación la podemos entender desde un punto de vista estático o bien dinámico. De manera estática, con una caída de los precios de bienes y servicios, con una determinada cantidad nominal de dinero se puede comprar más bienes, por lo tanto, los saldos reales aumentan. De manera dinámica, hay que centrarse en las expectativas de los consumidores, si la gente espera que la deflación continúe, prevén que los precios serán aún más bajos en el futuro que ahora. Como consecuencia se abstienen de hacer adquisiciones en espera de poder beneficiarse de unos precios inferiores, son reacios a pedir préstamos a cualquier tipo de interés nominal, porque tendrán que devolver el préstamo en unos euros o dólares… que valdrán más cuando los precios sean inferiores a los de ahora.
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