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Si China estornuda ¿Estados Unidos se resfría?

chinaCasi siete años después de la crisis financiera de 2008, muchas de las economías mundiales han vuelto a una situación de estabilidad y a un crecimiento modesto. Sin embargo, lo que muchos esperaban ser un clima económico fructífero para las economías podría estar llegando a su fin, ya que el crecimiento en China, la segunda economía más grande del mundo, ha caído a su nivel más bajo desde 2009.

La relación entre los Estados Unidos y China se ha basado en un intenso comercio, y tras la crisis de 2008, China ha financiado la mayor parte de la deuda de Estados Unidos. Es demasiado pronto para decir si los problemas de China terminarán provocando una nueva recesión mundial, pero para nada es descartable. Sin embargo, si los eventos persisten, podría haber consecuencias significativas para los mercados financieros, el crecimiento económico en los EEUU y en definitiva el de todo el mundo.

Durante los últimos 30 años, China ha crecido a un ritmo del 10% anual, con picos anuales de un 13%. Una gran parte del rápido crecimiento de China se debe a su década de 1970 la reforma económica. En 1978, después de años de control estatal de todos los activos productivos, China comenzó a introducir los principios del mercado para estimular su economía. Durante las siguientes tres décadas, China alentó la formación de empresas rurales y las empresas privadas, la liberalización del comercio exterior e invirtió fuertemente en los medios de producción. Aunque los bienes de capital y la acumulación en gran medida han influido en el crecimiento de la nación, China también ha mantenido un alto nivel de productividad y eficiencia de los trabajadores, que sigue siendo la fuerza impulsora de su éxito económico. Como resultado, el ingreso per cápita en China se ha cuadruplicado en los últimos 15 años.

Sin embargo, parece que incluso el rápido crecimiento de China no podía durar para siempre… En los últimos cinco años, su crecimiento ha disminuido hasta el 7%. Sin embargo, para poner esto en perspectiva, la economía estadounidense creció 3,7% en el segundo trimestre de 2015, mientras que el FMI proyecta un crecimiento mundial del 3,1% para el 2015 que hemos dejado atrás. Incluso teniendo un menor ritmo de crecimiento de años anteriores, China todavía supera a la mayoría países, entre ellos muchas economías avanzadas.

En cualquier caso, se ha convertido en una creciente creencia entre algunos analistas que afirman que China está mostrando signos de un posible colapso económico, apuntando a los recientes acontecimientos en verano y los que estamos viendo ahora en enero. En el transcurso de 2015, China ha sufrido el hundimiento del precio del petróleo, un sector de fabricación en fase de contracción, una moneda devaluada y finalmente una intensa caída del mercado de valores.

La dependencia China-Estados Unidos

Mientras que Estados Unidos y China no siempre se han visto cara a cara sobre temas diplomáticos, en particular los derechos humanos y la seguridad cibernética, sin embargo han construido una relación económica fuerte, con elevada a inversión extranjera directa y la financiación de la deuda. El comercio bilateral entre China y los Estados Unidos ha pasado de 33.000 millones de dólares en 1992 a 590.000 millones de dólares en el año 2014. Después de México y Canadá, China es el tercer mayor mercado de exportación para los productos estadounidenses, lo que representa 123.000 millones de dólares en exportaciones estadounidenses. En cuanto a las importaciones, los EEUU importaron 466.000 millones de dólares en productos chinos en 2014, principalmente maquinaria, muebles, juguetes y calzado.

Asimismo, los EEUU tienen un déficit comercial importante con China debido a los bonos del Tesoro estadounidense. En la actualidad, China es uno de los mayores tenedores de deuda de EEUU, que asciende a 1,2 billones de dólares. Para China, los bonos del Tesoro son una forma segura y estable para mantener una economía impulsada por las exportaciones y la solvencia de la economía mundial. Es por ello, que mientras China siga teniendo una enorme cantidad de reservas de divisas y la deuda de Estados Unidos, la economía norteamericana estaría esencialmente a merced de China.

Carlos Lopez

Redactor de Euribor.com.es. Escribiendo desde el 2006 sobre el Euribor, economía, finanzas, bolsa, hipotecas y ahorro

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  • Los traders chinos huyen del yuan comprando acciones de Hong Kong http://dlvr.it/DGVtbr

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  • La economía española creció el 0,8% trimestral en el 4T15, y cerró 2015 con un avance medio anual del 3,2%. Por el momento los datos de actividad no evidencian efectos relevantes de la mayor incertidumbre asociada a las expectativas de crecimiento en economías emergentes, a la volatilidad en los mercados de capitales o al contexto político interno.

    El crecimiento económico continuó en niveles elevados al cierre de 2015
    La evolución de la demanda privada continúa en su senda positiva
    Los datos observados evidencian la dificultad del cumplimiento de los objetivos presupuestarios
    El ritmo de creación de empleo se recupera en el cuarto trimestre
    Los precios al consumo se estancaron en diciembre, pero la inflación subyacente continúa en tasas positivas
    La capacidad de financiación de la economía española continua ampliándose

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  • El riesgo de la deuda de Arabia iguala al de Portugal por el desplome del petróleo http://dlvr.it/DFvyF5

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  • El peor mercado bajista de los commodities desde 1930 http://dlvr.it/DGPsd4

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  • El peor comienzo de año en las bolsas europeas desde la década de 1970, el desajuste chino y sus previsiblemente ominosas consecuencias, la debilidad de otras economías emergentes, la nueva caída del precio del crudo, las tensiones geopolíticas, ni rastro de la ansiada inflación en Estados Unidos y la Eurozona… Demasiados ingredientes negativos como para seguir pensando que 2016 va a ser un buen año para la economía global.

    Si se cierra un poco el zoom, Europa no pinta bien tampoco. El avance de la economía continental es anémico y nada parece haber cambiado susceptiblemente en la manifiesta falta de voluntad para alcanzar compromisos comunes por el crecimiento. Se ha infravalorado el huella —aunque fuera tan sólo amenazante— de un Brexit y la gobernanza europea no pasa por un momento de máxima cohesión para afrontarlo.

    Entre tanto, en España, la inestabilidad política azuza esa sensación de que las sombras crecen y cada vez son menos los rayos de luz. La economía está mejorando pero hay un temor creciente a que todo pueda malograse. El poco serio desenlace de lo acontecido en Cataluña en las últimas semanas revela la escasa altura de miras. Que alguien le explique a nuestros vecinos europeos, a los inversores y cualquiera interesado en el devenir de nuestro país cómo se come eso de «sustituir una legalidad por otra» en Cataluña del modo que se está planteando.

    Fuera de nuestro país (en buena medida también dentro) hay una expectativa de que la situación política irá a peor pero se espera la confirmación en forma de falta de acuerdos y fracasos repetidos para un equilibrio político. Probablemente hay más ética que otra cosa en el imperativo categórico kantiano de que quien cree en el bien común actuará en consecuencia en sus acciones personales. No está claro que ese sea el posible resultado de la negociación política en España. Cuando un juego se repite (elecciones, acuerdos parlamentarios) se pone en juego la credibilidad y debería aumentar la voluntad de cooperación. Esa racionalidad está en entredicho en España. La propia teoría de juegos muestra un conjunto amplio de situaciones en las que no se observa racionalidad en el comportamiento. La política española podría ser epítome de esta falta de coherencia y altura de miras. En las próximas semanas, los activos españoles pueden seguir perdiendo valor porque lo que se descuenta es un ambiente institucional deteriorado y una exposición a los riesgos exteriores —la de España a los emergentes no es despreciable— creciente.

    Volviendo a la escena internacional, preocupa y mucho que las reservas de divisas de China vayan cayendo como un reloj de arena que cuenta atrás hacia el colapso del gigante. Será difícil que cuando suceda se hable sólo de crisis «asiática» porque el huella global será considerable y debemos prepararnos. En el mundo pasan cosas que pueden arrastrar a la economía española y la falta de cohesión interna puede propiciar que el desorden se extienda. Y encima… muere David Bowie, una inspiración sobre cómo interpretar y ordenar ideas en tiempos caóticos. Descanse en paz.

    S. Carbó

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  • Las recientes tensiones en la relación de los actuales gobernantes de Cataluña con respecto del titular del Reino de España, Felipe VI, son una muestra más de las ambivalentes o a veces hostiles vinculaciones entre la Casa de Borbón y las instituciones y partidos nacionalistas, lo que nos invita a echar la mirada a siglos atrás, al comienzo del XVIII.

    En el pa­recer del nuevo pre­si­dente de la Generalidad, Carles Puigdemont, ex­pre­sado hace dos o tres años, unos in­va­sores tienen ocu­pada Cataluña, y él y sus com­pa­triotas se iban a en­cargar de ex­pul­sar­los. Si el co­mienzo de la in­va­sión fue la ocu­pa­ción de Barcelona por las fuerzas de Felipe V al final de la Guerra de Sucesión (y la his­toria no su­giere otra co­sa), Puigdemont ya ha em­pe­zado a cum­plir su pro­mesa, ne­gán­dose a prestar ju­ra­mento de lealtad a Felipe VI de Borbón, cuando asumió hace dos días el cargo de ‘president’ que le otorga la Constitución Española.

    Pero…, ‘plus ça change, plus c’est la méme cho­se’. Todo el epi­sodio de su se­lec­ción como can­di­dato, acor­dada hace pocos días entre las fuerzas so­ciales del na­cio­na­lismo con­ser­vador y el re­vo­lu­cio­na­rio, no es algo no­ve­doso en la his­toria de Cataluña. Se dio tam­bién en 1714, en los días fi­nales del dra­má­tico sitio de Barcelona por el ejér­cito de Felipe V, que acabó to­mán­dola al asalto po­niendo fin a la Guerra de Sucesión. En las dos oca­sio­nes, los que de­ten­taban la he­ge­monía so­cial dentro de Cataluña (Convergencia, Mas, etc. en el úl­timo epi­so­dio) se ple­garon a la vo­luntad in­fle­xible de los sec­tores po­pu­lares (CUP). Algo pa­re­cido ocu­rrió tam­bién en la Cataluña re­pu­bli­cana, du­rante la guerra ci­vil.

    En torno a esas in­ci­den­cias del se­gundo de­cenio del XVIII, pongo la mi­rada en el his­to­riador Salvador Sanpere i Miquel (finales del s. XIX), y sigo el re­sumen ‘crítico’ que de su obra hace el ca­te­drá­tico de Historia de la uni­ver­sidad de Lérida, Roberto Fernández, en su libro “Cataluña y el ab­so­lu­tismo bor­bó­ni­co”, que he ve­nido re­señando en esta co­lumna.

    Sanpere se ocupa de la pugna entre los de­fen­sores de Barcelona en 1714, cuando todas las evi­den­cias mos­traban que la úl­tima re­sis­tencia al ejér­cito de Felipe V era inútil y no cau­saría sino más des­truc­ción. Sucedió en­tonces que los “brazos pri­vi­le­gia­dos” se rin­dieron “a las exi­gen­cias del Brazo po­pu­lar”, y pro­lon­garon la re­sis­tencia contra la opi­nión de los ex­pertos mi­li­ta­res, una vez que éstos com­pro­baron que no que­daban ya re­cursos ni lle­garía au­xilio ex­te­rior. Hubo “sobra de men­te­ca­te­ría” en re­sis­tir, dice Sanpere, y como prueba cuenta cómo los si­tiados hi­cieron Generala a la Virgen de la Merced para que les ayu­dase a pro­longar la re­sis­tencia hasta que los aus­triacos y sus aliados vol­vieran a hacer la guerra a Francia y España.

    La crí­tica de la his­to­rio­grafía ro­mán­tica a Sanpere fue uná­nime, dice Roberto Fernández. Es com­pren­si­ble, piensa uno: tratar la épica con sar­casmo no es fácil de per­do­nar. Pero hay di­vi­sión de opi­nio­nes. En aquella trá­gica si­tua­ción se im­puso lo que el his­to­riador del s. XX Ferrán Soldevila llamó “el ‘seny’ más au­tén­ti­co”, que “había de acon­se­jar, pa­ra­dó­ji­ca­mente, la te­me­ri­dad, ya que sólo ella podía salvar las ins­ti­tu­ciones ca­ta­lanas de una muerte se­gu­ra”.

    Los Borbones tra­jeron pro­greso (al menos los tres pri­me­ros)

    Aunque el tema de la di­fe­ren­cia­ció­n-u­nidad entre Cataluña y España do­mina la his­to­rio­grafía de la se­gunda mitad del XIX y la pri­mera del XX, que tu­vieron un sen­tido ge­neral de ‘tensión más con­vi­ven­cia’, la ac­tual está do­mi­nada por los que no ven más que ‘extraneidad’ entre las dos en­ti­da­des.

    La ma­yoría de los au­tores de la Renaixença coin­ciden en dos te­sis: que la lle­gada de los Borbones su­puso un re­corte de las li­ber­tades de Cataluña y que sus po­lí­ticas tra­jeron un ele­vado grado de mo­der­ni­za­ción y pro­greso. Así, Antoni Aulèstia: con Carlos III, dice, Cataluña “emprendió de­ci­di­da­mente el ca­mino hacia la vida mo­derna, dando im­pulso a todas sus ac­ti­vi­da­des”. Frederic Rahola ar­gu­menta lo mismo res­pecto de la eco­nomía ca­ta­lana. Los dos si­guen la es­tela de Antoni de Capmany, de fi­nales del XVIII.

    Joaquim Rubio i Ors, aunque fue quien en­tregó a Alfonso XII el fa­moso “Memorial de Agravios”, atri­buye grandes be­ne­fi­cios a la di­nastía Borbón. Lo hecho por Felipe V logró “asombrar a Europa” con su for­ta­leza mi­li­tar, su con­quista de Sicilia y la toma de Orán, y por le­vantar las “abatidas in­dus­tria y agri­cul­tura” de Cataluña, crear las Reales Academias, etc. Enric Prat de la Riba, autor de “La na­cio­na­lidad ca­ta­lana” (1906) y re­dactor de las Bases de Manresa para el au­to­go­bierno, aunque afirma que los enemigos se­cu­lares de Cataluña ha­bían sido Castilla y Francia, ca­li­fica la Junta de Comercio de Barcelona, creada por Fernando VI, de “institución me­mo­ra­ble, primer por­taes­tan­darte de nuestro re­na­ci­mien­to”, pero no cede en su ar­gu­mento de que la na­cio­na­lidad ca­ta­lana había sido me­dia­ti­zada por la cas­te­llana desde el tiempo de los Trastamara (s. XV). Muchos de los se­gui­dores de Prat com­parten una misma di­co­tomía analí­tica: España es un es­tado, Cataluña es una na­ción. Otros, sin em­bargo, ad­miten una doble na­cio­na­lidad y un doble pa­trio­tismo, muy en la línea de los ‘románticos’ Bofarull y Balaguer. Salvador Sanpere rea­liza esta sín­tesis desde una po­si­ción his­to­rio­grá­fica más cien­tí­fica que lo que se es­ti­laba en la época.

    Sanpere pos­tula “una España de las Españas”, es de­cir, una Cataluña y una Castilla, etc. ‘españolas’, y atri­buye la pér­dida de in­fluencia de Cataluña en España “a una de las cua­li­dades más ca­rac­te­rís­ticas del pueblo ca­ta­lán, su an­ti­patía por las no­ve­dades po­lí­ti­cas” (cursiva de Sanpere). En con­se­cuen­cia, man­tener la fi­de­lidad a las viejas leyes “ha sido la causa de la ruina de nuestra na­cio­na­li­dad”. Esas viejas le­yes, cuando Felipe V las abo­lió, es­taban ya ‘débiles’ y ‘enfermas’. Sanpere no es el fa­vo­rito de los his­to­ria­dores na­cio­na­listas ac­tua­les.

    Auge y crí­tica del na­cio­na­lismo

    Después de dos de­ce­nios de re­la­tiva inac­ti­vidad his­to­rio­grá­fica entre el XIX y el XX, Fernández señala su reac­ti­va­ción en el tercer de­cenio de esta úl­tima cen­tu­ria, hasta la II República. Destaca en este pe­riodo Antoni Rovira y Virgili, para quien el Setecientos cul­mina el pro­ceso de “desnacionalización de Cataluña”. La guerra civil es­pañola agu­diza su des­con­fianza hacia lo cas­te­llano y es­pañol, que vienen a ser lo mismo: “Felipe V y Franco bus­caban las mismas me­tas: des­na­cio­na­lizar Cataluña”, según la sín­tesis que Fernández hace del pen­sa­miento de Rovira. Este creía que a fi­nales del s. XVIII, “Cataluña había ol­vi­dado la causa ca­ta­la­na”, y por eso la mi­sión de los his­to­ria­dores fu­turos de­berá ser la ‘renacionalización’ de Cataluña.

    Es la mi­sión que asume Ferrán Soldevila, que tam­bién per­te­neció a las filas de los ‘derrotados’ en la guerra ci­vil, pero lo hace apo­yán­dose en una in­gente labor de in­ves­ti­ga­ción que pu­blica du­rante el fran­quismo. En su obra, Soldevila busca “un equi­li­brio entre su vi­sión ca­ta­la­nista con su vi­sión de Estado es­pañol”, en el decir de Fernández. Suya es una “Historia de España” en ocho vo­lú­me­nes, edi­tada bajo el fran­quismo, lo que pa­rece co­rregir la vi­sión de la vida aca­dé­mica de ese pe­riodo como un erial, según tra­ta­rían luego de hacer ver los his­to­ria­dores neo-­na­cio­na­lis­tas. Soldevila ce­le­bra, como “uno de los he­chos más tras­cen­den­tales de nuestra his­to­ria”, “la ar­ti­cu­la­ción de la eco­nomía ca­ta­lana con las de otros te­rri­to­rios pe­nin­su­la­res”.

    Con todo, como tengo es­crito en otro ar­tículo an­te­rior (“Hacen falta he­rra­mientas geo­po­lí­ticas para en­tender lo de Cataluña”, 28 de di­ciembre 2015), el na­cio­na­lismo his­to­rio­grá­fico ca­talán debió so­bre­po­nerse, des­pués de Soldevila, al im­pacto cien­tí­fico de dos au­to­res, uno ca­talán (Jaume Vicens Vives) y otro francés (Pierre Vilar), que se apro­xi­maron al es­tudio de la his­toria con nuevas téc­nicas y apor­taron cri­te­rios his­to­rio­grá­ficos que co­rre­gían se­ria­mente o re­cha­zaban la vi­sión na­cio­na­lista de la his­toria de Cataluña. Queden las re­señas sobre los his­to­ria­dores pos­t-­Vives y pos­t-­Vilar para otro día.

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