Una desventaja relevante para los economistas es que a menudo reducen la realidad a una simplificación de variables con el fin de realizar modelos, sin tener en cuenta que al igual que la realidad, los modelos tienden a cambiar y a invalidarse. Los modelos económicos funcionan bien el entorno académico, pero no en el mundo real de los mercados financieros dominado en el corto plazo por variables psicológicas.
Un ejemplo claro de modelos fallidos sería el protagonizado en el hedge fund Long Term Capital Management (LTCM) por los Premios Nobel de economía Myron S. Scholes y Robert C. Merton y el modelo basado en la Teoría de la Eficiencia de los Mercados. Bajo este modelo, suponían que en largo plazo las tasas de interés de bonos gubernamentales convergían y que el fondo podría sacar provecho con las pequeñas diferencias entre las tasas. Long Term Capital fracasó por su gestión, visión de mercado y su excesivo apalancamiento. La crisis rusa no encajaba dentro del modelo matemático que ellos habían diseñado ya que los diferenciales se ampliaban al vender y buscar protección en los bonos a 30 años de Estados Unidos, lo que terminó llevando a la quiebra a LTCM.
Otra razón para explicar por qué los economistas no se vuelven ricos es porque en los mercados el componente psicológico es un factor esencial, al que todo el mundo queda expuesto, incluso los propios economistas. Es muy difícil que alguien, sea o no economista, que está viendo como mes tras mes sube la cotización de la bolsa y todo el mundo se está beneficiando, se resista a entrar. Independientemente de su profesión académica, se basa en la euforia de un mercado.
Incluso el gran científico Isaac Newton en la primavera de 1720 vendió sus inversiones pertenecientes a la South Sea Company, embolsándose 7.000 libras (7.000.000 millones de libras en la actualidad) con una rentabilidad del 100% sobre la inversión inicial, conociendo que los resultados de la empresa eran una mezcla explosiva entre apoyo gubernamental y una gestión claramente fraudulenta por parte de los directivos de la empresa. No obstante, desde que su venta los títulos no dejaron de subir y subir… el deseo que nace de la oportunidad perdida le hizo invertir 20.000 libras en la empresa justo antes de su debacle financiera y de su propia ruina.
Finalmente, un selecto número de economistas sí han buscado oportunidades de inversión en los mercados. Por ejemplo, David Ricardo, economista británico que fue un especulador de bonos de la Compañía de las Indias. Ricardo era un maestro de arbitraje e hizo una fortuna explotando las diferencias de precios (spreads) entre los bonos gubernamentales comparables. Incluso el propio Karl Marx, autor de “El Capital” hizo sus pinitos en la Bolsa de Londres en la década de 1860 (hasta los comunistas especulan). John Maynard Keynes hizo una fortuna en la década de 1920, se arruinó el crash de 1929, pero seguidamente hizo consiguió recperarse aprovechando el momento de pánico bursátil y el momentode un mercado en ganga.
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La Fed mantiene los tipos sin cambios y reconoce que la economía de EEUU se desacelera http://dlvr.it/KL1yl7
eso es como decir que por qué un profesor de literatura no escribe la mejor novela jamás escrita, una cosa es saber y otra tener inspiración.
La rentabilidad de las PYME vuelve a niveles pre-crisis http://ow.ly/XunkH
Repsol ha acordado realizar unas provisiones contables extraordinarias por unos 2.900 millones de euros en sus resultados de 2015, tras lo que el ejercicio pasado registrará unas pérdidas de 1.200 millones. El consejo de administración ha dado este paso debido al actual derrumbe de los precios del petróleo y la caída del valor en Bolsa de la petrolera. La compañía ha anunciado que recortará un 20% sus inversiones totales previstas en 2016. Tanto el dividendo como la participación del 31% que posee en Gas Natural Fenosa se mantienen inalterables
http://blogs.elconfidencial.com/economia/big-data/2016-01-27/imprimir-crecimiento_1141874/
El FMI y el Banco Mundial analizan un posible rescate de Azerbaiyán http://www.expansion.com/economia/2016/01/27/56a92ce846163ffc758b45f3.html?cid=SMBOSO22801&s_kw=twitter … El primer rescate a un exportador de petróleo
Son muchas economías, no solo la española, las que tratan de compatibilizar el empuje de flujos de crédito nuevo con la reducción de la deuda del sector privado. Parte de la cirugía más urgente y aparatosa de las cicatrices del endeudamiento se dio en los peores años de la crisis. Pero una reparación completa costará aún tiempo y esfuerzo. Situaciones como las que vive Abengoa son un ejemplo de las dos caras de la realidad financiera actual. Una, la de la empresa con elevado valor de franquicia que requiere de liquidez para sus proyectos. Otra, la necesidad de reestructuración de su deuda.
Hacer funcionar el engranaje financiero de un país es una cuestión de demanda y oferta pero también del encaje institucional. En lo que respecta a la demanda, hay elementos positivos muy importantes como el crecimiento de la economía o la reducción del desempleo, aunque la parte estructural del paro no da para fiestas. No van a ayudar tampoco la incertidumbre política patria o el arrastre del chaparrón de China y los emergentes.
Por el lado de la oferta, las condiciones de financiación han mejorado. Lo ratificaba la última encuesta de préstamos bancarios publicada por el Banco de España la semana pasada. Además, el Banco Central Europeo sigue afanado en servir liquidez en su ya prolongada barra libre. Asimismo, la presión regulatoria sobre los bancos es elevada pero está ya, en cierto modo, descontada. En todo caso, a nadie se le escapa que los bancos europeos están siendo duramente castigados en los mercados porque se duda sobre su rentabilidad. Se imponen tres pasos para remontar el vuelo: saneamiento y transparencia, reestructuración y nuevas formas de hacer negocio. En España vamos ya por el tercero mientras media Europa pelea aún con el primero. En Italia, por ejemplo, se avecina crisis bancaria y ya se habla de crear un banco malo.
En cuanto a los factores institucionales, son particularmente importantes en España, con una estrecha conexión entre bancos y empresas. De hecho, no hay uno sino muchos mercados posibles de crédito, como se explica en el nuevo número de Papeles de Economía, que Funcas presentó ayer. Despejar las tuberías de la deuda es importante para que el sistema funcione y las empresas cuenten con distintas alternativas de financiación. Se han tomado algunas medidas esenciales para ello estos años. Entre ellas, las que propician más ágiles concursos empresariales, reducir bloqueos de accionistas minoritarios o convertir deuda en capital. Sin estas acciones, problemas como los que está sufriendo Abengoa serían aún más agudos y el empleo se resentiría aún más. Pero son sólo algunas de las muchas tareas necesarias y pendientes para diversificar las condiciones de acceso a la financiación y de resolución de deuda. Claro que estas cuestiones, por su aridez técnica, pasan más desapercibidas pero, a falta de dirección e interlocución política en los próximos meses, es necesario contar con reglas, procedimientos y nuevas posibilidades para evitar, en la medida de lo posible, pesarosas quiebras y, sobre todo, favorecer una financiación responsable.
S. Carbó
Subocupación, temporalidad y baja remuneración: así es el empleo juvenil que deja la crisis http://www.eleconomista.es/economia/noticias/7303965/01/16/Subocupacion-temporalidad-y-baja-remuneracion-asi-es-el-empleo-juvenil-que-deja-la-crisis.html …
Aviso a Atenas: tres meses para controlar las fronteras, hacer los deberes y empezar a registrarlos adecuadamente http://www.elmundo.es/internacional/2016/01/27/56a8c966ca474139368b462b.html …
La campaña para expulsar del nomenclátor urbano, cultural y edilicio de Cataluña a los reyes de España y a otros miembros de la familia real se compone de acciones “soberanas” de algunas instituciones, por ejemplo el ayuntamiento de Barcelona que decide retirar el busto de don Juan Carlos I del salón de plenos, y de acciones intimidatorias sobre otras instituciones sobre las que no tienen jurisdicción ni autoridad.
De este último tipo es la moción aprobada el lunes pasado por el ayuntamiento de Gerona, con la que se ha estrenado su nuevo alcalde, Albert Ballesta, quien sucede en el cargo al recién elegido presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont.
El ayuntamiento pide a la Fundación Princesa de Gerona que cambie su nombre. ¿Por qué? Porque “no me gusta que la Fundación lleve el nombre de una persona que no tiene ningún vínculo con la ciudad de Gerona”. Pasó por alto el hecho de que la Princesa de Gerona es una niña, y que por lo tanto poco puede hacer por ‘vivir’ la ciudad de su título, y a la que el anterior Príncipe, don Felipe VI, manifestó siempre su apego, como indica el título de su principado, otorgado por su padre.
No obstante, Ballesta, en un esfuerzo de imparcialidad, reconoció al diario La Vanguardia que la Fundación “hace una tarea encomiable” y que él seguirá participando en los actos que organice. La Fundación no depende del ayuntamiento, y se halla bajo el patrocinio de la Cámara de Comercio de Gerona, la Caixa y otras fundaciones, que de momento aseguran su independencia.
Que la Cámara de Comercio de Gerona patrocinase la Fundación es una forma de reconocimiento a una tradición reformista que la mayoría de los historiadores catalanes, nacionalistas o no, atribuyen a la voluntad e influencia de los primeros Borbones, en su intento de modernizar las estructuras económicas de España, creando con ello el marco político para la reconstrucción económica de Cataluña, en la que tuvieron papel protagonista los llamados Tres Cuerpos de Comercio, institución que logró la expansión de las producciones catalanas por el mercado español y el americano, y reforzó industrialmente a Cataluña mediante la reconstrucción de la armada real y la relación con la Italia borbónica.
Así lo reconocen muchos historiadores cuya obra ha sido recensada por el catedrático de la universidad de Lérida Roberto Fernández, autor del libro “Cataluña y el absolutismo borbónico”, del que me he ocupado varias veces en esta columna tratando de indagar en las raíces de la alienación entre los nacionalistas catalanes y gran parte de la opinión española, por un lado, y entre los propios historiadores catalanes, divididos en esta materia entre los que culpan a los Borbones de la pérdida de las “libertades”, y los que atribuyen a esos mismos Borbones haber creado condiciones políticas y económicas favorables al desarrollo económico y social de Cataluña.
Todavía borbónicos y austracistas
En mi anterior artículo (“Sigue viva la tensión entre Borbones y nacionalistas catalanes”, 14 de enero 2016) seguí a Fernández hasta la época contemporánea, a su examen de dos historiadores que no siguen la pauta nacionalista, caracterizada por su impronta unas veces romántica, y otras antihistóricamente reivindicativa de los reyes de la Casa de Austria, sino otra corriente más profesional, que adopta las técnicas de investigación más actualizadas: Jaume Vicens Vives y Pierre Vilar. Como señalé, ninguno de estos dos autores hace reivindicación de las supuestas libertades perdidas, ni acuden a la identidad catalana como explicación de la evolución histórica de Cataluña, sino que hacen hincapié en los fenómenos sociales, el juego diplomático de potencias, la evolución de las tecnologías y los intercambios de comercio, etc. En fin, un modo de escribir historia que evita las distorsiones propias de algo tan subjetivo como el irredentismo territorial y cultural. Para Fernández, este último modo de escribir historia es “el lamento por la ‘desnacionalización’ del país catalán”. Y sobre la obra de Vilar, Fernández precisa: en él “no hay cabida para el discurso de los agravios, para el victimismo histórico… Ni tampoco para el concepto ideológico de ‘desnacionalización’”.
Los dos autores, Vicens y Vilar, dejaron escuela. Sus discípulos y lectores, como Pedro Voltes Bou, Joan Mercader Riba y Joan Reglá, enmarcarán sus interpretaciones de Cataluña a raíz de la guerra de Sucesión lejos del lamento por las libertades, y la explicarán como resultado de la lucha entre grandes potencias, como oportunidad para rectificar un institucionalismo catalán desfasado, y origen tanto de una lucha social intestina (borbónicos frente a austracistas), como también motor de un notorio despegue económico.
La historiografía se politiza
J. A. González Casanova cree que con la llegada de los Borbones lo que Cataluña perdió fue una autonomía “feudal inserta en una monarquía”, y “no un estado catalán”. Bajo la nueva dinastía, Cataluña vivió un periodo “claramente positivo para los intereses de unas clases dominantes que decidieron no utilizar los sentimientos populares de identidad”, y participaron “en la creación de un nuevo Estado borbónico más moderno y más español”, aunque a la postre el resultado fue “un mosaico de diferentes territorios con una fuerte atracción por la unidad”.
González Casanova simboliza la inmersión de los estudios históricos sobre Cataluña en las corrientes políticas del momento. De la Transición, concretamente, cuando el nacionalismo, como reivindicación, hace fuerte eclosión en la historiografía catalana. Roberto Fernández caracteriza ese periodo como la reinterpretación de “el paradigma filoaustracista desde posiciones progresistas”. En el caso de Casanova, desde el marxismo.
Fernández no lo dice, pero éste es el momento para la eclosión de los “políticos historiadores”. El primero que cita es Joaquín Nadal (partido socialista de Cataluña, PSC). Según Nadal, con los Borbones Cataluña perdió su sistema propio de gobierno, es decir, una parte de su identidad, aunque admita que el sistema servía para que determinadas clases sociales “se reservaran una serie de beneficios propios de su status estamental y privilegiado”.
Otro político, Ernest Lluch, sostiene que el s. XVIII fue menos desnacionalizador de lo que Soldevila había tratado de probar. Se recordará que su corriente política (PSC), fue uno de los motores del estado de las autonomías, inscrito en la Constitución Española. La ‘Renaixença” de Cataluña, según Lluch, no se debió tanto a las reivindicaciones románticas del pasado sino al Siglo de las Luces, o Ilustrado (coincidiendo con los primeros Borbones). Según esta corriente, las reivindicaciones ‘provincialistas’ del XVIII se convierten en federalistas en el XIX, y culminan en el XX con la restauración de la Generalidad y la autonomía de Cataluña.
Frente a esta corriente se eleva otra, que profundiza en el hipotético alcance que hubiera tenido el desarrollo político de Cataluña bajo los Austrias, y que hubiese dado lugar a un país soberano, y adelantado de las democracias capitalistas europeas. Aparece, pues, la denuncia de los gobiernos borbónicos como un intento de castellanización de Cataluña, con un programa de erradicación del catalán. Así, Joaquim Albareda, quien pensaba que el modelo político austracista no fracasó por incapacidad sino por la fuerza de las armas, aunque atribuye en gran parte su derrota a las manipulaciones diplomáticas de Inglaterra, que primero alentó al archiduque Carlos y la rebelión catalana, y luego abandonó su causa.
Como habrá observado el lector, con estos últimos párrafos nos hemos introducido en la época contemporánea, la del nacionalismo militante y su conversión al independentismo. Se trata de los años del pujolismo político, altamente equívoco al tiempo que cuidadosamente diseñado como plan estratégico orientado hacia lograr la independencia. Quede para otro día.