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La guerra contra el efectivo y sus intereses ocultos

14552889487201Recientemente, el Banco Central Europeo (BCE) ha anunciado su intención de dejar de de fabricar billetes de 500 euros, en un movimiento que dicen está destinado a obstaculizar el fraude y el lavado de dinero negro, propiciando un duro golpe a la economía sumergida.  Mientras que el propósito declarado es detener la delincuencia financiera, otros han especulado que esta medida es parte de una reciente guerra contra el efectivp, con el objetivo de eliminar el dinero físico de la economía. Una carrera de fondo para debilitar las divisas con el propósito de estimular las economías decaídas en todo el mundo, que en última instancia puede ver una eliminación completa de dinero en efectivo de papel a favor del dinero electrónico que no debe confundirse con una moneda digital, como por ejemplo el Bitcoin, sino más bien las monedas fiduciarias almacenados como entradas en las cuentas bancarias.

En la actualidad, el número de billetes de 500 euros en circulación representa a más de 300.000 millones euros, o casi un tercio de todo el efectivo en euros pendiente de pago. El aferrarse a dinero en efectivo física es exactamente lo que producen este escenario de tipos ultrabajos sin inflación alguna y el BCE y pretende disuadir. Debido a que es relativamente fácil de acumular dinero en efectivo utilizando billetes de 500 euros, la eliminación de ellos beneficiaría a la autoridad monetaria por lo que es cada vez más difícil evitar la política de tipo de interés negativo (NIRP) mandato. Asimismo, las alternativas refugio del papel moneda son  activos físicos.

La eliminación de los billetes de banco de alta denominación pueden debilitar efectivamente una moneda en los mercados mundiales de divisas. Sin una cuenta euro alto valor, las personas que quieren llevar a cabo efectivo (en lugar de gastarlo) va a cambiar sus euros por denominaciones más altas en otras monedas, como por ejemplo los francos suizos que tienen el billete de 1.000 francos suizos que suponen, al tipo de cambio actual, 915 euros.

El papel moneda también hace que sea fácil para la gente a retirar grandes sumas de dinero de sus bancos, que pueden ser una consecuencia de los pánicos bancarios, por lo que en un sistema bancario de reserva fraccionaria, sería una medida de disuasión. Debemos de entender que si los bancos tienen que pagar tasas de interés negativas persistentemente a los bancos centrales, en última instancia, trasladarán de un modo a otro el coste a los clientes. Si un banco le cobra interés negativo del 1% de sus depósitos, seremos mucho más propensos a retirar el efectivo. Por lo tanto, eliminando los billetes de gran denominación, sería una barrera que obstaculizaría los elevados reintegros, propiciando una estabilidad mayor al sistema financiero.

El Banco Central Europeo no está solo en esta reciente guerra contra el efectivo, en el Reino Unido se han alzado voces que han pedido una prohibición de los billetes de 50 £ con el fin de “combatir el terrorismo”, y un ex director general de Standard Chartered Bank, Peter Sands, se ha posicionado contra el billete de 100 dólares, para que éste se elimine de los Estados Unidos.

Sin embargo, siendo realistas, la eliminación de dinero en efectivo es probable que no ataje al crimen como muchos podrían pensar. De hecho, existen múltiples formas de eludir la necesidad de dinero en efectivo, y lo que es peor, cortando efectivo sólo puede conducir organizaciones criminales para innovar y utilizar tarjetas de prepago, la moneda digital, o cheques bancarios, evitando así el cumplimiento de la ley.

La guerra contra el efectivo ha comenzado con la propuesta del Banco Central Europeo para deshacerse del billete de 500 euros. Mientras que el argumento a favor de la medida es que estos billetes grandes ayudan en la delincuencia financiera y al terrorismo, el motivo oculto puede ser que sea más difícil para los bancos y los consumidores para evitar la reciente moda de los tipos de interés negativos y que los depositantes tengan dificultades para aferrarse al dinero real.

Carlos Lopez

Redactor de Euribor.com.es. Escribiendo desde el 2006 sobre el Euribor, economía, finanzas, bolsa, hipotecas y ahorro

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  • Con Portugal a la cabeza, distintos sectores bancarios europeos se encaminan hacia reestructuraciones que han tardado demasiado en llegar. Los procesos de adquisición comienzan a sonar como parte de la respuesta. Como si de James Bond se tratase, se busca un cóctel bancario europeo con buenas mezclas pero sin agitación. Mientras que el eurogrupo daba ayer por concluido el programa de rescate a Chipre, se comienza a vislumbrar que los desórdenes mal resueltos de la crisis bancaria pueden traer nuevos problemas a Europa. Era preciso transparencia, saneamiento, recapitalización y reestructuración. Lo que ha variado a lo largo de Europa es el orden e intensidad con que se han añadido estos ingredientes. En Portugal, algunas de sus entidades financieras más señeras pasaron por problemas muy importantes, como Banco Espírito Santo. La parte supuestamente saneada de esta entidad, a la que se llamó Novo Banco, no pudo ser vendida el pasado año y ahora las autoridades portuguesas optarán por un segundo intento. Lo que no parece que puedan permitirse —ni que sea del todo conveniente— es nacionalizar Novo Banco. También intentan las autoridades lusas poner orden en otras entidades, como en Grupo BPI, donde han persistido hasta la fecha vetos no muy justificables para que pueda reforzarse el capital y el gobierno corporativo. Para acabar con la agitación, parece que una mezcla adecuada es la solución. La banca española va a aumentar su presencia en Portugal. Lo está haciendo y puede llegar este año al 30% de cuota.

    Otros cócteles están pendientes. En Italia ha habido una falta manifiesta de casi todo. La reestructuración ha estado circunscrita a muy pocas entidades y la debilidad de otras es preocupante. Si la información mejorase y se levantasen ciertas resistencias arraigadas, una mayor presencia de banca extranjera también podría ser positiva en Italia. En términos sistémicos, preocupa también Alemania, donde los rescates fueron de gran magnitud pero el saneamiento se ha conducido con escasa transparencia y se evidencia una necesidad imperiosa de reestructuración. Salvo como maniobra de distracción, cuesta entender la obsesión alemana por penalizar la deuda pública en balance de otros bancos europeos mientras persiste, una opacidad importante sobre la cartera de productos estructurados de su propia banca. En Reino Unido ha habido un saneamiento con rescates descomunales pero las pérdidas se extienden en algunos casos por graves problemas de estructura y eficiencia. Queda camino por recorrer.

    En cuanto a España, tal vez sea uno de los países que más duras condiciones ha tenido que soportar y en el que el orden de los factores no ha sido siempre óptimo pero es tal vez hoy el sector bancario más transparente y reestructurado de Europa. Con tareas pendientes pero bien delimitadas. Las fusiones no son siempre la solución ni siempre están bien diseñadas pero lo que vemos ahora es una ordenación propia del mercado, de excesos de oferta.

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  • España vive un momento dulce en la financiación del déficit público. La caída de los tipos de interés ha permitido emisiones a tipos negativos, algo jamás visto. Sin embargo, este panorama idílico tiene enemigos a la vuelta de la esquina. La crisis china y la caída del precio del petróleo, sumados a la incertidumbre en cuanto a la formación de Gobierno, tras el rechazo en el Congreso a la investidura de Pedro Sánchez, pueden constituir un lastre para las próximas subastas de títulos del Estado. Si los tipos subieran un punto habría que pagar 2.300 millones más por esta deuda.

    La tar­danza en la for­ma­ción de Gobierno prác­ti­ca­mente ha pa­ra­li­zado las in­ver­siones ex­tran­jeras en em­presas es­paño­las, como in­dican fuentes coin­ci­den­tes. Esta ame­naza pende tam­bién sobre el mer­cado de deuda, en el que sin sa­berlo, cada es­pañol de­berá re­novar nada menos que 5.000 euros du­rante este año. Esa es la parte que le co­rres­ponde de los 230.000 mi­llones de euros que el Gobierno de­berá captar en los mer­cados para volver a fi­nan­ciar tí­tulos de deuda que amor­tizan en este ejer­ci­cio.

    Los in­ver­sores no re­si­dentes son los prin­ci­pales com­pra­dores de la deuda es­pañola. Cuentan con 312.311 mi­llones de eu­ros, según los úl­timos datos de cierre del pa­sado ejer­ci­cio. Los datos son de po­si­ciones reales, lo que se de­no­mina car­tera a ven­ci­miento (a la car­tera re­gis­trada suma las ce­siones tem­po­rales de ac­tivos rea­li­zadas y resta las com­pras tem­po­rales de tí­tu­los).

    En medio de la in­cer­ti­dumbre in­ter­na­cional y do­més­tica, no re­sulta des­car­table nunca una subida de los tipos de in­terés y si eso su­ce­diera, por cada alza de un punto, el coste de fi­nan­cia­ción en sólo este ejer­cicio se ele­varía a la nada des­pre­ciable cifra de 2.300 mi­llones de eu­ros.

    Los ex­tran­jeros po­seen el 44,28% de la deuda es­pañola a medio y largo plazo y si la in­cer­ti­dumbre per­siste po­dría de­te­riorar la fi­nan­cia­ción del dé­fi­cit. Entre los no re­si­den­tes, los in­ver­sores chinos son los más po­de­ro­sos.

    El mi­nistro de Asuntos Exteriores, José Manuel García –Margallo, ha seña­lado re­cien­te­mente que po­seen el 20% de la deuda, lo que su­pon­dría unos 180.000 mi­llones de eu­ros. Si los chinos se vieran en la ne­ce­sidad de re­pa­triar ca­pi­tales por la cri­sis, algo nada des­ca­be­llado, ti­ra­rían al alza de las ren­ta­bi­li­dades de la deuda.

    Presión

    Los bancos es­paño­les, gra­cias al di­nero a precio de saldo que ha pro­por­cio­nado en los úl­timos años el Banco Central Europeo (BCE) se han in­flado a com­prar deuda pú­blica. Lo han hecho porque esta in­ver­sión les ofrecía tipos del 3% o 4% casi sin coste de fi­nan­cia­ción, al con­se­guir di­nero a precio de saldo. Disponen de bonos y obli­ga­ciones por valor de 180.156 mi­llones de eu­ros, el 25,54 % de la deuda a medio y largo plazo.

    El pro­blema es que hasta ahora, la deuda de los es­tados en car­tera de la banca era con­si­de­rada como de riesgo cero. Alemania ha de­ci­dido aban­derar la po­si­ción con­tra­ria, la de que esos tí­tulos no están li­bres del riesgo de que algún es­tado deje de pagar su deuda.

    Mientras los países se ponen de acuerdo, Alemania y sus sa­té­lites pre­sionan para que los bancos re­duzcan bonos y obli­ga­ciones en car­tera. Y eso sería algo que pre­sio­naría tam­bién a la baja los pre­cios de los tí­tulos es­pañoles y al alza su tipo de in­te­rés. Si Alemania se im­pone en esta te­sis, los bancos no ten­drán más re­medio que llevar a cabo una una co­lo­ca­ción im­por­tante de tí­tulos en los mer­cados se­cun­da­rios.

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  • Inditex: En 15 meses gana 20.000 millones de capitalización. Santander, Telefónica y BBVA valen entre 32.000 y 53.000 millones menos

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  • # 6

    "fábricas". Más bien tallercillos minúsculos de poca especialización, completamente descapitalizados y en los que el I+D+i consistía en comprarse un audi Q7.

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  • El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, dejó entrever el miércoles 9 una posible explicación de su evidente animadversión al presidente del gobierno en ejercicio, Mariano Rajoy. Una animadversión que está envenenando el proceso de consultas entre las fuerzas políticas para elegir un presidente de gobierno y pactar la composición de éste.

    En una en­tre­vista en Cuatro TV, Sánchez la­mentó que cuantas veces se reunió con Rajoy, des­pués de ser ele­gido se­cre­tario ge­neral del PSOE, para ex­po­nerle lo que a su pa­recer había que re­formar en la cons­ti­tu­ción y qué hacer para en­frentar el pro­blema plan­teado por el se­pa­ra­tismo ca­ta­lán, “desgraciadamente, me ha hecho muy poco caso en mu­chas de las cosas que tra­ta­mos”. Bueno, cual­quiera diría que ése no es mo­tivo para en­fa­darse tanto; es algo muy co­rriente entre fuerzas ideo­ló­gi­ca­mente opues­tas.

    Esta ex­pli­ca­ción, ¿es todo lo que Sánchez tiene contra Rajoy? ¿Una cues­tión per­so­nal? ¿Un pique de or­gu­llo? Pues sí, debe ser eso; algo per­so­nal, ya que Sánchez no de­bería tomar la dis­tancia ideo­ló­gica entre el par­tido po­pular y el so­cia­lista como ex­cusa para ne­garse a ha­blar con el que ha sido jefe de go­bierno con la ma­yoría par­la­men­taria más fuerte en lo que va de este siglo (2011), quien además ob­tuvo ma­yoría re­la­tiva en las elec­ciones del 20 del pa­sado di­ciem­bre. En de­mo­cracia se habla con el diablo si el diablo se sienta en el he­mi­ci­clo, sobre todo cuando es la fuerza más vo­tada en los nuevos con­greso y se­nado y, si además y muy po­si­ble­mente, va a ser im­pres­cin­dible como socio o apoyo, si Sánchez quiere evitar que el débil go­bierno que pre­tende formar quede a merced de fuerzas ex­tre­mis­tas.

    Sánchez arro­lló… dentro del PSOE

    Sánchez ha te­nido una ful­gu­rante ca­rrera po­lí­tica, Elegido se­cre­tario ge­neral del PSOE en julio de 2014, en año y medio ha hur­tado el cuerpo a las ase­chanzas de mu­chos ‘barones’; le ha ‘robado’ el li­de­razgo par­ti­dario a la pre­si­denta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz; se le ha so­me­tido el co­mité eje­cu­tivo, y ha lo­grado la apro­ba­ción de su can­di­da­tura y pro­grama por parte del co­mité fe­de­ral. Ha “arrollado” dentro del PSOE.

    Podía ha­cerlo; no era tan di­fí­cil. El PSOE era un par­tido des­mo­ra­li­zado por las bajas ex­pec­ta­ti­vas, como muestra el hecho de que gran parte de sus bases de poder te­rri­to­rial de­penden de fuerzas aje­nas, y está tan to­cado o más por la co­rrup­ción que el PP. En fin, un par­tido des­mo­ra­li­zado por los peores re­sul­tados de su his­toria con­tem­po­rá­nea.

    Sánchez lo ha des­per­tado no con suaves in­ti­ma­ciones a le­van­tarse de la cama y em­prender la jor­nada, sino a gri­tos. Ése es su es­tilo ora­torio tí­pico: una ame­tra­lla­dora de slo­ganes par­ti­da­rios, otra de des­ca­li­fi­ca­ciones de las fuerzas con­tra­rias, y un ‘in cres­cendo’ de la voz, en plan arenga, hasta pro­rrumpir en es­tri­dentes gritos con­mi­na­to­rios a la ac­ción, a la lucha ideo­ló­gica y a echar al ad­ver­sa­rio, par­ti­cu­lar­mente al PP, del sis­tema. En fin, un es­tilo ora­torio que puede ser usado tanto por un líder de­mo­crá­tico en apu­ros, uno po­pu­lista o cual­quier de­ma­gogo, y que mu­chas veces es la sola ga­rantía de éxito.

    ¿En que ha con­sis­tido el pro­grama de la cam­paña elec­toral de Sánchez? En re­vocar la ley de re­forma la­boral in­tro­du­cida por el go­bierno del PP, tam­bién la lla­mada ‘ley mor­da­za’, un diá­logo in­de­fi­nido con Cataluña, in­vo­ca­ciones a arre­glar este pro­blema con la re­forma de la cons­ti­tu­ción, fondos para la su­puesta emer­gencia so­cial en que pa­rece que es­tamos su­mer­gi­dos, ne­go­ciar con la Unión Europea el plan de re­duc­ción del dé­ficit (en contra de las pe­ti­ciones de la Unión), y poco más. Bien, lo nor­mal. Una cam­paña elec­toral no es el medio fa­vo­rable a un de­bate con­du­cente, como se­rían los de una co­mi­sión par­la­men­ta­ria, que debe en­trar en los de­ta­lles y las en­tre­telas téc­nicas para hacer buenas le­yes.

    Así que, des­pués de ob­servar el cre­ci­miento de la le­yenda de Pedro Sánchez bajo el prisma de las elec­ciones del 20-D, y verlo, desde que asumió la can­di­da­tura so­cia­lista, po­seído por el fre­nesí de tener que im­po­nerse a su par­tido, de darse a co­nocer al elec­to­rado y de ade­centar su de­rrota elec­to­ral, lo en­con­tramos ahora bus­cando su par­ti­cular sa­lida del la­be­rinto de si­glas en que se ha per­dido; un la­be­rinto en que se en­tre­cruzan frentes ideo­ló­gicos an­ta­gó­ni­cos, de im­po­sible com­bi­na­to­ria, los cuales no le ase­guran los nú­meros que hi­cieran po­sible su im­pro­bable se­gundo en­cargo de in­ves­ti­dura.

    Todo em­pezó con un in­sulto

    Sánchez ha tra­tado de su­perar el es­trecho margen po­lí­tico de que dis­pone (90 dipu­tados) con una com­bi­na­toria de mo­delos ideo­ló­gi­cos, ves­tidos a modo de ofertas co­mer­ciales de vi­trina: pri­mero fue el go­bierno “progresista y de iz­quier­das”, luego “un go­bierno de pro­gre­so”, el pe­núl­timo un “gobierno del cam­bio”, y el del miér­coles “transversal, que pueda llegar al centro de­recha y que pueda re­pre­sentar a la iz­quier­da”. Y por su­puesto, que “no va a ser par­ti­dista, no va a ser mo­no­co­lor”. Y para darle co­lor, Sánchez ha ape­lado a Podemos, a pesar de que su líder le ha re­cha­zado una vez y otra. “Espero que Pablo Iglesias re­ca­pa­ci­te”, rogó Sánchez al cau­dillo ‘morado’ en sus de­cla­ra­ciones a Cuatro.

    El punto ciego que Sánchez sufre con res­pecto al PP y Mariano Rajoy, como si es­tu­viera se­guro de que no los ne­ce­sita para nada, ni para que se abs­tengan en un se­gundo voto de in­ves­ti­dura, y mucho menos para com­partir un go­bierno de coa­li­ción, es di­fícil de ex­plicar en tér­minos es­tric­ta­mente po­lí­ti­cos.

    Dado que de­bajo cual­quier líder está siempre el hombre que da cuenta del ca­rácter y las cua­li­dades de que aquél dis­pone para ejercer el ofi­cio, uno es­carba en su me­moria el mo­mento, el epi­so­dio, en que el po­lí­tico fue trai­cio­nado por el hombre que hay de­bajo.

    Tengo para mí que ese mo­mento fue cuando Sánchez, en la única con­fron­ta­ción pú­blica de la cam­paña elec­toral del 20-D con el jefe de go­bierno en ejer­ci­cio, Rajoy, em­pezó tra­tando de aco­rra­larlo desde el mi­nuto uno en base a los casos de co­rrup­ción que afectan al PP (como si el PSOE tu­viera las manos im­po­lu­tas), para cul­minar el ob­je­tivo tác­tico que se pro­ponía con un in­sulto di­recto: “Usted, Sr. Rajoy, no es una per­sona de­cen­te”. Con este brutal exa­brupto, Sánchez ‘robó’ a los elec­tores el de­recho a un de­bate se­reno, ilu­mi­na­dor. Sánchez, sen­ci­lla­mente, pre­firió ser el Trump es­pañol “avant la let­tre”.

    Desde ese mo­mento, desde ese error ga­rra­fal, Sánchez no hace más que tratar de de­mos­trar que hizo bien, que el otro se lo me­recía y que lo vol­vería a ha­cer, como no se cansa de in­si­nuar cons­tan­te­mente al decir que nunca se re­unirá con Rajoy para tratar de salir juntos de la crisis de go­bierno.

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