En la actualidad, el número de billetes de 500 euros en circulación representa a más de 300.000 millones euros, o casi un tercio de todo el efectivo en euros pendiente de pago. El aferrarse a dinero en efectivo física es exactamente lo que producen este escenario de tipos ultrabajos sin inflación alguna y el BCE y pretende disuadir. Debido a que es relativamente fácil de acumular dinero en efectivo utilizando billetes de 500 euros, la eliminación de ellos beneficiaría a la autoridad monetaria por lo que es cada vez más difícil evitar la política de tipo de interés negativo (NIRP) mandato. Asimismo, las alternativas refugio del papel moneda son activos físicos.
La eliminación de los billetes de banco de alta denominación pueden debilitar efectivamente una moneda en los mercados mundiales de divisas. Sin una cuenta euro alto valor, las personas que quieren llevar a cabo efectivo (en lugar de gastarlo) va a cambiar sus euros por denominaciones más altas en otras monedas, como por ejemplo los francos suizos que tienen el billete de 1.000 francos suizos que suponen, al tipo de cambio actual, 915 euros.
El papel moneda también hace que sea fácil para la gente a retirar grandes sumas de dinero de sus bancos, que pueden ser una consecuencia de los pánicos bancarios, por lo que en un sistema bancario de reserva fraccionaria, sería una medida de disuasión. Debemos de entender que si los bancos tienen que pagar tasas de interés negativas persistentemente a los bancos centrales, en última instancia, trasladarán de un modo a otro el coste a los clientes. Si un banco le cobra interés negativo del 1% de sus depósitos, seremos mucho más propensos a retirar el efectivo. Por lo tanto, eliminando los billetes de gran denominación, sería una barrera que obstaculizaría los elevados reintegros, propiciando una estabilidad mayor al sistema financiero.
El Banco Central Europeo no está solo en esta reciente guerra contra el efectivo, en el Reino Unido se han alzado voces que han pedido una prohibición de los billetes de 50 £ con el fin de “combatir el terrorismo”, y un ex director general de Standard Chartered Bank, Peter Sands, se ha posicionado contra el billete de 100 dólares, para que éste se elimine de los Estados Unidos.
Sin embargo, siendo realistas, la eliminación de dinero en efectivo es probable que no ataje al crimen como muchos podrían pensar. De hecho, existen múltiples formas de eludir la necesidad de dinero en efectivo, y lo que es peor, cortando efectivo sólo puede conducir organizaciones criminales para innovar y utilizar tarjetas de prepago, la moneda digital, o cheques bancarios, evitando así el cumplimiento de la ley.
La guerra contra el efectivo ha comenzado con la propuesta del Banco Central Europeo para deshacerse del billete de 500 euros. Mientras que el argumento a favor de la medida es que estos billetes grandes ayudan en la delincuencia financiera y al terrorismo, el motivo oculto puede ser que sea más difícil para los bancos y los consumidores para evitar la reciente moda de los tipos de interés negativos y que los depositantes tengan dificultades para aferrarse al dinero real.
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Con Portugal a la cabeza, distintos sectores bancarios europeos se encaminan hacia reestructuraciones que han tardado demasiado en llegar. Los procesos de adquisición comienzan a sonar como parte de la respuesta. Como si de James Bond se tratase, se busca un cóctel bancario europeo con buenas mezclas pero sin agitación. Mientras que el eurogrupo daba ayer por concluido el programa de rescate a Chipre, se comienza a vislumbrar que los desórdenes mal resueltos de la crisis bancaria pueden traer nuevos problemas a Europa. Era preciso transparencia, saneamiento, recapitalización y reestructuración. Lo que ha variado a lo largo de Europa es el orden e intensidad con que se han añadido estos ingredientes. En Portugal, algunas de sus entidades financieras más señeras pasaron por problemas muy importantes, como Banco Espírito Santo. La parte supuestamente saneada de esta entidad, a la que se llamó Novo Banco, no pudo ser vendida el pasado año y ahora las autoridades portuguesas optarán por un segundo intento. Lo que no parece que puedan permitirse —ni que sea del todo conveniente— es nacionalizar Novo Banco. También intentan las autoridades lusas poner orden en otras entidades, como en Grupo BPI, donde han persistido hasta la fecha vetos no muy justificables para que pueda reforzarse el capital y el gobierno corporativo. Para acabar con la agitación, parece que una mezcla adecuada es la solución. La banca española va a aumentar su presencia en Portugal. Lo está haciendo y puede llegar este año al 30% de cuota.
Otros cócteles están pendientes. En Italia ha habido una falta manifiesta de casi todo. La reestructuración ha estado circunscrita a muy pocas entidades y la debilidad de otras es preocupante. Si la información mejorase y se levantasen ciertas resistencias arraigadas, una mayor presencia de banca extranjera también podría ser positiva en Italia. En términos sistémicos, preocupa también Alemania, donde los rescates fueron de gran magnitud pero el saneamiento se ha conducido con escasa transparencia y se evidencia una necesidad imperiosa de reestructuración. Salvo como maniobra de distracción, cuesta entender la obsesión alemana por penalizar la deuda pública en balance de otros bancos europeos mientras persiste, una opacidad importante sobre la cartera de productos estructurados de su propia banca. En Reino Unido ha habido un saneamiento con rescates descomunales pero las pérdidas se extienden en algunos casos por graves problemas de estructura y eficiencia. Queda camino por recorrer.
En cuanto a España, tal vez sea uno de los países que más duras condiciones ha tenido que soportar y en el que el orden de los factores no ha sido siempre óptimo pero es tal vez hoy el sector bancario más transparente y reestructurado de Europa. Con tareas pendientes pero bien delimitadas. Las fusiones no son siempre la solución ni siempre están bien diseñadas pero lo que vemos ahora es una ordenación propia del mercado, de excesos de oferta.
"Retribuir con acciones es como invitarte a cenar con tu propia cartera": https://www.unience.com/blogs-economia-finanzas/eleconomista/daniel_lacalle_retribuir_con_acciones_es_como_invitarte_a_cenar_con_tu_propia_cartera …
España vive un momento dulce en la financiación del déficit público. La caída de los tipos de interés ha permitido emisiones a tipos negativos, algo jamás visto. Sin embargo, este panorama idílico tiene enemigos a la vuelta de la esquina. La crisis china y la caída del precio del petróleo, sumados a la incertidumbre en cuanto a la formación de Gobierno, tras el rechazo en el Congreso a la investidura de Pedro Sánchez, pueden constituir un lastre para las próximas subastas de títulos del Estado. Si los tipos subieran un punto habría que pagar 2.300 millones más por esta deuda.
La tardanza en la formación de Gobierno prácticamente ha paralizado las inversiones extranjeras en empresas españolas, como indican fuentes coincidentes. Esta amenaza pende también sobre el mercado de deuda, en el que sin saberlo, cada español deberá renovar nada menos que 5.000 euros durante este año. Esa es la parte que le corresponde de los 230.000 millones de euros que el Gobierno deberá captar en los mercados para volver a financiar títulos de deuda que amortizan en este ejercicio.
Los inversores no residentes son los principales compradores de la deuda española. Cuentan con 312.311 millones de euros, según los últimos datos de cierre del pasado ejercicio. Los datos son de posiciones reales, lo que se denomina cartera a vencimiento (a la cartera registrada suma las cesiones temporales de activos realizadas y resta las compras temporales de títulos).
En medio de la incertidumbre internacional y doméstica, no resulta descartable nunca una subida de los tipos de interés y si eso sucediera, por cada alza de un punto, el coste de financiación en sólo este ejercicio se elevaría a la nada despreciable cifra de 2.300 millones de euros.
Los extranjeros poseen el 44,28% de la deuda española a medio y largo plazo y si la incertidumbre persiste podría deteriorar la financiación del déficit. Entre los no residentes, los inversores chinos son los más poderosos.
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García –Margallo, ha señalado recientemente que poseen el 20% de la deuda, lo que supondría unos 180.000 millones de euros. Si los chinos se vieran en la necesidad de repatriar capitales por la crisis, algo nada descabellado, tirarían al alza de las rentabilidades de la deuda.
Presión
Los bancos españoles, gracias al dinero a precio de saldo que ha proporcionado en los últimos años el Banco Central Europeo (BCE) se han inflado a comprar deuda pública. Lo han hecho porque esta inversión les ofrecía tipos del 3% o 4% casi sin coste de financiación, al conseguir dinero a precio de saldo. Disponen de bonos y obligaciones por valor de 180.156 millones de euros, el 25,54 % de la deuda a medio y largo plazo.
El problema es que hasta ahora, la deuda de los estados en cartera de la banca era considerada como de riesgo cero. Alemania ha decidido abanderar la posición contraria, la de que esos títulos no están libres del riesgo de que algún estado deje de pagar su deuda.
Mientras los países se ponen de acuerdo, Alemania y sus satélites presionan para que los bancos reduzcan bonos y obligaciones en cartera. Y eso sería algo que presionaría también a la baja los precios de los títulos españoles y al alza su tipo de interés. Si Alemania se impone en esta tesis, los bancos no tendrán más remedio que llevar a cabo una una colocación importante de títulos en los mercados secundarios.
Los embargos de la burbuja: el 60% de las hipotecas ejecutadas se firmó en 2005-2008 http://www.elmundo.es/economia/2016/03/04/56d8a477e2704ed96b8b457c.html …
España tiene hoy 49.684 'fábricas' menos que en 2008 http://www.elmundo.es/economia/2016/03/08/56ddc004e2704e180a8b4602.html …
Inditex: En 15 meses gana 20.000 millones de capitalización. Santander, Telefónica y BBVA valen entre 32.000 y 53.000 millones menos
# 6
"fábricas". Más bien tallercillos minúsculos de poca especialización, completamente descapitalizados y en los que el I+D+i consistía en comprarse un audi Q7.
Tras 1 año de QE de BCE, lo más rentable habría sido comprar deuda del "núcleo duro" http://dlvr.it/KkbqzH
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El S&P500 7 años después de mínimos http://dlvr.it/Kkr8H9
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Viñeta del tapón http://dlvr.it/KkWTl7
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, dejó entrever el miércoles 9 una posible explicación de su evidente animadversión al presidente del gobierno en ejercicio, Mariano Rajoy. Una animadversión que está envenenando el proceso de consultas entre las fuerzas políticas para elegir un presidente de gobierno y pactar la composición de éste.
En una entrevista en Cuatro TV, Sánchez lamentó que cuantas veces se reunió con Rajoy, después de ser elegido secretario general del PSOE, para exponerle lo que a su parecer había que reformar en la constitución y qué hacer para enfrentar el problema planteado por el separatismo catalán, “desgraciadamente, me ha hecho muy poco caso en muchas de las cosas que tratamos”. Bueno, cualquiera diría que ése no es motivo para enfadarse tanto; es algo muy corriente entre fuerzas ideológicamente opuestas.
Esta explicación, ¿es todo lo que Sánchez tiene contra Rajoy? ¿Una cuestión personal? ¿Un pique de orgullo? Pues sí, debe ser eso; algo personal, ya que Sánchez no debería tomar la distancia ideológica entre el partido popular y el socialista como excusa para negarse a hablar con el que ha sido jefe de gobierno con la mayoría parlamentaria más fuerte en lo que va de este siglo (2011), quien además obtuvo mayoría relativa en las elecciones del 20 del pasado diciembre. En democracia se habla con el diablo si el diablo se sienta en el hemiciclo, sobre todo cuando es la fuerza más votada en los nuevos congreso y senado y, si además y muy posiblemente, va a ser imprescindible como socio o apoyo, si Sánchez quiere evitar que el débil gobierno que pretende formar quede a merced de fuerzas extremistas.
Sánchez arrolló… dentro del PSOE
Sánchez ha tenido una fulgurante carrera política, Elegido secretario general del PSOE en julio de 2014, en año y medio ha hurtado el cuerpo a las asechanzas de muchos ‘barones’; le ha ‘robado’ el liderazgo partidario a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz; se le ha sometido el comité ejecutivo, y ha logrado la aprobación de su candidatura y programa por parte del comité federal. Ha “arrollado” dentro del PSOE.
Podía hacerlo; no era tan difícil. El PSOE era un partido desmoralizado por las bajas expectativas, como muestra el hecho de que gran parte de sus bases de poder territorial dependen de fuerzas ajenas, y está tan tocado o más por la corrupción que el PP. En fin, un partido desmoralizado por los peores resultados de su historia contemporánea.
Sánchez lo ha despertado no con suaves intimaciones a levantarse de la cama y emprender la jornada, sino a gritos. Ése es su estilo oratorio típico: una ametralladora de sloganes partidarios, otra de descalificaciones de las fuerzas contrarias, y un ‘in crescendo’ de la voz, en plan arenga, hasta prorrumpir en estridentes gritos conminatorios a la acción, a la lucha ideológica y a echar al adversario, particularmente al PP, del sistema. En fin, un estilo oratorio que puede ser usado tanto por un líder democrático en apuros, uno populista o cualquier demagogo, y que muchas veces es la sola garantía de éxito.
¿En que ha consistido el programa de la campaña electoral de Sánchez? En revocar la ley de reforma laboral introducida por el gobierno del PP, también la llamada ‘ley mordaza’, un diálogo indefinido con Cataluña, invocaciones a arreglar este problema con la reforma de la constitución, fondos para la supuesta emergencia social en que parece que estamos sumergidos, negociar con la Unión Europea el plan de reducción del déficit (en contra de las peticiones de la Unión), y poco más. Bien, lo normal. Una campaña electoral no es el medio favorable a un debate conducente, como serían los de una comisión parlamentaria, que debe entrar en los detalles y las entretelas técnicas para hacer buenas leyes.
Así que, después de observar el crecimiento de la leyenda de Pedro Sánchez bajo el prisma de las elecciones del 20-D, y verlo, desde que asumió la candidatura socialista, poseído por el frenesí de tener que imponerse a su partido, de darse a conocer al electorado y de adecentar su derrota electoral, lo encontramos ahora buscando su particular salida del laberinto de siglas en que se ha perdido; un laberinto en que se entrecruzan frentes ideológicos antagónicos, de imposible combinatoria, los cuales no le aseguran los números que hicieran posible su improbable segundo encargo de investidura.
Todo empezó con un insulto
Sánchez ha tratado de superar el estrecho margen político de que dispone (90 diputados) con una combinatoria de modelos ideológicos, vestidos a modo de ofertas comerciales de vitrina: primero fue el gobierno “progresista y de izquierdas”, luego “un gobierno de progreso”, el penúltimo un “gobierno del cambio”, y el del miércoles “transversal, que pueda llegar al centro derecha y que pueda representar a la izquierda”. Y por supuesto, que “no va a ser partidista, no va a ser monocolor”. Y para darle color, Sánchez ha apelado a Podemos, a pesar de que su líder le ha rechazado una vez y otra. “Espero que Pablo Iglesias recapacite”, rogó Sánchez al caudillo ‘morado’ en sus declaraciones a Cuatro.
El punto ciego que Sánchez sufre con respecto al PP y Mariano Rajoy, como si estuviera seguro de que no los necesita para nada, ni para que se abstengan en un segundo voto de investidura, y mucho menos para compartir un gobierno de coalición, es difícil de explicar en términos estrictamente políticos.
Dado que debajo cualquier líder está siempre el hombre que da cuenta del carácter y las cualidades de que aquél dispone para ejercer el oficio, uno escarba en su memoria el momento, el episodio, en que el político fue traicionado por el hombre que hay debajo.
Tengo para mí que ese momento fue cuando Sánchez, en la única confrontación pública de la campaña electoral del 20-D con el jefe de gobierno en ejercicio, Rajoy, empezó tratando de acorralarlo desde el minuto uno en base a los casos de corrupción que afectan al PP (como si el PSOE tuviera las manos impolutas), para culminar el objetivo táctico que se proponía con un insulto directo: “Usted, Sr. Rajoy, no es una persona decente”. Con este brutal exabrupto, Sánchez ‘robó’ a los electores el derecho a un debate sereno, iluminador. Sánchez, sencillamente, prefirió ser el Trump español “avant la lettre”.
Desde ese momento, desde ese error garrafal, Sánchez no hace más que tratar de demostrar que hizo bien, que el otro se lo merecía y que lo volvería a hacer, como no se cansa de insinuar constantemente al decir que nunca se reunirá con Rajoy para tratar de salir juntos de la crisis de gobierno.