Las ofertas especiales y los elevados descuentos más buscados después de los regalos de navidad a menudo son ofrecidos por los minoristas con el fin de atraer a los consumidores en sus tiendas. Algunos consumidores cazadores de gangas, incluso acampan durante la noche con el fin de asegurar un lugar en la fila en una tienda favorita.
Vayamos al terreno de los mercados… El dato de ventas del Black Friday tiene gran relevancia pues si los inversores observan que los números son fuertes, sería un indicador adelantado de la solidez de la economía y por lo tanto de las empresas cotizadas. Por el contrario, muchos lo tomarían como una señal de problemas si las ventas minoristas no pueden cumplir con las expectativas del Black Friday. La preocupación por la salud de la economía se magnifica si los consumidores perciben un ahorro excesivo, lo que puede dañar los índices bursátiles en el corto plazo.
Esas pérdidas en el corto plazo pueden no tienen correlación alguna con cerrar en negativo el año…
En el año 2008 (quizás el más intenso de la crisis financiera) tras Acción de Gracias y el Black Friday, el Dow Jones perdió el lunes un 6,6% en reacción a la noticia de que el Black Friday fue decepcionante para los negocios minoristas. Y, sin embargo, después de que la gran pérdida de dos días, el Dow Jones recuperó las pérdidas en las siguientes sesiones.
En 1997, en cambio, el Dow Jones funcionó bastante bien durante las dos siguientes sesiones de negociación de Acción de Gracias, ganando un 2,8%. Sin embargo, desde entonces y hasta el final de ese año, el Dow Jones perdió un 1,3%.
Por tanto podríamos tomar este dato como un buen indicador adelantado de la marcha de la economía, lo cual no quiere decir que prevea el comportamiento de la bolsa ya que ésta cada vez está más desconectada del mundo real…
Hola ¿Qué tal? Yo bien, gracias por preguntar. Ayer fue el día del saludo y…
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El consumo de gasolina se estancará en 2040 https://goo.gl/DZZTIY
http://www.gastroeconomy.com/2016/11/21-nuevas-estrellas-michelin-en-espana-en-2017/
el repunte de las yields soberanas originado tras la elección de Trump ha tenido continuidad esta semana, aunque de forma más pausada. Los inversores siguen anticipando una aceleración del crecimiento y de la inflación en los próximos trimestres fruto de una orientación fiscal más expansiva de la nueva Administración americana. El selloff de la deuda pública de EE. UU. también se está dejando notar en otras demarcaciones, como la eurozona y Japón. La yield del bund se situó en el 0,3%, su mayor nivel desde marzo, y la del bono japonés al mismo plazo alcanzó el 0,04%, en máximos desde febrero. En este contexto, el Banco de Japón mostró su disposición para comprar deuda pública de forma ilimitada con el fin de atajar un repunte indeseado de los tipos de interés. Por su parte, Yellen señaló ante el Congreso que una subida del tipo oficial «podría ser apropiada relativamente pronto», lo que apoya que la segunda subida de tipos se materialice en diciembre.
Los inversores reajustan sus expectativas sobre la normalización de los tipos de interés en EE. UU. Asumiendo que la Fed moverá ficha en diciembre, el mercado de futuros descuenta ahora una subida del tipo oficial en 2017 y dos en 2018. Ello compara con las expectativas antes de las elecciones en EE. UU. de ninguna subida en 2017 y de una en 2018.
La deuda de las Administraciones ha crecido 31.700 millones desde diciembre http://bit.ly/2geSDRY
http://www.grupoase.net/precio-luz-factura-electricidad/
La economía es una ciencia social, cada vez con más ingredientes experimentales y aquejada de males comunes a otras disciplinas: heterogeneidad en la calidad de su ejercicio y confusión entre ruido y prestigio. Los economistas hemos defraudado tanto por no verlas venir como por no articular con claridad qué remedios ofrecer para solucionar los graves problemas en los que hemos vuelto a caer.
Hay una cierta crisis de identidad en la ciencia económica y eso es bueno y malo a la vez. Por un lado, conviene remover los cimientos que están mal asentados o relativizar lo que sea preciso para poder explicar mejor la realidad y las alternativas de política económica. Por otro lado, existe un riesgo nada despreciable de que la heterodoxia se vuelva excesiva y se produzca un rechazo al academicismo que, para colmo de males, puede estar abanderado por algunos de los “pensadores” menos respetados dentro de la profesión, para una utilización mediática y, lo que es peor, por un populismo desaforado.
La situación que ahora vive Europa, retratada estos días en la prensa como la llamada de parte de la clase dirigente a recuperar las políticas fiscales, es un buen ejemplo. No sólo porque es preciso estimular el crecimiento en la Eurozona sino, también para reconectar con una sociedad que no entiende en qué le beneficia el gran experimento monetario.
Parte del debate lo abrió hace poco el economista jefe del Banco Mundial, Paul Romer, quien criticó y hasta satirizó lo que él consideraba una obsesión por los modelos matemáticos basados en una lista de suposiciones cuyo tamaño es inverso a su realismo. Sería injusto reconocer que esos modelos han proporcionado armas poderosas para lograr largos períodos de estabilidad económica pero también hay que admitir que son necesariamente parciales (aunque algunos se denominen de “equilibrio general”) y demasiado rígidos para aprehender la compleja realidad actual. La formación de expectativas y la capacidad para determinar el equilibrio a largo plazo son cuestiones delicadas. Una de las paradojas más duras que tal vez debamos internalizar es que en la era del big data y de la digitalización, la complejidad del entorno económico es mayor que la habilidad para comprenderla. Resuenan en mi cabeza las palabras que he escuchado en más de una ocasión del Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman sugiriendo que quien quiera explicar el largo plazo hoy en día, simplemente, miente. Deberíamos conformarnos —y no sería poco— con explicar cómo avanzar en el corto plazo por vías sostenibles y cómo estar preparados para shocks imprevistos.
La realidad es que estamos en la era de lo impensable y eso es suficientemente delicado como para ser prudentes. Sin embargo, lo que parece que gana predicamento, por fácil y simplista (no menos erróneo) son los “modelos” de soplar y sorber: los que aseguran que todos los deseos económicos son posibles y se pueden lograr en dos días sin coste o un coste asumible. ¿Quién frena este despropósito?
S. Carbó
Los profesores denuncian que cada vez son más cuestionados por los padres http://trib.al/g9Teg60
El gasto en pensiones sigue creciendo más rápido que las cotizaciones sociales http://bit.ly/2gjlgPC
“Es de mediana estatura, fuerte sin ser maciza, morena y guapa. No diríamos a primer contacto que es ambiciosa, aunque puede que lo sea, pues de otro modo no estaría donde está. Ahora trabaja jornadas de catorce y quince horas. Sabe ir al grano y no duda en entonar su voz, a la hora en que los demás terminan de comer y ella a empezar su refrigerio, con una copa de jerez enfriado en la nevera de su despacho. Es Rita Barberá, alcaldesa de Valencia desde hace cuatro meses y estrella ascendente del Partido Popular” (entrevista con el autor, Revista Madrid, 8 de noviembre 1991).
Así la vi, bien pasado el mediodía, en su despacho municipal poco después de su elección como alcaldesa de Valencia por acuerdo del Partido Popular con la Unión Valenciana liderada por Vicente González Lizondo, conocido popularmente como “Naranjito”, por haber seleccionado ese fruto como emblema de su partido. Barberá y Lizondo eran para entonces las ‘bestias negras’ del pancatalanismo, aquella ofensiva política vestida de ‘kulturkampf’ promovida desde el nacionalismo catalán para reforzar uno de los flancos débiles de los llamados ‘Països Catalans’, que había que extender, por designio de Jordi Pujol, desde Perpiñán hasta Alghero en Cerdeña. Pasando por la CV y las Baleares, claro. ¿Y por qué razón? Porque, según el nacionalismo norteño, en ese arco mediterráneo se habla catalán, cosa que nunca tuve oportunidad de confirmar en mis visitas a las dos ciudades mencionadas.
En aquel año, el partido socialista valenciano, que desde las primeras elecciones autonómicas había controlado la Generalidad y el Ayuntamiento, era la cabeza de playa del pancatalanismo, bajo la supervisión ideológica del ensayista Joan Fuster. Eran los años setenta y ochenta, hasta que empezó a ser frenado por las reticencias del último presidente socialista de la Generalidad, Joan Lerma, que no estaba muy dispuesto a conceder la pretendida primacía cultural e histórica de Cataluña sobre lo que fue antiguo Reino de Valencia, parte constitutiva pero soberana dentro de la corona de Aragón, y con dos siglos (XIV y XV) de esplendor cultural valenciano. En todo caso, los devaneos procatalanistas del PSPV costó a éste perder elecciones sucesivas en municipio y comunidad, hasta tiempos recientes, dejando un vacío ocupado por repetidos mandatos del PP en la Comunidad y de Barberá en su capital, que fueron tomados por unos como conquistas de amor y por otros como botín.
Individualismo valenciano. También creatividad
Aquel fue un periodo que, en lo que concierne a la ciudad de Valencia, contempló un brillante desarrollo, lleno de aciertos pero también tachonado de algún clamoroso fracaso.
Barberá comenzó la entrevista que me concedió poniendo por delante la herencia recibida: una deuda financiera de pts. 30.000 millones y otra de pagos por suministros y servicios de 50.000 millones. Esto suponía, me explicó, una carga financiera anual ‘cuatro mil y pico millones’.
A su entender, la que había sido desde algunos siglos la tercera ciudad de España en términos demográficos y económicos estaba siendo postergada por Barcelona y Sevilla, favorecidas ostentosamente por los gobiernos socialistas del momento. La primera en razón de las Olimpiadas, la segunda por la Expo 1992.
La ciudad, me dijo la alcaldesa, tiene “problema tremendos”: de seguridad, de drogas, de tráfico, de falta de dotaciones y servicios. El centro histórico se está cayendo, le hacen falta “miles de millones”. Los barrios periféricos, sin dotaciones. ¿Qué decir de las carreteras nacionales? La N-III, con cuatro de los diez peores puntos negros de la red española… ‘y los cuatro en la provincia de Valencia’. ¿Puente aéreo?: “cuando lo pedí, tararí que te vi”, exclamó.
Le pregunté por qué Valencia consigue menos que Barcelona y Sevilla. En la Comunidad, me dijo, hay “una falta de convocatoria común”, pero la experiencia histórica de los valencianos nos debería haber enseñado ya cómo “ser capaces de corregir nuestra tendencia al individualismo”.
Desde aquel negativo diagnóstico, mucho han cambiado las cosas de Valencia en los más de veinticuatro años de ‘reinado’ de Rita Barberá. Se menciona repetidamente la Valencia de barrios nuevos, con rascacielos y todo, y la Ciudad de las Artes y las Ciencias, pero esta mención pasa por alto obras que se unen a ella en una secuencia urbana continua, como el multikilométrico ajardinamiento del antiguo cauce del rio Turia, el Oceanográfico, el Palau de la Musica, el Palacio de Congresos, varios puentes monumentales, etc. También están el rescatado Jardín Botánico, la renovación del Mercado de Colón, una deliciosa pieza de arquitectura noucentista y, por fin, la restauración de la vieja Valencia con sus plazas e iglesias, en un conjunto urbano habitable y monumental, con obras singulares como la transformación del antiguo hospital en centro cultural y documental. Y la expansión de un metro moderno. Y la reconversión de la playa de la Malvarrosa en un magnífico y largo paseo a orillas del mar.
Hay una obra que yo admiro particularmente: la asombrosa sincronización del sistema de semáforos de la ciudad, que siempre que estoy en Valencia me permite plantarme, entre siete y ocho minutos, desde una urbanización de Paterna hasta las Torres de Serranos; un recorrido posiblemente de ocho o nueve km. sobrecargado de tráfico. No sé cómo lo hacen. Ni los alcaldes de Madrid, al parecer, tampoco.
Cuenta igualmente en el haber de Barberá la contribución municipal a los museos de Arte Contemporáneo y el Pio V restaurado, así como apoyos al rescate de figuras como San Vicente Ferrer como hombre político, Luis de Santángel y el arquitecto militar valenciano, Luis Escrivá.
También están sus medio triunfos/fracasos, como el puerto de Valencia como base de la Americas Cup, o la prolongación de la magnífica avenida de Blasco Ibáñez hasta la playa, atravesando el barrio de la Malvarrosa, una batalla que perdió dando con ello un triunfo cultural a la izquierda, que hoy ha desplazado a su partido en las instituciones.
En su caso particular, por culpa de una serie de asuntos de corrupción de su partido, en los que no ha quedado demostrada culpabilidad alguna, por lo menos hasta su fallecimiento el pasado miércoles, Barberá decidió retirarse a un segundo plano de su vida política. En todo caso, su figura tiene derecho a pasar a la crónica valenciana, a título de lo que quienquiera que visite la ciudad puede atestiguar, con grandes aciertos, y también controvertidos resultados. En la entrevista Rita Barberá me señaló un mal político de nuestro país; uno que irónicamente ha propiciado el pleito que, al parecer, la ha matado: “los ciudadanos eligen no a sus representantes, sino a los partidos”. ¿Seguiremos igual que en 1991, a pesar de todo lo que ha pasado en este año 2016?
http://aquiactualidad.com/una-red-de-pedofilia-implica-a-conocidos-politicos-valencianos/