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Actualizado el 26 de septiembre de 2024

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La nueva moda: el fin de la globalización

La nueva moda: el fin de la globalización 1El mundo de la moda no se limita a la alta costura, o la tecnología, los coches de marca o los relojes deportivos. Realmente es un mundo más amplio cuando por moda entendemos a toda tendencia que encauce las preferencias de los seres humanos.

Durante estos años atrás nos hemos hartado de oír hablar de la globalización de la economía y de los mercados como una tendencia imparable de la que ninguno de nosotros lograríamos permanecer sin sufrir alguna consecuencia.

Era una evolución lógica de los mercados que acarrearía ventajas, como más y mejores flujos de capital, de trabajadores y de bienes y servicios. Y también de inconvenientes, como la creación de bolsas de pobreza de aquellos sectores de la población que no lograsen adaptarse a las nuevas tendencias globales de los mercados. Digamos que estaba de moda hablar de globalización y de que ésta sirviera como explicación a buena parte de los efectos devastadores que la crisis ha generado durante los últimos años.

Sin embargo, parece que la última moda podría ser dar por finiquitado el proceso de globalización de la economía. De hecho, cada vez más instituciones, desde el IESE, hasta el FMI, que alerta de “los efectos negativos” de la globalización, avanzan en la dirección de que la misma, no ha muerto, pero ha ralentizado su crecimiento.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) prevé que los intercambios mundiales solo crezcan un 1,7% este año, y entre un 1,8% y un 3,7% en 2017. Siendo una cifra baja, aunque acorde con la tónica desde que se dio por terminada la crisis.

El flujo internacional de bienes se está paralizando, pese a los esfuerzos de los países del G20 por reanimarlo. Su debilidad es sólo uno de los síntomas del auge del nacionalismo económico, que desde el inicio de la crisis financiera internacional está resurgiendo con fuerza, no sólo en las propuestas de Donald Trump, que pretende revertir o renegociar buena parte de los acuerdos de libre comercio firmados por Estados Unidos, sino en los debates abiertos en una de las principales potencias comerciales del mundo, la Unión Europea, que ha estado a punto de descarrilar el acuerdo con Canadá (CETA) y ha paralizado las negociaciones de la Asociación Transatlántico para el Comercio y las Inversiones, (TTIP), al tiempo que se enfrenta a un notable incremento de las posiciones nacionalistas y proteccionistas entre sus estados miembros.

La globalización empezó oficialmente en mayo de 1983, cuando la revista Harvard Business Review publicaba un artículo de su director, Theodore Levitt, titulado La Globalización de los Mercados. Hacía más dos décadas que se había generalizado el uso de ese término en Ciencias Sociales. Pero, con ese artículo se le dio el aldabonazo de la popularidad.

Ahora, tras la victoria de Donald Trump y a falta de 100 días para que Gran Bretaña inicie las negociaciones para salir de la UE, se habla del comienzo del fin de la globalización. El resultado es un cierre al comercio, a la emigración y a la inversión internacional. Ni el capital ni el trabajo, que son los dos factores de producción de la economía, se podrán mover de un país a otro: el pilar de la globalización.

El futuro que se dibujaba con la apertura sin límite de mercados nacionales para facilitar el flujo de capitales, talento y bienes y servicios se encuentra viviendo sus momentos más bajos desde el final de la guerra fría. La falta de crecimiento de las economías desarrolladas y la bajada de los precios de las materias primas está debilitando el ritmo de crecimiento económico mundial y generando efectos perniciosos en las economías en vías de desarrollo. De manera paralela, el Fondo Monetario Internacional habla ya abiertamente de la conveniencia de restablecer los controles sobre las transacciones financieras internacionales, a fin de ofrecer “cortafuegos” a la propagación de nuevos episodios de contagio en caso de nuevas crisis financieras internacionales, además de servir de control a fuga de capitales o a la financiación de actividades ilegales, como el terrorismo internacional.

Lo que es evidente es que muchas de las cosas que se han hecho bajo la bandera de la globalización han sido un grave error. Los grandes beneficiados de la misma han sido las grandes corporaciones transnacionales, que, al fin y al cabo, fueron las impulsoras, y que empezaron a globalizarse aun antes de que se inventase tal palabra. Las bondades que se vendieron a los países en vías de desarrollo no han sido tales, siendo así que las diferencias entre los países han aumentado, al igual que las diferencias entre los diferentes estratos de la población.

Pero, además, es que buena parte de la mala fama que acarrean los acuerdos de libre comercio está legítimamente fundada: estos acuerdos han situado los derechos sociales y las legislaciones ambientales en el cajón del olvido, y algunos han pretendido someter la soberanía nacional a cortes de arbitraje internacional cuya legitimidad es dudosa. Lo que puede haber motivado el aumento de las pretensiones soberanistas que de un tiempo a esta parte sacude a todos los países en mayor o menor medida.

Como decía es la nueva moda: de la “globalización imparable” de hace muy poco tiempo a la globalización “parable” y hasta reversible.

Felices Fiestas

Manuel González

Ver comentarios

  • El coste de prestar el ser­vicio uni­versal de te­le­co­mu­ni­ca­ciones ha caído hasta una cuarta parte de lo que se pa­gaba hace diez años. Si en 2005 su­fragar este ser­vicio pú­blico su­ponía un des­em­bolso de unos 80 mi­llones de eu­ros, en 2014 la fac­tura as­cendió a apenas 18,8 mi­llones de eu­ros. Este ser­vicio ga­ran­tiza que todos los usua­rios puedan tener ac­ceso a la red te­le­fó­nica pú­blica fija desde cual­quier ubi­ca­ción geo­grá­fica y a un precio ase­qui­ble, entre otros ele­men­tos

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  • vaya artículo más malo, parece una inocentada, la historia demuestra que primero viene el crecimiento económico y luego la democracia y la mejora de los derechos sociales, nunca al revés. El mejor ejemplo es España, nadie nos hubiera podido imponer en pleno franquismo una democracia a cambio de inversiones pero las inversiones y la apertura acabaron haciendo llegar una democracia.

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  • Como un chiquillo caprichoso, Donald Trump ha vuelto a pillar otra rabieta y se ha desquitado como más le gusta: a tuitazo limpio. Casi no había acabado la entrevista de Obama con la CNN cuando el presidente electo ha saltado. No le había gustado nada, pero que nada, que el actual inquilino de la Casa Blanca afirmara que podía haber ganado un tercer mandato. Trump replicó: ‘De eso nada’. Y demostró así lo que piensa de él el senador Jeff Merkley, de Oregon.

    Esto es lo que dice el de­mó­crata Merkley del pre­si­dente electo re­pu­bli­cano: ‘Tenemos un pre­si­dente en­trante que tiene una es­pecie de ma­durez como de un niño de cinco años, en­vuelta en un ego ma­sivo. Y tener eso a sólo un se­gundo del botón nu­clear es muy, muy es­ca­lo­frian­te’. Lo dijo en la ca­dena MSNBC. Toda una de­fi­ni­ción y todo una de­cla­ra­ción de prin­ci­pios sobre el miedo de mu­chos ante lo que pueda hacer Trump cuando se ins­tale en la Oficina Oval.

    Paul J. Davies tam­bién teme las con­se­cuen­cias de la pre­si­dencia de Trump. Y lanza una lla­mada de aten­ción sobre lo que le pueda pasar a España, es­pe­cial­mente a los ban­cos. Y más en con­creto, a BBVA. En un co­men­tario este martes en The Wall Street Journal, Davies ad­vierte de que ‘El co­mercio de Trump causa dolor en España’. Es la tra­duc­ción más o menos li­teral del tí­tulo con la ex­pre­sión un tanto tó­pica de ‘pain in Spain’. Ahora en claro: la po­lí­tica co­mer­cial y ban­caria de Trump puede per­ju­dicar a España.

    De he­cho, como re­cuerda el WSJ, la vic­toria elec­toral de Trump ya ‘ha dañado a al­gunos bancos eu­ro­peos, y los es­pañoles en par­ti­cular han caído por la preo­cu­pa­ción por la ac­titud del pre­si­dente electo sobre el co­mercio y el per­juicio que oca­sio­nará a México y América del Sur’. Luego se han re­cu­pe­rado, ‘pero van de­trás en el ín­dice Stoxx 600 y bas­tante de­trás de bancos de in­ver­sión como Barclays, Credit Suisse y Deutsche Bank, que han co­ti­zado al alza ante las ex­pec­ta­tivas de des­re­gu­la­ción’.

    En efecto, Ttrump ha pro­me­tido que va ali­gerar la re­gu­la­ción fi­nan­ciera y que va a desa­rro­llar una po­lí­tica co­mer­cial pro­tec­cio­nista y an­ti­glo­ba­li­za­ción. Como es­cribe el WSJ, ‘para el BBVA, el pre­si­dente Trump plantea au­tén­ticos pro­blemas reales’. El diario ex­plica per qué: ‘La en­tidad ob­tiene su mayor seg­mento de be­ne­fi­cios en México, al­re­dedor del 40% en los pri­meros nueve meses de 2016’. Lo malo es que el mer­cado me­xi­cano ‘es el más ame­na­zado por la pos­tura del pre­si­dente electo contra la glo­ba­li­za­ción y la in­mi­gra­ción’.

    De en­trada, la co­ti­za­ción del peso me­xi­cano ha caído, de ma­nera que los in­gresos de BBVA en el país ‘valen me­nos’. En se­gundo lu­gar, se es­pera que las in­ver­siones y el cré­dito no se com­porten de la mejor ma­nera. Y ‘si México pierde in­dus­tria y ex­por­ta­cio­nes, de­bi­li­tando real­mente la eco­no­mía, los fa­llidos tam­bién au­men­ta­rán’. Por úl­timo, BBVA tiene otro pro­blema per­sonal que no se llama Trump: se llama Erdogan. Turquía es su otro gran mer­cado, pero tras el golpe o au­to­golpe de Estado los in­ver­sores se están vo­la­ti­li­zando.

    Davies re­co­noce que para el Santander hay menos pe­li­gro, porque ‘depende menos de México’. Su gran mer­cado sud­ame­ri­cano es Brasil, que con­tri­buye con un 20% a sus in­gre­sos. Aunque Brasil po­dría su­frir tam­bién si el co­mercio con EEUU afloja, por ahora el país esta re­sis­tiendo y la mo­neda se ha re­va­lo­ri­zado. Y aunque ‘el pe­si­mismo co­mer­cial con Trump de pre­si­dente puede ser exa­ge­ra­do’, en todo caso ‘el Santander pa­rece una mejor apuesta que BBVA’

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