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Actualizado el 27 de septiembre de 2024

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La falsa amenaza neoliberal

La falsa amenaza neoliberal 1
Aunque soy un defensor del modelo europeo del “estado del bienestar” no me da miedo que una “ola neoliberal” acabe con él por dos motivos: una porque el porcentaje de votantes que voluntariamente vayan a aceptar un recorte tal de derechos es mínimo por lo que no hay ningún partido político realmente liberal que tenga la más mínima opción de gobernar, y dos: a los liberales les pasa como a los anarquistas, una vez llegan al poder no van a aplicar literalmente una ideología que les quitaría ese mismo poder que tanto les ha costado obtener. Del neoliberalismo (ideología curiosa, nadie dice practicarla pero para algunos está presente en todas partes) se empezó a hablar con Reagan, un presidente que disparó el gasto y la deuda pública. Sí, bajó impuestos pero también lo hizo Kennedy… Volvió a la palestra con la crisis pero resulta que la respuesta global a la Gran Recesión fue: manipulación monetaria, dinero público destinado a salvar empresas y bancos en quiebra y mayores déficits presupuestarios; es decir, lo contrario de lo que haría el liberalismo.

Es cierto que en 2010 Europa decidió reducir los déficits porque la deuda pública se estaba disparando pero ¿intentar no gastar más de lo que se ingresa es neoliberal? Porque millones de familias lo hacemos cada mes y desde luego no es por ideología sino por sentido común. La gente que dice que el gobierno de Rajoy es liberal porque ha recortado algunos gastos también podría decir que es socialista por subir impuestos, o por mantener los 426€ o por mandar una propuesta a Europa pidiendo un subsidio de paro europeo y eurobonos… Es lo que tiene simplificar demasiado. No podemos acusar a municipios de ser liberales por externalizar el servicio de basuras sin acusarles de ser anti-liberales por disparar su deuda. De hecho, hemos visto cómo medidas similares las han tomado gobiernos de muy diferente signo, desde salvar bancos con dinero público a amnistías fiscales a la desesperada (aplicadas por partidos tan dispares como el PP y Syriza) a políticas de austeridad (como las que está aplicando ahora en Portugal una coalición de izquierdas).

En Japón manda un partido de derechas que hace una política monetaria ultra-intervencionista, en los EUA otro que tiene un gran programa de inversiones con dinero público que deja corto el Plan Juncker europeo. De hecho, en nuestro continente manda un banco central que manipula la oferta monetaria, los burócratas de la UE y Merkel, una política que lleva años gobernando en coalición con la socialdemocracia y que manda en uno de los países con mayor estado del bienestar del mundo (y sí, allí hay minijobs y no por ella –recomiendo este artículo para conocer más- pero también excelentes prestaciones familiares con dinero público). En el mundo tampoco pero sobre todo en Europa el liberalismo ni está ni se le espera. Ni en España, lo que ocurre es que hay quien dice que es liberalismo acabar con vestigios del franquismo (aún muy numerosos) como se hizo en su día permitiendo que hubiera televisiones privadas, que se liberalizara el tráfico aéreo (lo que popularizó los viajes en avión hasta entonces restringidos a ricos y ejecutivos y que tanto ha ayudado a nuestro actual boom turístico) o que se acabara el monopolio de Telefónica…A eso no le llamaría yo liberalismo –algunas las ejecutó un gobierno socialista-  sino acabar con un estatismo trasnochado para beneficio del consumidor.

Entiendo que una máxima básica del márketing político es inventarse un enemigo lo más abstracto posible. En Podemos empezaron con el mantra de “luchar contra la casta”, todos los políticos que no eran ellos –incluida IU- eran casta… hasta que ellos empezaron a coger poder y pasaron a ser casta también. Entonces cambiaron el enemigo a lo neoliberal. Franco fue más constante, se tiró treinta y tantos años hablando de una “conspiración judeo-masónica” de la que nunca se tuvieron pruebas tampoco. Que algunos dirigentes políticos sean como los pitufos -que sólo tenían un verbo- y llamen neoliberal a todo (¿El fascismo? Hijo del liberalismo, ¿La economía colaborativa? Neoliberalismo salvaje etc.) es una estrategia de comunicación simplista pero a todas luces efectiva. Incluso ha calado en algunos participantes de nuestro foro.

Es evidente que hay diferencias entre derechas e izquierdas, hay distintas prioridades tanto políticas como económicas pero llamar neoliberal a todo lo que no sea lo que algunos defienden (o lo que dictan los líderes a los que apoyan) es negar toda la gama ideológica llena de grises que hay entre el blanco y el negro, ignorar lo que es el liberalismo y darle una importancia a esa ideología que en la realidad no tiene porque es muy minoritaria. El único país que se puede llamar liberal es Singapur, que es una ciudad grande que vive del comercio y que tiene una deuda pública respecto al PIB similar a la española por lo que tampoco es que sea un gran ejemplo. A mi juicio hay decisiones buenas, malas, buenas que se ejecutan mal e incluso buenas que a pesar de serlo no funcionan pero tratar de ideologizar cualquier decisión es una simpleza. Por otra parte, las decisiones que se están tomando en Europa que son tachadas como liberales (como el copago sanitario o el aumento de la edad de jubilación) se toman no para acabar con el estado del bienestar –que es lo que querría un supuesto “neoliberal”- sino precisamente para lo contrario: para que pueda sobrevivir financieramente a pesar de nuestra decadencia geopolítica y económica y nuestro grave problema demográfico. Esas sí son amenazas reales.

Droblo

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  • La elo­cu­ción de Enmanuel Macron, pro­nun­ciada junto al pre­si­dente Rajoy en el re­ciente en­cuentro entre los dos en París, fue breve, con­creta y efi­caz: “Conozco un socio y amigo que es España en su con­junto y toda en­te­ra”. El joven pre­si­dente quería dar a en­tender que un con­ten­cioso ca­talán que gira en torno al pre­ten­dido de­recho de au­to­de­ter­mi­na­ción de Cataluña, que se ma­te­ria­li­zaría el pró­ximo 1 de oc­tubre en re­fe­rén­dum, no puede afectar ni in­cidir sobre las re­la­ciones de Francia con España, ni Francia va a tomar pos­tura al­guna ante un asunto es­pañol, ya que este es, es­tric­ta­mente, de orden cons­ti­tu­cional in­terno. Cataluña no es un pro­blema fran­cés, y por ex­ten­sión tam­poco eu­ro­peo.

    Esta toma de postura es congruente con un sistema de estados que se basa en el riguroso respeto a la soberanía de las naciones, o con mayor precisión jurídica, la soberanía de los estados. Porque la palabra ‘estado’ es de contenido semántico neto, claro, exacto: es estado aquel ente (generalmente naciones, pero no siempre) que es reconocido por los otros estados. Se trata de una acreditación mutua, un otorgamiento de trato exclusivo y privilegiado que los sujetos del orden internacional se dan entre sí.

    Y aunque ese otorgamiento posiblemente sea discriminatorio con respecto a algunos aspirantes a la condición de estado, la experiencia histórica de cada región del mundo ha demostrado que esa convención es la mejor alternativa a una situación de guerra continua, causada por disputas dinásticas, territoriales, imperiales, entre naciones, etc. Los modernos estados de España y Francia (además de muchos otros en Europa) abrazan, por tanto, una práctica consuetudinaria que ha demostrado ser la más útil y pacífica forma de convivencia, la cual les alejó en su día, de modo seguramente definitivo, del riesgo de recaer en los seculares choques y enfrentamiento que precedieron a su formación como estados modernos.

    A esa transparencia semántica del concepto de ‘estado’ se contrapone la ambigua palabra ‘nación’. El problema con este último concepto es la profusión de definiciones e interpretaciones a que se presta, cada una de ellas cargadas de emotividad y subjetividad. Véase, por ejemplo, el intento del nuevo secretario general del partido socialista, Pedro Sánchez, de escamotear detrás de palabras que exaltan la discutida conciencia nacional catalana, su convicción de que Cataluña no puede constituirse en un nuevo estado.

    Sánchez hablaba en la clausura del congreso nacional del partido socialista, el domingo 18 de junio, un día después de que la asamblea aprobase la moción de que “España es una nación de naciones con una única soberanía”.

    Sánchez dijo: “El catalanismo… es un sentimiento cívico, transversal, el amor por la tierra, la cultura y la lengua catalana y, lejos de dar la espalda a su realidad española, se abraza a ella, se implica, se compromete junto a millones de compatriotas españoles en la transformación y la modernización de España”. En fin, unas ideas ya desechadas por los independentistas, pero que se sintetizan en la noción socialista de Cataluña como ‘nación cultural’, la cual había dado pie a Sánchez, en el transcurso de las primarias del congreso, para relanzar repetidamente la idea de la supuesta “plurinacionalidad de España”, o la de que “España es una nación de naciones”. Este último concepto tuvo su momento de brillo (temporal, por otro lado) en los debates previos al proyecto de constitución, aprobado en 1978. Lo apadrinaron Miguel Herrero de Miñón, Gregorio Peces-Barba y otros, mientras otros constitucionalistas refutaban el concepto comparándolo con la metafísicamente imposible idea de que existiese un “Dios de Dioses”.

    Y aunque el derecho de autodeterminación de aquellas regiones españolas que a la vez se consideraban naciones culturales figuró en los programas del PSOE (1974, Suresnes) y del partido comunista (1975), el imperativo de prepararse rápidamente para la desaparición de Franco y, poco más tarde, el de aprovechar la oportunidad histórica de influir en el proyecto de constitución española y en el modelo de convivencia a ella inherente, hizo que esa pretensión fuera rebajada a la condición de mito ya extinguido, que había sido útil como consigna de unión entre los republicanos y nacionalistas exiliados y la oposición interior al régimen, pero que ‘ahora’ debía quedar subsumido en la noción constitucional de que España está compuesta por un conjunto de nacionalidades y regiones, como estructura territorial de la democracia española..

    Así que, con Sánchez, vuelta a empezar, mientras los independentistas, una vez más, se empeñan en chocar con la realidad del sistema internacional, desaprovechando las oportunidades que les serían ofrecidas, a ellos y a España si, paradójicamente, siguiesen las recomendaciones expresadas por Sánchez en su discurso de clausura del congreso: crear “un espacio de encuentro tan amplio como mayoritario a ambos lados del Ebro”. Un espacio, añadió, “que defienda la idea de que España es un proyecto compartido y favorable al fortalecimiento del autogobierno catalán y al reconocimiento de su identidad nacional”.

    Oferta que, como Sánchez sabe, no es lo que se pretende votar el 1 de octubre próximo, aunque no ha dicho nada sobre lo que hasta entonces harán él y su partido.

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  • Macron logra una mayoría parlamentaria clara para poner en marcha sus reformas http://dlvr.it/PNJrrV

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  • Donald Trump ha hecho pú­blicas 98 pá­ginas de re­ve­la­ciones sobre su de­cla­ra­ción de im­pues­tos. Resumen: ser pre­si­dente es su mejor ne­go­cio. Ha ga­nado 1.300 mi­llones de dó­lares en dos años y me­dio, posee aún a su nombre ac­tivos por 1.400 mi­llones y desde que llegó a la Casa Blanca sus ho­te­les, campos de golf y re­sorts se están po­niendo las botas (y do­blando pre­cios).

    Problema ético, entre otros: ¿hasta qué punto es lícito, por ejemplo que Trump haya denominado ‘Casa Blanca de Invierno’ a su club de campo Mar-a-Lago en Palm Beach? ¿No es uso inapropiado de la presidencia de EEUU en beneficio personal? El debate se abrió hace tiempo, y hace días se querellaron contra él los fiscales generales de Maryland y del Distrito de Columbia. Estas 98 página van a levantar más polvareda.

    A este lado del Atlántico, Theresa May no está en mejor situación. Financieramente, por supuesto. Y en cuanto a sus problema como primera ministra británica, también rozan ya lo personal tras una serie de atentados, unas elecciones letales y la tragedia de la torre Grenfell envuelta en llamas: el viernes unos manifestantes enfurecidos la llamaron nada menos que ‘cobarde’ y ‘asesina’. Tuvieron que protegerla los policías.

    Así llega el Reino Unido al comienzo este próximo lunes de las negociaciones del Brexit. Con la moral bastante baja y con divisiones en el Gobierno. El Discurso de la Reina en la apertura de la nueva legislatura se ha retrasado dos días por el drama del incendio. También se canceló una esperada intervención del ministro de Economía Philip Hammond en la que iba a presentar la nueva línea de negociación con Bruselas. La suya, no necesariamente la de May o la del Gobierno.

    Hammond estaba a punto de salir por su opción más europeísta, y según algunos ha convencido a la premier o le ha forzado la mano tras su fragilidad electoral: en lugar de Brexit duro o Brexit blando, propone un Brexit ‘pragmático’. Entre otras cosas, porque en el referéndum para la salida de la UE los ciudadanos no votaron en ningún caso ‘para salir perjudicados y estar peor’ que antes…

    Dicho así, parece fácil. El mismo argumento presentan los defensores de un segundo referéndum, porque en el primero se les mintió o por lo menos se tergiversaron los datos. Pero respecto a Hammond, es todo un poco más complicado. Por un lado, su defensa del pragmatismo la interpretan algunos sectores simplemente como una forma más amigable de buscar ‘todo lo mejor que se pueda’. Se traduciría en dilatar el periodo transitorio para asimilarlo lentamente. O en una especie de Estado Libre Asociado en la que se toma lo mejor de la UE y se desecha lo peor.

    Pero el Gobierno es una jaula de grillos. Liam Fox, ministro de Comercio, ha hecho saber que si van adelante las ideas de Hammond, el que se va es él. Las nuevas incorporaciones llegan con presupuestos de hace un año, cuando como dice Financial Times, ‘todo ha cambiado en el Reino Unio y por tanto May también debe hacerlo’. Y sigue pendiente la denuncia de Gerry Adams, del Sinn Fein, de que la premier no puede pactar con los unionistas del DUP porque violaría los acuerdos que pacificaron el Ulster La papeleta es gorda.

    Algo más plácido tiene el futuro inmediato Mariano Rajoy tras la derrota de la moción de censura de Podemos. Y por los últimos datos macroeconómicos, con bajada del paro y aumento de la previsión de crecimiento, de la recaudación fiscal, de las exportaciones y del turismo. También de la deuda, dato que recoge la revista The Economist de esta próxima semana como una de las ‘tareas pendientes’ de España.

    El largo artículo-análisis de The Economist, sin embargo, es un espectacular ‘visto bueno’ al Gobierno Rajoy. Lo dice en el mismo título que figura en el sumario de la revista: ‘La recuperación económica de España: visto bueno’. En el interior incluso señala el camino desde 2012 como ejemplo para otros: ‘De nuevo optimistas: Las reformas de España señalan el camino para la Europa del sur’. Y añade: ‘Al haber afrontado sus problemas antes que Italia o Grecia, España está ahora viendo los resultados’.

    Como arranque de la nueva y moderna economía de España, The Economist se fija en el grupo vasco Gestamp, ‘que en sólo dos décadas se ha convertido en uno de los líderes mundiales en la fabricación de componentes de coches, puertas y capós’. Con procesos como la estampación en caliente en lugar de la tradicional en frío, los componentes son ‘seis veces más resistentes, lo que convierte los coches en más seguros y livianos y menos contaminantes’. En suma, ‘lo que érase una vez un mero forjado de metal se ha convertido en una operación de alta tecnología’.

    Bastantes más datos de Gestamp cuenta el artículo, y luego enlaza con lo general: ‘Globalizada e innovadora, Gestamp es un símbolo de la transformación de la economía de España’. A partir de ahí, se remonta al principio de la crisis, a la burbuja del ladrillo, al paro pasivo, al rescate bancario en 2012 y a la situación ‘que amenazaba con tragarse el euro’. Años después, ‘España enfila su tercer año consecutivo de crecimiento por encima del 3%, el mayor de todas las grandes economías de la eurozona, y está creando en torno a medio millón de empleos anuales’.

    Gran parte de todos esos datos y algunos más ‘se deben a las reformas estructurales’ que acometió el Gobierno al llegar. Mientras, Italia y Grecia se han dormido un tanto y ahora son ‘el flanco más débil de los países mediterráneos de la UE’. Lo que es más, el crecimiento español de ahora, ‘tiene cimientos más sólidos que en el pasado’. Del ladrillo como motor se ha pasado a la exportación, y no sólo de productos agrícolas: automóviles (’segundo productos y exportador tras Alemania’), productos químicos y farmacéuticos, maquinaria.

    El éxito, tal como lo presenta The Economist, se debe a las tres grandes medidas de Rajoy: reforma del mercado laboral, saneamiento del sistema bancario y reducción del déficit. El artículo cita al ministro Guindos: ‘Podemos vivir unos diez o doce años con lo que hicimos en 2012, siempre que no cometamos errores’.

    Y eso es lo mal, que hay unos cuantos peros: ‘España puede ser un ejemplo para otros países, pero su propia recuperación dista de estar completa’. Entre esos peros, la excesiva y agobiante regulación nacional, autonómica y local; la burocracia y el ‘amiguismo’ (en español en el original); la educación y el fracaso escolar…

    Último párrafo: ‘España merece de verdad mucho reconocimiento por las reformas que ha llevado a cabo, y su perspectiva es mucho más risueña. Pero si la economía global sufre y es menos favorable, los españoles pueden llegar a lamentar que Rajoy no abordó más problemas que tuvo ocasión’, cuando tuvo mayoría absoluta. O sea, que es un visto bueno pero con reparos.

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  • La opo­si­ción va a pre­sionar al Partido Popular apro­ve­chando la se­sión de con­trol al Gobierno en el Congreso de los Diputados exi­giendo a Mariano Rajoy que des­ti­tuya al ti­tular de Hacienda, Cristóbal Montoro. Hasta en cinco oca­siones ten­drán que res­ponder los po­pu­lares du­rante esta se­mana ante la pre­sión de los dis­tintos grupos par­la­men­ta­rios.

    Quieren aprovechar la decisión del Tribunal Constitucional que ha anulado por unanimidad la amnistía fiscal para volver a poner al Gobierno ante las cuerdas. El PSOE además de pedir su dimisión propone su reprobación parlamentaria.

    Tras la pregunta al presidente del Gobierno por parte del portavoz del PSOE, José Luis Ábalos en la sesión de control al Gobierno, también lo harán al propio Montoro los portavoces de Ciudadanos, Unidos Podemos y PSOE.

    Como en la sesión de control no hay tiempo para profundizar en las explicaciones, el ministro defenderá la aprobación de la amnistía fiscal del 2012 en la comparecencia a petición propia que ha solicitado para el miércoles a partir de las 5:30 de la tarde.

    El argumento de Montoro es claro, la situación económica exigía tomar decisiones por la vía de urgencia tras descubrir un déficit público superior al 9 % que no podía atajarse con rapidez si no se hacía a través del decreto ley.

    Este formato favorece las posibilidades dialécticas del ministro. Tanto en su exposición como en la réplica a los partidos de la oposición podrá intervenir por tiempo indefinido. En cambio, los partidos de la oposición solo podrán participar en una ocasión y por un tiempo limitado de 10 minutos.

    Pero además será otra dura semana para la imagen del Partido Popular pues deben declarar como testigos ante el juez del caso Gürtel, los exdirigentes del PP: Francisco Álvarez Cascos, Ángel Acebes, Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja.

    Estos exdirigentes tendrán que declarar porque la defensa de Bárcenas, que se enfrenta a 42 años y medio de cárcel, lo pidió antes de que empezara el juicio el pasado mes de octubre al considerar imprescindible sus testimonios, petición a la que el tribunal accedió.

    Pero no solo comparecerán exdirigentes del PP, también lo hará el actual vicesecretario de política autonómica y local del partido, Javier Arenas. Lo harán entre este lunes y el martes aunque no se descarta que el tribunal tenga que ampliar el plazo.

    Álvarez Cascos o Arenas ya declararon en el 2013 como testigos ante el juez Pablo Ruz durante la instrucción de los papeles de Bárcenas sobre la ‘caja B’ del PP, causa pendiente todavía de que se señale fecha del juicio, pero no les imputó.

    El juez dio por concluida la investigación de los denominados 'papeles de Bárcenas' dos años más tarde, sin proponer que se sentaran en el banquillo ninguno de los dirigentes del PP, pero consideró que la formación popular era responsable civil subsidiario por un delito fiscal al no haber declarado los donativos irregulares de 2008, el único ejercicio al que no alcanza la prescripción.

    La causa por la que no incluyó a ningún dirigente del PP, salvo a los extesoreros, fue porque el Código Penal vigente para el momento en el que se cometió el delito fiscal que se imputa al PP señala que los responsables del delito serán los administradores de hecho o de derecho de la formación política, en su momento Bárcenas y Lapuerta.

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