La situación económica española

Es difícil hablar de los problemas económicos de España en medio de una campaña electoral tan agresiva como la actual ya que cada político manipula cada dato para intentar arrimar el ascua a su sardina llegando a relaciones causa/efecto de lo más delirantes: desde los que alegan que la subida del SMI de Sánchez ha provocado un descenso de los contratos indefinidos como los que acusan a Rajoy del desvío del déficit -por estar aún vigentes sus presupuestos- obviando la vorágine de gasto en la que se ha metido el actual gobierno. Lo cierto es que hay una serie de hechos que están ocurriendo y cuya explicación puede estar en la herencia recibida, en errores de los actuales gestores, o en el contexto internacional.

España tiene un problema de desaceleración, algo que confirma por ejemplo Banco de España (al que pienso podemos considerar “objetivo”) y sin embargo, las exageraciones de algunos no pueden ocultar el hecho de que es un movimiento pequeño tanto porque es menor al que por ejemplo ocurrió hace 3 años (curioso que Casado amplifique tanto el actual y no se acuerde de que en el año 2016 el PIB anual se desaceleró 1,4 puntos, bastante más que las decimillas actuales)

como porque seguimos creciendo bastante más que nuestros vecinos de área económica.

Que esto deje en evidencia a agoreros no quita para que sea un problema que crezcamos menos (y que sea el gasto público el principal causante de que no caigamos más, de hecho supone un 30% del crecimiento actual cuando la media histórica es de un 20%) y además es algo que parece ya se está notando en el empleo. Tampoco ayudó la subida tan brusca del SMI ni la inestabilidad política ni el entorno internacional. A pesar del rebote bursátil, del aplazamiento del Bréxit y del apoyo del BCE el mundo en general crece menos y la Eurozona está viéndose especialmente afectada, quizás por el fuego cruzado de las guerra comercial de Trump contra el mundo. Todo esto podría relativizar la responsabilidad del actual gobierno en el empeoramiento económico pero de lo que sí es responsable es del problema de la finanzas públicas. Cierto que el PP no las dejó muy bien con una Seguridad Social técnicamente quebrada pero en unos pocos meses Sánchez las ha empeorado notablemente.

Todo apunta a que en 2019 acabará la tendencia descendente del déficit público debido a que Sánchez disparó los gastos sobre-estimando los ingresos, más que por culpa de unas décimas menos de crecimiento del PIB. Cierto que el contexto internacional no ayuda, que el petróleo recuperó niveles muy rápido y que el récord de turistas de 2018 será difícilmente repetible, además que tampoco sabemos si otros gestores de otros partidos no lo hubieran hecho peor, claro. Aunque eso no quita para que los que están en la Moncloa sean los principales responsables, y de hecho quien gane deberá ejecutar recortes presupuestarios en la segunda mitad de 2019 si no queremos saltarnos los límites europeos de déficit, tanto los que tiran ahora de decretos-ley olvidándose de su compromiso con Bruselas como los que anuncian rebajas fiscales sin concretar dónde recortarán el gasto.

Y para colmo, está la situación de la deuda que dejaremos para otro día pero baste esta imagen para visualizar cómo el volumen de la deuda y del PIB lleva siendo similar desde hace unos años (ratio deuda/PIB ronda el 100%)

Además, la pública no es la única deuda, el último dato oficial del cierre del tercer trimestre de 2018 dice que la deuda pública representó el 98,3% del PIB, la de las empresas el 93,8% y la de los hogares el 59,7%. Juntas, el 251,8% del PIB. Panorama complicado por más que otros estén notablemente peor.