¿Por qué quería comprar Trump Groenlandia?

por Manuel González

¿Por qué quería comprar Trump Groenlandia? 4Donald Trump quiere pasar a la historia. Quiere hacer algo tan relevante que en los libros de historia de su país (equivalente para ellos a la historia de la humanidad) se le dedique al menos un capítulo. Para ello no le importa ser, el que “domestique” a Corea del Norte, el que derrote a Irán o el que compre Groenlandia.

Y aunque su propio equipo de asesores se halle dividido entre si la ocurrencia va en serio, lo cierto es que el sondeo ya ha sido lanzado y así medio en broma, medio en serio, ya se ha forzado una respuesta del muy autónomo gobierno de la isla. Tras la filtración de la noticia, el gobernador de Groenlandia, Kim Kielsen, emitió un comunicado en el que advirtió de que la respuesta a la oferta es, de entrada, negativa, aunque se abre a la posibilidad de acuerdos comerciales y cooperación con otros países, entre los que puede estar Estados Unidos. Y, aunque todo quedase ahí, podría bastar para dar alas al movimiento independentista Groenlandés, desestabilizando el equilibrio político de la isla.

Y este es viejo estilo del Oeste, si no me lo das, te lo compro. Y si no lo vendes, bueno, la historia demuestra que eso tampoco ha sido un gran impedimento para Estados Unidos.

La historia de compras de territorio de Estados Unidos es la historia de la compra de una nación. Así podría decirse que Estados Unidos no sería lo que es de no haber comprado el territorio de Luisiana a Francia. En 1.803, Napoleón Bonaparte, Primer Cónsul de Francia, accedió a la venta de un territorio de una extensión de 2.144.476 kilómetros cuadrados en lo que hoy es el centro de Estados Unidos. El precio total fue de 15 millones de dólares u 80 millones de francos franceses de la época. Y vino determinado por la imposibilidad para Francia de colonizar y explotar debidamente el territorio, por un lado, y la necesidad de fondos de los franceses para su inminente guerra con Inglaterra.

Sumando los intereses del crédito al que tuvo que acceder Estados Unidos para realizar la compra, el precio total del 23% del territorio actual del país fue de poco más de 23,2 millones de dólares. Y aunque, fue un esfuerzo considerable para la joven nación, el presidente Thomas Jefferson, a pesar de las críticas internas, decidió la compra porque no deseaba que Francia o España tuvieran el poder de bloquear el acceso de comerciantes estadounidenses al puerto de Nueva Orleans. La compra abrió el paso a Estados Unidos al Pacífico y se considera el acontecimiento que sentó las bases del futuro del país.

Tan sólo 45 años más tarde tuvo lugar la siguiente adquisición yanqui. Entre 1.846 y 1.848 aconteció la guerra mexicano-estadounidense, mediante la cual, por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, México cedió buena parte de su territorio y aceptando el precio de 15 millones de dólares. Estados Unidos También accedió a pagar las reclamaciones de los ciudadanos estadounidenses contra México, que ascendieron a 3 millones más.

La siguiente compra (al margen de los vergonzosos acuerdos con algunas tribus indias) tuvo lugar en 1.867, con la adquisición de Alaska a los rusos. Éstos se hallaban en una complicada situación financiera y, ante el perder estos territorios por no poder defenderlos, decidieron vender. La operación se llevó a cabo por el secretario de Estado estadounidense William H. Seward y fue conocida por la opinión pública norteamericana como “la locura de Seward”.

Sin embargo, las consecuencias estratégicas obtenidas por el módico precio de 7,2 millones de dólares fueron determinantes. Por un lado, se enviaba un mensaje a las potencias europeas, indicando que no tenían nada que hacer en América. Por otro, se flanqueaban las posesiones británicas del Canadá, enviando el mensaje de que, ante el poco valor estratégico que tales tenían para Gran Bretaña, se postulaba la posible compra en un futuro inmediato.

Apenas 30 años después, la expansión norteamericana proseguía, esta vez a costa de los restos de las posesiones españolas de ultramar. El 10 de diciembre de 1.898, se dio por finalizada la guerra hispano-estadounidense, tras la cual, Cuba declaró su independencia, y Filipinas (que pretendía lo mismo), Guam y Puerto Rico fueron entregados a Estados Unidos por el ridículo precio de 20 millones de dólares. España firmó aceptando todas las imposiciones norteamericanas, incluyendo el pago de 400 millones de dólares de compensación a Cuba por los daños causados en la guerra.

Para nuestro país supuso inmediatamente la venta y liquidación de los restos finales de las posesiones. En 1.899, ante la imposibilidad de defender los archipiélagos de las Carolinas y las Marianas, fueron vendidos a la emergente Alemania por 25 millones de pesetas, lo que liquidó los territorios de ultramar españoles.

La compra más reciente de Estados Unidos es de 1917, cuando el gobierno norteamericano le compró a Dinamarca las Islas Vírgenes por 25 millones.

Tras tan ilustre historia de adquisiciones, parece lógico que Donald Trump quiera unir su nombre a la historia de su país y, dado el interés de este hombre por pasar a la historia con cualquier excusa, quizás esta sea la menos dañina de las posibilidades.

Esto tampoco sería nuevo, ya que en 1.867 ya hubo un intento de compra por parte del gobierno de Andrew Johnson en 1867, sin éxito. En la Casa Blanca no se abandonó la idea hasta 1.946, año en que Harry Truman le puso precio a la isla: 100 millones de dólares de entonces, que equivaldrían a unos 1.300 millones de dólares de ahora.

Estados Unidos ya tiene una base aérea en Groenlandia, construida en 1943, tres años después de la ocupación nazi de Dinamarca. El gobierno legítimo del país, encarcelado o en el exilio, pidió entonces ayuda a Washington, que aceptó firmar un pacto de defensa mutua frente a Alemania. Este acuerdo incluye el derecho a tener bases militares en Groenlandia. En los años más duros de la “Guerra fría”, los norteamericanos desarrollaron un sofisticado plan para colocar misiles nucleares en túneles cavados bajo la capa de hielo de la isla, algo de lo que no informó a Copenhague en su día. El proyecto, cuyo nombre en clave era «Gusano de Hielo» se abandonó en 1966 por las dificultes técnicas que planteaba la congelación.

Groenlandia es un territorio virgen, gracias a la extensa capa de hielo que le cubre (hasta ahora, que la tasa de deshielo de este año es la más alta desde que se tienen noticias) y se cree que puede ser rica en recursos minerales como plomo, hierro, zinc y oro. Forma parte, junto con las islas Feroe, de la corona danesa, y goza de un alto grado de autonomía política, a pesar de lo cual tiene una larga tradición de activismo a favor de la independencia respecto a Dinamarca. Lo que se puede ver reactivado gracias al interés norteamericano.

Hace 10 años, el parlamento danés otorgó el derecho a la autodeterminación a los casi 60.000 habitantes de la isla, lo que les hizo depositarios de su propia soberanía. Esto plantea la duda de que que la oferta no tenga que ser realizada al gobierno danés, sino directamente al gobierno de la isla. Lo que significaría que los groenlandeses deberían venderse a ellos mismos.

5 comentarios

Mmonchi 22 agosto 2019 - 9:35 AM

Te ha faltado la compra de Florida a España. Quizás porque Estados Unidos nunca llegó a pagarla.

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JOTA 22 agosto 2019 - 11:01 AM

Muy bueno, y tanto los… ingleses o en su versión americana siempre han sido unos corsarios-ladrones…

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MGN 22 agosto 2019 - 11:12 AM

Este quiere hacer Groenlandia Green Again.

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piter 22 agosto 2019 - 2:06 PM

Está claro. Sabe que al hielo de Groenlandia le quedan dos telediarios y una carta de ajuste, y ha visto el chocolate del loro. Todo un continente para él solito para convertirlo en cárcel de todos los que salten el muro con México. No, si Trump, a poco que escarbes no es tonto no, es gil y poyas perdido ;-)

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