Estamos en el apocalipsis económico

por Carlos Lopez

Estamos en el apocalipsis económico 4

Hace un tiempo me leí un libro que me gustó mucho, se trata de “Abrir en caso de Apocalipsis: Guía rápida para reconstruir la civilización”. Aunque el título pueda sonar a zombies y cosas de esas, el libro tiene más de ciencia que de ficción.

Imaginemos, que de repente toda la civilización actual se va al garete y sobrevivimos unos pocos. ¿Cómo se puede empezar a producir lo esencial? ¿Cómo cultivar alimentos, generar electricidad, preparar medicinas o extraer metal de las rocas?

Cuando un servidor lee algo, siempre piensa en los lectores del este blog (por ejemplo con la biografía de Feynmann) y dándole vueltas me di cuenta, de que realmente estamos viviendo en un mundo postapocalíptico, al menos en lo económico. Todo se ha ido al garete y por tanto, alguna de las premisas de las que parte este libro son perfectamente aplicables a la sociedad actual. Veamos un extracto.

Parte del aglutinante que mantiene unidas a las sociedades es la expectativa de que la búsqueda de beneficios a corto plazo a través del engaño o la violencia se ve superada con mucho por las consecuencias a largo plazo. Te cogerán y te verás socialmente estigmatizado como un socio indigno de confianza o castigado por el Estado: los tramposos no prosperan. Este acuerdo tácito entre los individuos de una sociedad para cooperar y comportarse en pro del bien común, sacrificando cierta cantidad de libertad personal a cambio de ventajas tales como la protección mutua ofrecida por el Estado, se conoce como el contrato social. Este constituye el propio fundamento de todo esfuerzo, producción y actividad económica colectivos de una civilización, pero la estructura empieza a ceder y la cohesión social a aflojarse cuando los individuos perciben que estafar les reportará mayores beneficios personales, o cuando sospechan que otros les estafarán a ellos. Durante una crisis grave el contrato social puede romperse, precipitando la desintegración total del orden público. Solo tenemos que observar a la nación más tecnológicamente avanzada del planeta para ver los efectos de una fractura localizada en el contrato social. Nueva Orleans se vio físicamente devastada por la furia del huracán Katrina, pero fue la desesperada conciencia de los habitantes de la ciudad de que el gobierno local se había desvanecido y no iba a llegar ninguna ayuda en un futuro inmediato la que desencadenó la rápida regeneración del orden social normal y el estallido de la anarquía. Así, después de un acontecimiento catastrófico, tras la desaparición de la estructura de gobierno y las fuerzas del orden cabe esperar que surjan bandas organizadas para llenar el vacío de poder, atribuyéndose sus propios feudos personales.

Poco hablamos del contrato social o lo que viene a ser, la confianza.  Yo confío en los demás (principalmente en Estado) y él confía en mi. Cada vez percibimos más que ese contrato social se haya roto en varios frentes, la mayoría no nos fiamos del sistema financiero, otros no nos fiamos del gobierno y otros no se fían del sistema en general. De momento, en España  creo que este “apocalipsis” tiene arreglo, estamos al límite pero nada es rreversible. ¿Y que ocurre cuando TODO falla? Cuando el contrato social se rompe llega el caos.

6 comentarios

Doctor Wano 9 noviembre 2023 - 11:57 AM

Mira becario, a mi me enseñaron que, cuando algún tema para unos es apocalipsis y para otros no lo es, entonces no es apocalipsis, es simplemente un tema polemico… subjetivo y determinado a la interpretación y los intereses de cada persona o grupo social.

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ENTROPIA 9 noviembre 2023 - 12:10 PM

A mí lo que me gustaría saber es por qué los economistas y especialmente los analistos económicos se empeñan en lanzarnos mensajes apocalípticos una y otra vez. No hay noticia económica que no se lance con una connotación apocalíptica. En este mismo artículo dice que vivimos en un mundo postapocalíptico en lo económico y que todo se ha ido al garete. Pues aquí estamos, yo sigo trabajando, cobrando todos los meses e Internet funciona, si no no habría este blog. Por tanto, no todo se ha ido al garete y yo sigo viendo a la gente caminar por las calles, tan tranquilamente y cada uno a sus cosas, por no tanto no hay ni ha habido apocalipsis.

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mazinger976 10 noviembre 2023 - 10:13 PM

Un instante antes de cualquier catástrofe, levantamiento armado, guerra, golpe de Estado, etc… todo parece (y se ve) discurrir con total normalidad… hasta que la normalidad deja de existir.

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jajajajja 10 noviembre 2023 - 8:34 AM

¿Medio que citas?

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Reca 10 noviembre 2023 - 11:00 AM

Vaya, vaya, veo que se aceptan mensajes ‘guano’ pero se censuran ideas políticas…

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Enrique 13 noviembre 2023 - 10:54 AM

Muchas gracias por el artículo. A mí me ha gustado y además me ha parecido acertado y pertinente, dada la situación económica mundial, su impacto en particular en los países occidentales y más específicamente en Europa y, luego, como gota que colma la copa, con las particularidades en España.

Analicemos lo que conocemos.

La creación del dinero-deuda en occidente está apalancada en su devolución con interés, que requiere un crecimiento infinito, cuando el mundo no lo es. Tras el último balón de oxígeno en 1990, con el derribo del muro de Berlín, esta vía de expansión quedó para todos los efectos cercenada.

Dada la imposibilidad de que dicha expansión ocurra de manera horizontal, los gobiernos de occidente se han decantado, o han sido forzados por las entidades que les controlan, en una vía de expansión vertical; es decir, a extraer la riqueza de PYMES, súbditos y ciudadanos mientras se continua financiando a grandes empresas y bancos, mutualizando las pérdidas y privatizando los beneficios. No sé qué me pasa pero no encuentro el contrato social por ningún lado.

Se ha decidido adicionalmente endeudarse para incrementar el gasto público, que no estimula la economía real, y además más allá de lo razonable. Es otro yugo pesado que recae sobre los mismos ciudadanos productivos, que ya de por sí, sostienen a la otra mitad que no trabaja, no puede trabajar o trabaja en el sector público que, a la postre, sale del mismo saco de los que pagan impuestos. Será entonces un contrato… pero antisocial?

La deuda de estos países occidentales se ha venido incrementando, durante una década, con intereses negativos, permitiendo a entidades selectas financiarse con la expansión financiera (QE), mientras que el grueso de la población y las PYMES, que dan empleo a la gran mayoría de dicha población, han recibido muy poco o nada. Esa decisión ha incrementado el volumen de dinero — que se ha intentado contener con confinamientos y otros — pero, desde hace un año largo, ha disparado los precios en las cosas de comer, aparte de los bienes raíces. Producto de lo anterior es elevar la inflación (impuesto encubierto) que crea una merma del poder adquisitivo y destruye la demanda. Y, la siguiente decisión, para supuestamente paliar la anterior, fue la medida adoptada de aumentar los tipos de intereses, que redunda en un mayor coste (o impide directamente) a las PYMES y ciudadanos financiarse y emprender nuevos proyectos. Yo veo otros dos yugos más para el pobre ciudadano, que tiene que asumirlos, sin comerlo ni beberlo. Debe ser el neo-lenguaje que cambia el significado de las palabras a su antónimo, digo por lo de social.

En el caso específico de Europa, la imposibilidad de que Alemania tenga acceso a energía barata impide que produzca lo cuál rompe el esquema económico fundacional. Las empresas cierran puertas o se trasladan fuera del continente. Para todos los países en el continente, esto no es un mero yugo sino un ataque en cámara lenta a la yugular. Quizás el contrato social ha expirado y no nos lo han dicho… o quizás sí lo han dicho pero con su neo-lenguaje de señales y símbolos y la mayoría no se ha percatado.

Y, por si lo anterior fuera poco, en España se ha decidido entre otros, además, dar un giro de tuerca adicional, perjudicando los acuerdos energéticos favorables con países terceros, la voladura de fuentes internas de generación de energía que, en su conjunto, redundan en que las empresas tengan dificultades en producir y encarece la vida de sus ciudadanos, cuyos salarios no pueden de ninguna manera subir. Esto, además de generar toda suerte de gasto superfluo o no productivo, incluyendo ahora, parece, también, perdonar la deuda de ciertas o quizás todas las Comunidades Autónomas. En su conjunto, todas estas medidas elevan la abultada deuda soberana que, después de las elecciones americanas, disparará más la inflación, o quizás una espiral deflacionaria, con un remedio a nivel global temerario, pero en cualquier instancia y en el mejor de los casos, una deuda asfixiante que debe pagar en última instancia el ciudadano productivo… otro yugo “social” más?

Podría seguir pero me alargo. Creo que lo anterior hace más que evidente que el contrato social reluce por su entera ausencia, si es que en realidad existió, y además, como comento a continuación, por diseño.

En política no existen casualidades sino planes bien urdidos decía FDR. No es una casualidad, sino fruto de la causalidad, que no se haya educado a la población para entender el impacto de las decisiones económicas adoptadas y que tampoco haya habido ningún referéndum, para algo tan fundamental, que afecta no solo a sus vidas a peor, a la de sus semejantes y a las de generaciones venideras.

Eso sí, antes de finalizar, debo decir que considero un error garrafal caer en la trampa de generar “tensión”. Fue Zapatero que, en su momento, reconoció en vídeo que la necesitaban. Es decir, la necesitan para que su modelo de dialéctica Hegeliana funcione: crear un problema (tesis) y forzar la reacción (tensión o antítesis) para dar cabida a su plan de implantación de medidas impopulares (síntesis) que, sin la “tensión”, no podrían implantar. Esto puede ser más restricciones a la libertad o movilidad, ser más violento como hemos visto últimamente en algunas cadenas televisivas… además de ruinoso. Cuidado.

Quería acabar por tanto, dejando no solo la definición del problema, sino también esbozar una solución: lo único que se puede hacer es dejar de financiar, en la medida posible, al que quiere ser tu carcelero si no directamente tu verdugo, que se esconde tras el velo institucional. El sistema está corrupto y cada vez más endeudado; es decir, el nuestro se debe a otros que toman las decisiones. Tenemos que aceptar que tenemos un ente funcional, un títere que hace lo que le dicen que haga y que, por tanto, carece de soberanía real desde hace mucho, mucho, mucho tiempo. Si lo anterior fuera novedoso para alguien, y a estas alturas, realmente lo lamento.

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