La inflación en la zona euro ha mostrado señales de desaceleración, situándose en septiembre en un 1,8% interanual, una caída notable desde el 2,2% de agosto. Este descenso, que representa la menor tasa desde mayo de 2021, ha sido impulsado en gran medida por la caída del 6% en los costes de la energía. Aunque el precio de los alimentos frescos repuntó un 1,5%, la estabilidad en los bienes industriales y el ligero descenso en el incremento de los servicios, que subieron un 4% anual, han contribuido a esta moderación.
En este contexto, el Banco Central Europeo (BCE) podría encontrar en estos datos un motivo suficiente para considerar una reducción en los tipos de interés en su próxima reunión. La disminución de la inflación y, en particular, la tasa subyacente que se ha moderado al 2,7%, sugieren que las presiones inflacionarias están cediendo. Esto permitiría al BCE flexibilizar su política monetaria, buscando reactivar la economía sin el temor de desbordar la inflación.
El diferencial de precios favorable que presenta España, con una inflación del 1,7% frente al 1,8% de la zona euro, también puede ser un elemento a tener en cuenta. Si los países con tasas de inflación más bajas pueden sostener una estabilidad de precios, podría consolidarse la idea de que un entorno de tipos de interés más bajos no solo es viable, sino necesario para fomentar el crecimiento económico en un clima de incertidumbre.
La combinación de estos factores puede llevar al BCE a replantear su enfoque, adoptando una postura más acomodaticia en sus decisiones futuras algo que ya se está notando en la cotización del Euríbor.