El Banco Central Europeo (BCE) se prepara para un nuevo recorte en los tipos de interés, con una reducción de 25 puntos básicos que parece inevitable para el próximo jueves. Esta decisión, que ya se anticipaba, se sustenta en varios factores: una inflación que ha mostrado signos de desaceleración, un crecimiento económico más débil en la eurozona y una moderación en el dinamismo del mercado laboral.
Durante su reunión de septiembre, el BCE ya ajustó sus previsiones a la baja para el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) de la región para los próximos tres años. Desde entonces, indicadores económicos como el índice PMI han seguido cayendo, reflejando un panorama de ralentización. Además, mientras la inflación general ha dado un respiro, la inflación subyacente, que excluye elementos volátiles como la energía y los alimentos, se ha mantenido relativamente estable.
Una de las claves detrás de esta nueva relajación de la política monetaria es la desaceleración en el crecimiento de los salarios. Durante los últimos meses, los trabajadores han visto incrementos salariales para compensar las pérdidas de poder adquisitivo derivadas del aumento previo en los precios de la energía y alimentos. Sin embargo, este proceso parece estar llegando a su fin, lo que alivia una de las presiones inflacionarias más persistentes.
Expertos de Oxford Economics sostienen que “en un contexto de cambios rápidos en el equilibrio entre inflación y crecimiento, la comunicación del BCE ha dado un giro relevante”. Esto se refleja en la confianza de los analistas en que el banco central actuará para frenar aún más los tipos de interés.
En la misma línea, desde Berenberg destacan que “el BCE está cada vez más convencido de que las presiones inflacionarias derivadas de los salarios y otros factores están disminuyendo”. Esto, combinado con un crecimiento económico por debajo de la tendencia histórica, refuerza la necesidad de una política monetaria más expansiva.
El débil crecimiento económico y la moderación del mercado laboral han sido factores determinantes. Según Danske Bank, aunque los datos recibidos tras la última reunión del BCE han sido limitados, las señales de desaceleración han sido claras y podrían extenderse en los próximos trimestres.
Sin embargo, no todo es positivo. Si bien la inflación más suave es bienvenida por las autoridades monetarias, la debilidad de la actividad económica plantea riesgos. En el peor escenario, si la demanda interna no se recupera, el BCE podría verse obligado a tomar medidas adicionales y adelantar los recortes de tipos previstos para 2025, llevando incluso la tasa de depósito por debajo del 2%.
Actualmente, los expertos calculan que el BCE establecerá el tipo de depósito en un mínimo del 2,5%, pero siempre dependiendo de cómo evolucionen la inflación y el crecimiento en los próximos meses. En Berenberg, por ejemplo, se prevé un nuevo recorte de tipos de 25 puntos básicos para diciembre, siempre y cuando no haya sorpresas inflacionarias o cambios drásticos en la confianza económica.
Además, algunos analistas, como los de Pimco, anticipan que el tipo terminal podría fijarse en torno al 2% para la segunda mitad de 2025. A largo plazo, no descartan que el BCE se vea obligado a revertir esta relajación y vuelva a subir los tipos hacia el 3% en 2027, dependiendo de la evolución de la economía.
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