El euro marcó este viernes su nivel más bajo frente al dólar en casi un año, cayendo a 1,0333 dólares, un descenso del 0,8% respecto al día anterior. Este retroceso, el más relevante desde noviembre de 2022, refleja crecientes preocupaciones sobre la salud económica de la zona euro tras la publicación de nuevos indicadores económicos.
El golpe a la moneda europea fue impulsado por los datos adelantados del índice PMI compuesto, que mide la actividad del sector privado en la región. En noviembre, este indicador cayó a 48,1 puntos, muy por debajo de los 50 puntos que separan la expansión de la contracción. Es la peor lectura en diez meses, señalando una contracción generalizada en la actividad económica tanto en el sector servicios como en el manufacturero.
En detalle, el PMI del sector servicios, que había sido un pilar de estabilidad en meses anteriores, cayó a 49,2 puntosdesde los 51,6 de octubre, mientras que el PMI manufacturero se hundió aún más, marcando 45,2 puntos frente a los 46 del mes anterior. Por primera vez en 2023, ambos sectores están en terreno negativo, lo que evidencia una desaceleración sincronizada en la región.
A esto se suma una revisión a la baja del crecimiento económico en Alemania, la mayor economía de Europa. La Oficina Federal de Estadística revisó el PIB del tercer trimestre a un crecimiento marginal del 0,1%, tras una contracción del 0,3% en el trimestre anterior. Este ajuste alimenta temores de que la eurozona podría estar más cerca de una recesión de lo previsto.
Desde noviembre de 2022, el euro ha perdido más de un 5% frente al dólar, lo que también refleja un cambio en las expectativas de los mercados sobre las políticas monetarias del Banco Central Europeo (BCE). Ante la frenada económica y el riesgo de prolongar la contracción, se intensifican las especulaciones de que el BCE podría optar por recortes de tipos de interés en 2024, a diferencia de la Reserva Federal de Estados Unidos, que ha mantenido una postura restrictiva.
La fortaleza del dólar también responde al diferencial de rendimiento entre las dos monedas. Mientras en Estados Unidos los tipos de interés se han mantenido altos para contener la inflación, en Europa los datos económicos no han acompañado para justificar una política tan agresiva, debilitando el atractivo del euro como moneda de inversión.
La caída del euro tiene efectos mixtos. Por un lado, beneficia a las exportaciones europeas al hacerlas más competitivas en los mercados internacionales, algo importante para sectores como el automovilístico y el industrial. Sin embargo, también encarece las importaciones, agravando los costos energéticos en una región altamente dependiente de combustibles fósiles importados, especialmente en invierno.
Además, una moneda más débil podría complicar los esfuerzos del BCE para controlar la inflación subyacente, que sigue siendo un desafío estructural. Las próximas semanas serán clave para evaluar cómo la autoridad monetaria equilibra su mandato entre crecimiento e inflación en un panorama cada vez más complicado.
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