El Banco Central de Rusia decidió este viernes mantener su tipo de interés clave en el 21%, un nivel históricamente alto, pese a las expectativas del mercado de una posible subida para contener la inflación y estabilizar el rublo. Esta decisión, comunicada tras la reunión del directorio encabezado por Elvira Nabiullina, llega en un contexto de alta inflación y desaceleración económica, marcando un giro estratégico que busca equilibrar las presiones inflacionarias con los efectos de una política monetaria restrictiva.
Desde octubre, el Banco Central había incrementado los tipos en 200 puntos básicos hasta el actual 21%, endureciendo las condiciones de crédito de manera significativa. Según el comunicado oficial, este ajuste ya ha comenzado a enfriar la actividad crediticia y a moderar la demanda interna, elementos clave para frenar la escalada de precios. A pesar de ello, la inflación subyacente alcanzó el 10,9% en noviembre, impulsada por una fuerte demanda interna y la depreciación del rublo, lo que elevó los precios de bienes importados.
La institución estima que las presiones inflacionarias disminuirán gradualmente, gracias a la contracción en la actividad crediticia y a un entorno de ahorro más atractivo para los consumidores. Sin embargo, advierte que los precios seguirán creciendo a tasas elevadas en el corto plazo debido a factores inerciales, como el impacto del estímulo fiscal y el rezago de la devaluación del rublo.
El enfriamiento del crédito ya es evidente. Según el banco, la concesión de préstamos corporativos se ha desacelerado, mientras que el crecimiento del crédito minorista está prácticamente estancado. Esta situación refleja una economía que, aunque creció a un ritmo sostenido en los últimos meses debido a una elevada demanda interna, podría enfrentar mayores restricciones en el futuro. De hecho, el mercado laboral sigue mostrando tensiones, con niveles mínimos de desempleo y un aumento de salarios superior al crecimiento de la productividad.
No obstante, el Banco Central también detecta señales de ajuste, como la reasignación de trabajadores entre sectores y una leve disminución en la oferta de vacantes, lo que podría aliviar ligeramente la escasez de mano de obra.
De cara a su próxima reunión en febrero de 2025, el Banco Central analizará si es necesario un nuevo ajuste de los tipos. Aunque las previsiones apuntan a que la inflación podría acercarse al objetivo del 4% para 2026, los riesgos inflacionarios continúan inclinados al alza, particularmente por la fuerte demanda interna y el impacto acumulativo de estímulos fiscales previos. En paralelo, se observan algunos riesgos desinflacionarios, como una posible desaceleración más rápida de la demanda y del crédito.
Con este panorama, el Banco Central busca navegar en un delicado equilibrio entre frenar la inflación, sostener el crecimiento económico y estabilizar el rublo, en un momento crítico para la economía rusa.
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