Sutiles cambios en la economía pueden producir efectos devastadores y si no que se lo digan a Thom Cheston que tiene la cervecería artesanal Right Proper Brewing en Washington D.C. Lleva unos años apurado pero ahora, una nueva amenaza planea sobre su futuro: los aranceles del 25% al acero y al aluminio impuestos por Donald Trump. Sí, esos aranceles hacen peligrar su negocio ya que han encarecido el precio de las latas de aluminio que utiliza para envasar su cerveza.
Cheston no se atreve a subir precios por miedo a perder clientes. Sus competidores directos son gigantes como Molson Coors y Anheuser-Busch, que tienen un margen de maniobra mucho mayor y pueden absorber estos sobrecostes sin trasladarlos al consumidor. “No podemos subir precios solo porque nuestros costes han subido”, explica. “Estamos en la estantería junto a cervecerías mucho más grandes, que pueden aguantar mejor este golpe. Nosotros, no”.
El caso de Right Proper Brewing es un ejemplo claro de cómo las pequeñas empresas estadounidenses sufren las consecuencias de la guerra comercial que Trump inició con varios de los principales socios comerciales del país. Los aranceles, que entraron en vigor un miércoles de marzo, afectan directamente a un elemento cotidiano para millones de consumidores: las latas de bebida.
Esta cervecería, fundada en 2013 como un pequeño pub de barrio, cuenta hoy con dos locales y proyecta abrir un tercero. Sin embargo, los costes adicionales por el aumento del precio del aluminio podrían impedirle contratar nuevo personal o invertir en maquinaria esencial para seguir creciendo.
“Si subimos unos céntimos el precio de una lata, eso puede marcar la diferencia para un cliente que tiene muchas opciones en la estantería del supermercado”, comenta. Según sus cálculos, si su proveedor de envases repercute el aumento del coste del aluminio, Right Proper Brewing tendrá que afrontar un sobrecoste anual superior a los 40.000 dólares, lo que equivale al salario de un trabajador más para la empresa.
El problema tiene un alcance más amplio: la mayoría de las cervecerías artesanas en EE.UU. han optado por el envasado en lata en los últimos años, debido a que es más práctico, ligero y reciclable que la botella de vidrio. El proveedor de Right Proper Brewing importa el aluminio desde Canadá, país afectado directamente por los aranceles estadounidenses. “El precio que pagamos por cada lata depende del índice del aluminio; si sube, pagamos más”, explica Cheston. Por el momento, cuentan con algunos meses de inventario asegurado, pero a partir de ahí, la incertidumbre es total.
Frente a ellos, los grandes grupos cerveceros cuentan con ventaja. Molson Coors, por ejemplo, se abastece en su mayoría de proveedores estadounidenses, lo que minimiza su exposición a los aranceles. “Seguimos evaluando el impacto de los aranceles, pero nuestra dependencia del aluminio importado es mínima”, declaró un portavoz de la empresa a NBC News. Anheuser-Busch, otro gigante del sector, no respondió a las solicitudes de información, aunque se estima que su estructura global le permite mitigar estos aumentos de costes.
Mientras tanto, los pequeños productores se debaten entre mantener precios competitivos y la supervivencia del negocio. La guerra comercial que se libra en los despachos de Washington está teniendo consecuencias muy reales en los frigoríficos de las cervecerías y, en última instancia, en la elección del consumidor.
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No cabe duda de que Trump no tiene miedo a llevarse por delante parte de su propia economía con el asunto de los aranceles. Lo que habría que preguntarse es si está tan loco como dicen, él y sus numerosos asesores sacados de buenas escuelas y universidades, o si somos el resto los que no nos estamos enterando de qué va esto.