Artículos de opinion
Dentro de pocos días (el 15 de septiembre) se cumplen 14 años de la caída de este banco y voy a recordar la película de ficción con muy buenos actores que la cadena BBC quiso “vender” como un documental que narra de forma muy amena las últimas horas de vida de este icono de la última crisis financiera. La acción comienza el viernes: la acción ha caído un 75% desde el lunes anterior, el banco está descapitalizado pero se ve la figura de uno de sus más altos ejecutivos excusándose con un “como todos los bancos”. Nick Fuld, el máximo ejecutivo, ofrece un plan a los accionistas: crear otro banco con los peores activos (un “banco malo”) para sanear el balance de L. B. pero el viernes por la tarde, con el precio de la acción desplomándose y recortes de calificación de agencias, suena vacía su arenga a sus más directos colaboradores: “La situación es seria pero no es crítica” y da por hecho que hay varios bancos que quieren comprarlos como Bank of América o Barclays.
Unos minutos después se conoce que el Secretario del Tesoro (cargo equivalente a ministro de economía) del momento, Henry Paulson, ha organizado una reunión con varios bancos para tratar sobre Lehman Brothers, noticia que no le gusta nada a Fuld ya que no estará presente. En esa reunión avisa que no hay dinero público para salvar a L.B. y augura que en cuanto abran los mercados el lunes quebrará por lo que pide ayuda a “los cerebros de Wall Street” porque “si ellos caen lo sentiremos todos”. Aquí es donde empieza la ficción ya que, aunque hubo filtraciones sobre esos momentos, no es seguro que utilizara el tono irónico que le atribuyen y es dudoso que Paulson hiciera un discurso sobre el fin de Occidente que suponía la crisis financiera y la necesidad de hacer algo para al menos postergarlo. Lo que sí es cierto es que él pretende que el resto de bancos adquiera o al menos avale la cartera de activos tóxicos de L.B. pero la banca le responde que si el estado no va a salvar a L.B., ¿por qué ellos se van a arriesgar a adquirir algo que quizás les hunda? “Los costes de sufrir la tormenta de una quiebra de L.B. serán peores” o “Merrill Lynch será el siguiente” son los argumentos con los que Paulson intenta animar a los banqueros que, no obstante, no se dejan convencer: Todos quieren que les compren sus activos tóxicos, “¿por qué a L.B. sí y no a Morgan Stanley?” dice el representante de este banco. Una y otra vez el documental coloca a Paulson amenazándoles con el peligro del impacto global de la quiebra de L.B.
A la vez sale una conversación telefónica en la que el Bank of America le dice a Fuld que L.B. tiene un valor negativo y por lo tanto no le interesa comprarlo. Fuld le echa la culpa de todo a Goldman Sachs -¡cómo no!- pero sabe que necesita una línea de crédito para el lunes, incluso se plantea si vender parte del banco para obtener algo de liquidez y por si acaso intenta tener los papeles preparados para una eventual quiebra. El abogado que recibe el encargo advierte que no hay tiempo en un fin de semana y además cree que no es posible que L.B. quiebre ya que sería la mayor catástrofe financiera de la historia, algo así “como volver a la economía del trueque”.
El sábado se ve cómo intentan valorar en unas horas de forma correcta las carteras de activos, principalmente basadas en hipotecas subprime y lo difícil que es. En la calle, el que seguramente es un accionista muy cabreado, pega un puñetazo a Fuld. Y en la reunión de los banqueros, ya con un representante de L.B., unos a otros se echan las culpas de los problemas, se achacan que en realidad nadie sabe valorar un CDO y no parecen convencidos de la idea del “banco malo” que propone L.B. ya que necesitaría una inyección de 25 mil millones de $ (¡menos de lo que costó salvar Bankia!). El de Merrill Lynch lo ve tan mal que llama por teléfono al de Bank of America para ofrecerle un 10% de su compañía y mejorar su capitalización. Por vez primera se ve a Fuld suplicando a Paulson por una solución pero éste le achaca no haberse comido el orgullo antes y no haber solicitado ayudas o aceptar una venta cuando la salvación era posible, dice que se ha pasado 6 meses intentándole convencer de que vendiera –por cierto, mientras decía en público que L.B. era solvente– y no le hizo caso. Y le anima a intentar convencer a Barclays para que lo adquiera. En paralelo, Bank of América, contesta a Merrill Lynch que quiere el 100%, aprovechándose de la crisis y sabiendo Merrill Lynch que si no acepta sus condiciones, será el siguiente en caer. Regatean el precio de un acuerdo que –eso ya es historia- se oficializará en pocos días y que conseguirá un apoyo sustancial de la FED.
El domingo Paulson –que se ha enterado ya aunque el acuerdo aún no está cerrado y es confidencial- comunica a Merrill Lynch que le parece muy bien que se fusione con BoA y le informa –esto parece más bien una forma de colocarlo en el documental de algún modo- que en pocos días la aseguradora AIG también estará en valor negativo y a esa sí que la tendrán que ayudar porque sus seguros salpican a todo el sistema financiero. Da la impresión que Paulson –al que los guionistas le conceden una inteligencia y poder que difieren bastante del fracaso de su gestión en la Administración Bush- tiene una visión global de todos los problemas y que utiliza la crisis de L.B. para acelerar todos los procesos. De hecho, la reacción de los mercados fue tan mala tras esta única quiebra bancaria que ha servido de justificación y excusa a todos los gobiernos del mundo para no encontrar apenas oposición en su política de gastar importantes y cuantiosos recursos públicos para salvar al sistema financiero.
Fuld de L.B. aún está convencido de la salvación pero Bob Diamond, el máximo ejecutivo de Barclays, advierte que no puede asegurar nada hasta que el martes lo vote su junta de accionistas “por las leyes británicas” lo que frustra cualquier acuerdo porque ni el gobierno ni la FED pueden garantizar la viabilidad de L.B. a la espera de esa decisión. Sólo queda preparar la quiebra -639 mil millones de $ en activos- en unas pocas horas para hacerla pública el lunes.
A Fuld ya nadie le coge el teléfono…