Artículos de opinion
Intel lo está pasando mal, muy mal. La que fuese mayor fabricante de microprocesadores del mundo y empresa estratégica en EEUU no ha sabido adaptarse a los últimos tiempos y se acerca peligrosamente al colapso.
En Washington, los responsables de políticas económicas están evaluando alternativas para apoyar a Intel en caso de que la situación financiera de la compañía se deteriore aún más.
La preocupación por el futuro de Intel se centra en su importancia estratégica para la seguridad nacional de EE. UU. en un contexto de fuerte competencia con China. La compañía es uno de los pocos fabricantes estadounidenses que diseñan y producen chips en suelo nacional, una ventaja que se busca proteger para reducir la dependencia de Asia, donde actualmente se fabrica la mayoría de los semiconductores del mundo. Los líderes estadounidenses han impulsado la Ley CHIPS, destinada a reforzar la producción doméstica de microchips, otorgando a Intel un papel importante en el objetivo de revitalizar el sector tecnológico nacional.
Intel, que recibirá $8,500 millones en subvenciones y $11,000 millones en préstamos a bajo interés bajo esta ley, aún no ha accedido a esos fondos debido a retrasos en la entrega de información clave solicitada por el gobierno, un requisito para garantizar su viabilidad en el mediano plazo. Mientras tanto, la compañía enfrenta una situación financiera cada vez más tensa: registró una pérdida neta de $16,600 millones en el último trimestre debido a costos de reestructuración y otros cargos, lo cual provocó una serie de recortes, incluida la suspensión de dividendos y el despido del 15% de su plantilla, que ahora ha aumentado a un 16.5%.
Opciones de ayuda y planes en Washington
En un escenario extremo, las autoridades han discutido la posibilidad de facilitar una fusión de Intel con otra compañía del sector, como AMD o Marvell. Aunque este tipo de intervención es aún teórica, reflejaría un respaldo indirecto del gobierno, sin llegar a una intervención directa como la del rescate de automotrices y bancos en 2008. Los legisladores y el Departamento de Comercio son conscientes de los riesgos financieros que implicaría un salvamento similar y prefieren evitar ese camino.
Intel se ha comprometido a lanzar una generación de chips avanzados, conocidos como 18A, cuya fabricación comenzará en 2024, un objetivo que muchos observadores de la industria dudaban que la compañía pudiera cumplir. Este desarrollo podría devolver a Intel a un nivel competitivo frente a TSMC, líder de la industria de semiconductores en Taiwán. Además, recientemente, Amazon ha anunciado un acuerdo multimillonario para adquirir chips personalizados de Intel, lo cual refuerza la confianza en el potencial tecnológico de la compañía.
Pat Gelsinger, CEO de Intel, asegura que la compañía está siguiendo un plan de recuperación y que el rendimiento operativo del tercer trimestre demuestra avances relevantes. La administración de Biden comparte este optimismo cauteloso. Un portavoz del Departamento de Comercio expresó su apoyo a Intel, destacando el papel central de la empresa en el ecosistema de chips estadounidense y su relevancia para la seguridad nacional.
La presión sobre Intel también se ve agravada por su condición de peor desempeño del índice S&P 500. En los últimos meses, agencias de calificación de crédito han degradado su clasificación, encareciendo sus costos de financiamiento.
El próximo paso para la administración de EE. UU. será asegurar que Intel cuente con los recursos necesarios y cumplir con los requisitos de transparencia financiera antes de liberar los fondos prometidos bajo la Ley CHIPS.