Artículos de opinion
Como en cualquier guerra, en la comercial no hay ganadores, sólamente daños colaterales que tarde o temprano afectarán a nuestro bolsillo y desgraciádamente, la guerra comercial entre China y EEUU se está recrudeciendo.
China ha intensificado su estrategia de control sobre la exportación de minerales críticos y productos tecnológicos esenciales, en un nuevo capítulo de las tensiones comerciales con Estados Unidos. Ayer mismo, Beijing prohibió la exportación de bienes relacionados con el galio, germanio, antimonio y materiales ultraduros hacia territorio estadounidense, un día después de que EE.UU. impusiera restricciones adicionales al sector de semiconductores chino.
China, que domina la minería y procesamiento de tierras raras, ha empleado estos recursos como una herramienta clave en su respuesta. En 2023, ya había limitado las exportaciones de antimonio, un metal estratégico utilizado en aplicaciones militares como municiones y misiles infrarrojos. Asimismo, en octubre, impuso restricciones al grafito, esencial para baterías de vehículos eléctricos, y en julio bloqueó la exportación de productos derivados del galio y germanio, utilizados ampliamente en la fabricación de chips.
Más recientemente, en diciembre de 2023, Beijing también prohibió la exportación de tecnología para fabricar imanes de tierras raras, reforzando su control sobre estas industrias importantees. Estas acciones no solo buscan proteger los intereses nacionales, sino también identificar las dependencias críticas del complejo militar-industrial estadounidense hacia China, según expertos.
China ha incrementado sus revisiones de seguridad para empresas extranjeras. En mayo, bloqueó ciertas compras gubernamentales a Micron Technology después de que el fabricante de chips no superara un análisis de seguridad. En este contexto, surgen preocupaciones de que Intel, que obtiene más de una cuarta parte de sus ingresos de China, pueda convertirse en el próximo objetivo.
Las represalias también podrían manifestarse en obstáculos administrativos. Cámaras de comercio estadounidenses en China han reportado procesos aduaneros más lentos e inspecciones gubernamentales más frecuentes durante momentos de alta tensión bilateral, afectando a empresas tecnológicas y otros sectores.
Beijing ha reforzado su uso de herramientas como la lista de entidades no confiables (UEL, por sus siglas en inglés) y la ley anti-sanciones extranjeras. Por ejemplo, en septiembre investigó a la estadounidense PVH Corp por retirar algodón de Xinjiang de su cadena de suministro, lo que marcó un precedente en la aplicación de la UEL. Empresas como Lockheed Martin y Raytheon, vinculadas a ventas de armas a Taiwán, ya han sido incluidas en esta lista.
El caso de Skydio, fabricante estadounidense de drones, destaca el impacto de estas medidas. En octubre, la empresa perdió rápidamente el suministro de baterías después de ser sancionada bajo la ley anti-sanciones. Este tipo de restricciones podría volverse más común, según analistas chinos, que advierten de costos crecientes para las empresas estadounidenses.
En medio de estas tensiones, el enfrentamiento comercial refleja una pugna por el control de sectores estratégicos y un reequilibrio del poder económico global.