Artículos de opinion
Los datos de inflación están en el punto de mira de los mercados financieros y son la obsesión de los Bancos Centrales, un término clave para conocer su impacto es el “data dependent” (dependencia de los datos), una frase acuñada por Christine Lagarde en febrero de 2022, que es la clave de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) hasta la fecha, enfatizando un enfoque basado en la observación de datos reales más que en proyecciones futuras.
Clément Inbona de La Financière de l’Echiquier ilustra este enfoque con la metáfora de un conductor que, en lugar de mirar hacia adelante a través del parabrisas, dirige su vehículo guiándose principalmente por el retrovisor. Esta analogía pone de manifiesto la dependencia del BCE en datos retrospectivos para navegar el panorama económico actual, lo cual plantea interrogantes sobre la eficacia de esta estrategia.
Esto es algo que vimos muy bien en el año 2022, un período en el que la inflación de la zona euro despertó de un largo letargo, desafiando las expectativas con un ascenso que superó el 11% hacia finales de año, a pesar de las previsiones iniciales de que sería un fenómeno transitorio. Factores como las interrupciones en las cadenas de suministro, el impacto del conflicto en Ucrania y la “greedflation” o inflación por avaricia corporativa, fueron reconocidos como motores de esta tendencia.
Con el panorama inflacionario cambiando rápidamente, el BCE ajustó su estrategia, moviéndose hacia un enfoque que prioriza la evidencia actual sobre las proyecciones a largo plazo. A pesar de un aumento relevante en los tipos de referencia, que ha iniciado una fase de desinflación, la entidad ha decidido mantener los tipos sin cambios, anticipando una inflación más alineada con su objetivo en los próximos años.
Este enfoque cauteloso del BCE está provocando una resistencia a ajustarse rápidamente a las nuevas realidades económicas, lo que podría implicar riesgos tanto de retrasar necesarias adaptaciones como de persistir en errores de política monetaria. ¿Debería el BCE reconsiderar su enfoque retrospectivo en favor de una visión más anticipativa para evitar desaciertos futuros en su política monetaria? ¿Corre el BCE el riesgo de actuar otra vez demasiado tarde?