La economía alemana, considerada durante décadas el motor de Europa, enfrenta un punto crítico que podría marcar su declive irreversible. Tras cinco años de estancamiento, el Producto Interno Bruto (PIB) alemán es ahora un 5% más bajo de lo que sería si se hubiera mantenido la tendencia de crecimiento previa a la pandemia. Bloomberg Economics advierte que la mayoría de esta brecha será difícil de recuperar debido a problemas estructurales, como la pérdida de energía barata de Rusia y la incapacidad de gigantes automotrices como Volkswagen y Mercedes-Benz para competir con las firmas chinas.
El coste de esta pérdida de competitividad es palpable: cada hogar alemán es ahora €2,500 más pobre al año.
Crisis política y económica
Mientras tanto, el gobierno del canciller Olaf Scholz cayó ayer y Alemania se dirige a elecciones anticipadas el próximo 23 de febrero, siete meses antes del fin del mandato de Scholz. Aunque la oposición liderada por Friedrich Merz de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) parece estar en camino de liderar, sus propuestas conservadoras —como mantener el freno de deuda que limita el gasto público— han sido criticadas por carecer de la ambición necesaria para abordar los desafíos actuales.
El problema de fondo no es solo político. Los expertos advierten que la división entre los partidos principales y el auge de fuerzas extremas como Alternativa para Alemania (AfD) y la nueva Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) complican cualquier perspectiva de un liderazgo sólido. Estos partidos han capturado alrededor del 25% del electorado, canalizando el descontento social en un sistema que parece incapaz de adaptarse a las demandas del siglo XXI.
Alemania y la sombra de su pasado industrial
La dependencia alemana de su sector industrial —que históricamente ha sido su pilar económico— se ha convertido en un lastre. El país necesita aumentar un tercio de su inversión anual en infraestructura y bienes públicos, alcanzando los €160 mil millones, o más del 1% de su PIB, para ponerse al día con otras economías avanzadas.
Además, la falta de modernización en áreas como digitalización e infraestructura complica la capacidad del país para competir en un entorno global. Empresas familiares y los sectores automotriz y manufacturero han comenzado a deslocalizar su producción. Volkswagen, Thyssenkrupp y Bosch figuran entre las firmas que planean recortes masivos, sumando más de 60,000 despidos anunciados en 2023.
¿Un posible renacimiento?
A pesar del sombrío panorama, Alemania conserva algunas fortalezas. Posee la proporción de deuda más baja entre los países del G7, lo que le otorga margen fiscal para actuar si existe voluntad política. También sigue siendo hogar de casi la mitad de los “campeones ocultos” del mundo: pequeñas empresas que lideran sus nichos a nivel global gracias a su enfoque en la innovación.
Pero depender de estas fortalezas tradicionales no será suficiente. Expertos como Veronika Grimm, miembro del Consejo de Expertos Económicos de Alemania, insisten en la necesidad de una agenda de reformas audaces, similar a la Agenda 2010 de Gerhard Schröder, que introdujo flexibilización laboral y fomentó el crecimiento en la década de 2000.
El reto para Alemania no es solo superar la crisis actual, sino redefinir su identidad económica en un mundo que avanza rápidamente hacia tecnologías verdes y digitalización. La inacción podría tener consecuencias devastadoras no solo para Alemania, sino para toda Europa, que depende de su fortaleza industrial.