En castellano a veces nos da por usar palabras inglesas cuando hay alternativas en nuestro idioma -como cuando en un programa de éxito televisivo llaman coaches a los entrenadores- pero otras realmente no tienen sustituta. Una de ellas es spoiler, término que generalmente utilizan los críticos de cine para avisar que están a punto de decir algo que podría dar demasiada información sobre el argumento para el que aún no ha visto la película. Y es que si alguien cuenta según que detalles –y no digamos ya si es el final- de una película –especialmente si es de suspense- echa a perder la emoción de verla. En teoría nadie que no lo haya comprobado por sus propios ojos puede hacer spoiler ya que si no la ha visto, todo lo que cuente son elucubraciones pero yo me atrevo a dar un aviso de spoiler sobre la crisis… al final del artículo.
Si la crisis española fuera una película típica (de planteamiento, nudo y desenlace) en el planteamiento estaría el cómo se ha llegado a ella: burbuja inmobiliaria, pésima gestión de las cajas de ahorros, crisis financiera internacional etc. El nudo, en el que sin duda aún estamos, es la parte más interesante porque puede haber giros en el guión que alarguen la trama o que todo se resuelva rápido. Parece claro que el nudo se ha alargado demasiado y la película hace ya tiempo que aburre y las ganas de que llegue el desenlace son evidentes. El problema es que esta película es tan mala que un espectador atento ya intuye cómo va a acabar (resignados a un empeoramiento de nuestra calidad de vida respecto a 10-15 años atrás, algo no visto en España desde la Guerra Civil) por lo que la única duda es la duración del metraje.
Y puesto a hablar de imágenes en movimiento, en los últimos años algunas cadenas de televisión nacidas en Españas al calor de la TDT nos han ofrecido programas de temática novedosa para el espectador español. Series sobre alguien que hace tatuajes o que repara coches o que va por los pueblos norteamericanos comprando trastos viejos para revenderlos…. A priori no parecen argumentos interesantes pero no obstante algunos han tenido cierto éxito. De los que tienen más relación con la economía destacaría dos grupos: uno el de las casas de empeño y otro el de los compradores en subastas.
Sobre tiendas de empeños y de compra-venta de segunda mano hay varios y suelen centrarse en lo raro del objeto que ofrecen los clientes para venta o empeño pero también suele ofrecer una imagen muy clara de la desesperación de algunos norteamericanos que son capaces por ejemplo de vender su propio televisor por unos pocos dólares lo que nos da una pista sobre la situación económica real de gran parte de la población de los EUA. Y basta ver un episodio de la tienda de Detroit y compararlo con uno de la de Beverly Hills –donde por ejemplo alguien gasta miles de dólares en comprar una joya para su perro- para, además, comprobar la tremenda desigualdad del país.
Pero los que más me llaman la atención son los programas sobre personas que viven de comprar trasteros y revenderlos o de comprar casas en subastas y revenderlas. De una forma sutil lo que nos ofrecen a través del televisor es el beneficio económico que obtienen –probablemente con todo merecimiento, no creo sea fácil- unos individuos con las propiedades que otros perdieron por falta de pago, es decir, que fueron desahuciados. Visto con esta perspectiva, pensar que alguien pierde todas sus cosas por no poder pagar el trastero donde las depositó y luego ve desde su televisor como otro las adquiere, las revuelve, tira los objetos personales –para él sin valor- y vende al mejor postor las reliquias familiares… es tremendamente duro. Y sin embargo, he de reconocer que yo también he sido tan insensible como para verlo sin pensar en esa circunstancia. De hecho, en general creo que el espectador lo que desea es que los que compran encuentren objetos asombrosos muy valiosos y puedan venderlos obteniendo un gran beneficio porque, como pasa en el cine, lo habitual es ponerse, aunque sea inconscientemente, en la piel de los personajes. Nadie hace nada ilegal, no sabemos si el dueño original perdió el trastero porque está en la cárcel por criminal o si el que perdió la casa lo hizo porque debía más de hipoteca que su valor y como allí se puede, se la entregó al banco… pero no deja de ser triste que acabemos entreteniéndonos con las miserias de la gente que pierde sus propiedades por no poder pagar las deudas, algo enormemente habitual en nuestro país.
Spoiler: cuando esta crisis acabe –el final según las cifras macro- deberemos menos dinero individualmente pero más como grupo, nuestro salario neto se verá reducido, habrá menos personas en la familia con trabajo, pagaremos más impuestos -y a pesar de eso tendremos peores, menores y más costosos servicios públicos- y nada sustancial habrá cambiado en el sistema económico mundial para intentar evitar la siguiente recesión. Y quizás pase algo más: que nos preocupemos tanto por nuestra pérdida de calidad de vida que nos volvamos insensibles al sufrimiento ajeno que provoca la falta de dinero. Ojalá que no.