Uno de los párrafos más repetidos por los que están a favor de la consulta sobre una posible independencia catalana –esa que también algunos defienden siempre y cuando se haga en toda España- lo escribió el economista Xavier Sala i Martín y dice así:
¿Qué pasaría si un extraterrestre interesado en llevar la democracia a su planeta se nos presentara en el salón y nos preguntara cómo tomamos decisiones colectivas los terrícolas? Seguramente le explicaríamos que, para determinar a nuestros gobernantes, votamos, que para aprobar nuestras leyes, votamos, que para decidir cómo se gasta el dinero público, votamos y que para fijar los impuestos, votamos. Si, de repente, el caballero intergaláctico se parara delante de un mapa del mundo y nos dijera: “Supongo que para cambiar las fronteras que aparecen en este mapa, también votáis, ¿no?”. Nosotros deberíamos responder: “¡No!, las fronteras sólo se pueden cambiar a bofetadas!”
Y es cierto que los cambios en las fronteras, quizás incluso más que las religiones, han sido la excusa que más guerras han motivado a lo largo de la Historia de la Humanidad. Pero también hay excepciones, algunas muy recientes: la desaparición de la URSS motivó el nacimiento –y renacimiento- de varios estados independientes la mayoría sin derramamiento de sangre, Chequia y Eslovaquia se separaron pacíficamente, más recientemente Kosovo se escindió de Serbia –9 años después del conflicto bélico-… y quizás el mejor ejemplo es Quebec, que ha votado en 1980 y 1995 de forma democrática y pacífica si convertirse o no en una nación diferente a Canadá (en la práctica casi lo es). Además, es el ejemplo con más historia ya que Canadá tiene algo más de 200 años mientras que el resto de casos apenas tienen una historia de decenios. Con todo, es Escocia (un antiguo país que fue independiente hasta 1707 que se unió al Reino de Gran Bretaña con la condición de mantener unas leyes y un sistema educativo –entre otras cosas- propios) el caso en el que más nos podemos fijar ya que no sólo va a haber un referéndum el 18 de septiembre de 2014 –convocado tras ganar el partido independentista con mayoría absoluta en las elecciones parlamentarias de 2011- sino sobre todo por lo interesantes que resultan las negociaciones que hay por si sale el sí. Interesantes por supuesto desde un punto de vista económico que es el que nos ocupa aquí.
En estos 11 meses que faltan –y con los sondeos pronosticando una victoria del No- el primer ministro escocés Salmond y el británico Cameron deberán negociar aspectos claves que, caso de no cerrarse con acuerdo, harán peligrar el resultado de la consulta electoral. Veamos algunos de ellos basados en el informe que hace un mes publicó el Instituto de Investigación Económica –teóricamente independiente pero financiado por el gobierno inglés, todo hay que decirlo- NIESR y que convenientemente sólo trata de las consecuencias económicas que tendría la independencia sobre Escocia.
La deuda pública del Reino Unido que le corresponde a Escocia ronda, según ellos, los 150 mil millones de libras mientras Escocia dice que la cifra estaría entre 56 mil y 92 mil millones de libras. Como vemos, la diferencia es importante y según el NIESR colocaría a Escocia con una deuda respecto a su PIB del 86% de su PIB cuando la UE exige un 60% lo que exigiría una política de recortes y ajustes muy dura si quieren entrar (aunque Italia estaba aún peor y la admitieron). El ministro de finanzas escocés ya ha utilizado el argumento de la alta deuda pública del Reino Unido como ejemplo del mal gobierno de Londres en comparación con el escocés y ha acusado al Reino Unido de malgastar el dinero generado por el petróleo del Mar del Norte. Pero más allá de estas polémica políticas, el caso es que el asunto del reparto de la deuda puede enturbiar mucho la relación, sea cual sea el resultado del referéndum.
Escocia considera que la libra esterlina es su moneda también y un activo al que no quiere renunciar por lo que pretende una unión económica. No opta, pues, por unirse a la €zona sino más bien por crear una £zona que incluiría la subordinación al Banco de Inglaterra, es decir, no tener política monetaria propia. El ministro del Tesoro británico Osborne ve “altamente improbable” esto y el informe del NIESR tampoco lo ve con buenos ojos pues recomienda la creación de una nueva moneda. Como vemos, tampoco está nada claro esto.
Otro aspecto muy polémico es el de las consecuencias económicas de la ruptura. Por ejemplo, según el NIESR, la deuda pública que emitiera Escocia a 10 años tendría una prima sobre la de Reino Unido de entre 0.72 y 1.65 puntos, es decir, pagaría cerca de lo que paga España. Esto empeoraría las finanzas públicas y choca con las promesas de los independentistas escoceses que auguran subidas del salario mínimo y bajadas en la factura de la luz, justo lo contrario de lo que augura el NIESR que habla de una década de duros ajustes. Tampoco nadie sabe a ciencia cierta si Londres vetaría el intento de ingreso en la UE de una Escocia independiente o cómo de rápido sería el ingreso incluso sin veto
La volatilidad de los precios del crudo y del gas, el principal activo que tendría el nuevo país, a mi juicio despierta muchas dudas sobre las previsiones económicas que se han hecho pero lo que más resaltaría de todo esto es lo precipitado y a mi juicio absurdo que resulta que se convoque a la gente a votar sin que se conozcan todos los detalles de lo que pasará al día siguiente del voto. Medios de comunicación están colocando esta consulta escocesa como un ejemplo cuando a día de hoy lo que parece es una chapuza. El 26 de noviembre el actual ejecutivo escocés presentará el Libro Blanco de la independencia e imagino que al menos podremos conocer oficialmente la postura de uno de los bandos sobre el día después del referéndum si sale el sí pero de poco servirá sin acuerdo con el gobierno de Londres. Espero que si algún día se convoca a las urnas –sea sólo a los catalanes o a todos los españoles- para preguntarles sobre una posible secesión/independencia – como lo queráis llamar- de Cataluña, antes se hayan discutido todos y cada uno de los detalles porque si no, se votará a ciegas y el conflicto se agravará aún más.
Y mi opinión ya la conocéis: el simple inicio de esas conversaciones creo sería nefasto tanto para la economía de Cataluña como para la de España y si por motivos políticos hay que iniciarlas, deberían retrasarse hasta que España haya salido de la actual crisis porque jugar con fuego nunca es recomendable pero hacerlo cerca de una bombona de gas con escapes, menos aún.