Estos días estoy viendo análisis sobre la década que parten de la misma premisa errónea que ya vimos cuando empezó el actual milenio: al no existir el año 0 de nuestra era, el siglo XXI empezó no el 1 de enero del 2000 sino del 2001 por lo que la segunda década de este siglo no se acaba hasta el 31 de diciembre de 2020. Pero como visualmente en pocos días ya iremos por los 202X se hablará de la década de los 20, la misma que en el siglo XX se dice que fue feliz… algo que tampoco es cierto pero que demuestra la enorme influencia “cultural” de los Estados Unidos ya que de allí viene algo que apenas tuvo reflejo en el resto del mundo, especialmente en la Europa devastada tras la I Guerra Mundial.
La Primera Guerra Mundial puede explicar que en 1917 Lenin diera un golpe de estado que acabó con el intento de democratizar Rusia pacíficamente y condujo a una dictadura de más de 7 décadas y que en 1922 Mussolini acabara con la democracia italiana por más de 20 años, y pocos dudan que la Gran Depresión de 1929 es la que estuvo detrás del ascenso de Hitler al poder. Aquellos fueron hechos traumáticos reales que condujeron a que el mundo se llenara de líderes radicales dictatoriales que llevaron a la mayor confrontación bélica de la Historia de la Humanidad. Ahora, sin ningún motivo ni por asomo tan grave, el riesgo de involución democrática se está materializando poco a poco. ¿Qué pasará si viene una crisis económica? No es descabellado pensar que ello conducirá a cambios políticos importantes que cuestionen el actual mayor periodo de paz y prosperidad de Occidente en toda su Historia puesto que sin recesión alguna ya están empezando a ocurrir.
No hay demasiadas semejanzas entre finales de 1919 y finales de 2019: el mundo hoy es muy diferente y claramente mucho mejor y sin embargo, tras una guerra horrible el optimismo era mucho mayor entonces que ahora, al menos en muchos sitios del planeta donde el desánimo es tan grande que están ganando votos fuerzas –y personajes- radicales desde hace ya años e incluso crece el apoyo a la violencia en diversos puntos del globo, incluso donde objetivamente se vive bastante mejor que en áreas vecinas como en Francia o en Chile. La situación en Francia apenas ha tenido incidencia económica pero en Chile han hundido la bolsa, el valor de la moneda y la actividad; es decir, son las protestas las que están empeorando la vida de los chilenos. La indignación como motor para querer cambiar las cosas tiene todo el sentido pero en países democráticos el camino no es destruir la estabilidad institucional y económica sino votar y dejar que la mayoría elija los cambios (o no) que deseen. Si no respetamos eso, dejaremos que el poder lo tomen los que ganen la calle, exactamente como hizo Mussolini en 1922. Deberíamos aprender de la Historia para no caer en los mismos errores.
La economía global no deja de mejorar pero el pesimismo hace estragos, hasta en China porque crecen cada vez menos pero también parece una queja excesiva puesto que el país sigue en marcha para tomar el liderato global durante este siglo. No obstante, no hay que subestimar el poder de la todavía principal potencial mundial: Los Estados Unidos. Ellos están en un momento dulce a pesar del amargo problema de desigualdad que padece. Si la I Guerra Mundial significó el comienzo del fin del Imperio Británico y el ascenso norteamericano, un siglo después aún no hay una señal clara de que éstos pierdan el liderato. Un ejemplo lo tenemos en la importancia de Wall Street que, lejos de perder peso como parecía en los primeros años del siglo XXI, lleva más de una década comportándose bastante mejor que el resto de mercados financieros, algo que se ha acentuado este año
Además, los ´10 de este siglo son los primeros de la historia moderna del país que transcurren sin una sola recesión en los EUA
Y eso supone que si ya es raro que no haya una crisis en una década, más excepcional sería que no ocurriera en dos consecutivas. El error es pensar que porque la próxima haya tardado tanto en llegar, por eso va a ser más grave y duradera que la media ya que nada hay que nos lleve a creer eso. En cuanto a España es evidente que el periodo 2008-2013 fue tan malo que nos marcará durante mucho tiempo pero estadísticamente fue un suceso excepcional por su intensidad y porque se fusionaron una burbuja inmobiliaria nacional e internacional, una crisis financiera global e interna, una Eurozona nada preparada, un mercado laboral español que ni en épocas de expansión es capaz de no doblar la tasa de paro europea… No parece muy probable que tantos elementos negativos se repitan de nuevo pocos años después.
En resumen, creo que debemos aspirar a tener unos felices años 20 pero nosotros podemos ser nuestro mayor enemigo si no valoramos –y defendemos- lo que tenemos y nos empeñamos en repetir errores del pasado.