Endeudarse no es malo, a veces es necesario hacerlo para invertir y obtener réditos en el futuro. Por ejemplo, hay que gastar mucho dinero en buscar petróleo y extraerlo o en construir autopistas y si no se dispone de liquidez, hay que endeudarse para obtener suficientes fondos; y lo más habitual es que con el tiempo se puedan devolver las deudas y además acumular beneficios. Por supuesto la inversión puede ser errónea y por eso hay un porcentaje de deudas que nunca se devuelven o se devuelven sólo parcialmente. Nuestro sistema legal determina que el acreedor es responsable del dinero que el banco le presta pero en la práctica, los créditos, especialmente los que se hacen a grandes empresas o las decisiones de comprar deuda de algún emisor público, son aprobadas por la entidad financiera y de algún modo en el imaginario colectivo se hace responsable a los bancos y a los grandes inversores de haber prestado a quien no debían. Ya que nadie conoce el futuro, es normal equivocarse pero especular sobre si alguien contrata una deuda con idea de no devolverla nunca o si alguien concede un crédito sabiendo que no se lo van a devolver, es tentador. De las compañías de crédito rápido, por ejemplo, se dice que tienen su mayor beneficio en la ejecución de los avales y por tanto, no parece sea su prioridad el que les devuelvan los pocos miles de € que prestan… pero yo no podría asegurarlo.
Toda la vida ha habido deudas y han habido impagos. Eso no ha cambiado en el siglo XXI a pesar de toda la información de la que disponemos. Las agencias de ráting, los comités de inversión, los algoritmos…. nada ha servido para conseguir la infabilidad. Tan pronto grandes inversores aconsejados por grandes firmas compran bonos a 100 años emitidos por Argentina como pasó en Junio de 2017, como que advierten de posibles impagos poco más de un año después debido a la desastrosa gestión de Macri. Y eso que en teoría la Gran Recesión de 2008 tras la que tantas empresas y particulares dejaron de pagar como la crisis de deuda en Europa iniciada en 2010 que incluso condujo a 2 corralitos (Chipre y Grecia), una quita de depósitos (Chipre) y una quita de deuda soberana (Grecia), debería haber sentado un precedente de prudencia pero los errores siguen sucediéndose. Una de las causas de la masiva inyección de liquidez barata por los bancos centrales y los tipos de interés ultrabajos, ha sido el aumento del apetito por el riesgo buscando algo de rentabilidad para los ahorros, y con ello se han relajado los estándares para adquirir deuda justo cuando más hay en el mundo. Otra prueba de esto es la enorme demanda que tienen incluso los bonos considerados “basura” por su alto riesgo de impago.
No sólo los bancos centrales tienen la culpa, también los gestores políticos –y muchos economistas- ya que están convencidos que el crecimiento económico llega asociado a un aumento de la deuda. Y es que es difícil poder crear empleo sin mayor consumo y la manera de incentivar el consumo es favoreciendo que los consumidores puedan traer dinero del futuro ya que no disponen de suficiente en el presente. De hecho, las tasas de ahorro son muy bajas en la actualidad y si bien las empresas y las familias, al menos hasta hace un año o dos, redujeron deudas (mientras eran las administraciones públicas las que las aumentaban), la tendencia ahora es al alza. Incluso los estados siguen aumentando su volumen de deuda por más que el ratio deuda/PIB de algunos baje o se estanque debido al crecimiento del PIB (pero no a que se ingrese más de lo que se gaste, algo que sigue siendo anecdótico en los gobiernos del mundo). Además, la deuda se ha convertido en un activo más en el que invertir para el gran público, de ahí el éxito de los fondos de renta fija, algo que no es nuevo. Desde el momento en que tenemos dinero en una entidad financiera, ésta utiliza nuestro capital para invertir en todo tipo de productos por todo el mundo, y de hecho, el origen de la banca era tomar el dinero de algunos clientes para prestárselo a otros.
El caso es que incluso suponiendo que quien se endeuda lo hace con intención de devolverlo, a veces ocurre que la deuda es sencillamente impagable. Eso le pasó a Grecia en 2010. Todos los países en general lo que hacen es endeudarse y pagar los vencimientos que tienen confiando en que siempre habrá inversores que, a mayor o menor precio, confíen en que un país siempre podrá pagar intereses y devolver el principal anunciando otra nueva subasta y tomando nuevos fondos. Al no existir riesgo de devaluaciones como pasaba con el dracma, mucho inversor extranjero, especialmente de la propia Eurozona, veía como de muy bajo riesgo comprar deuda soberana griega y especialmente la banca francesa y alemana, las que más liquidez tenían a principios de este siglo, adquirieron muchos deuda y activos en el sur de Europa. Cuando Grecia reconoció que sus cifras financieras habían sido falseadas a finales de 2009, el recurso griego de adquirir nuevos fondos en subastas de deuda para afrontar los pagos se vio muy comprometido. Yo entonces abogué por la salida de Grecia de la Eurozona y que se arreglara el emisor con los deudores –como por otra parte ha pasado siempre- pero los políticos decidieron hacer un crédito de dinero público del resto de miembros de la Eurozona. Se hablaba de solidaridad pero incluso ZP –y otros muchos– hablaron sin reparos de estar haciendo un buen negocio prestando al 5% a Grecia mientras nosotros lo tomábamos en mercado al 2%. En el fondo, aposta (¿Merkel?) o por desconocimiento (¿ZP), lo que hicieron fue salvar a la banca francesa y alemana con dinero público.
Al dejar de ser un problema de unos prestatarios privados sino de todos los europeos, sí que era vital que Grecia devolviera esos fondos (que al principio iban a ser 30 mil millones y acabaron siendo 110 en el primer rescate, 130 en el segundo y 86 en el tercero) y para ello incluso hubo una quita de deuda que sólo afectó a deudores privados mientras los “rescatadores” iban reduciendo el tipo de interés y aumentando los plazos a Grecia, eliminando con ello toda posibilidad de “negocio” y de resolución rápida a la par que acababa con la independencia económica de Grecia ya que, incluso un gobierno que llegó al poder prometiendo que conseguiría más dinero de Europa para hacer sus propias políticas, ha acabado aplicando –tras el enorme fracaso de la gestión de Varoufakis que en unos pocos meses llevó al país a un corralito y a verse obligado a aceptar un acuerdo mucho peor por culpa del empeoramiento de la situación económica y financiera durante su mandato como ministro- las que le dictaba la Comisión Europea. La situación de Grecia está lejos de estar solucionada (aunque ha mejorado muchísimo, ¿quizás por haber aplicado las recetas de la Comisión Europea y no las que prometió Syriza en las elecciones?) pero hace unas semanas volvió a emitir deuda a 10 años con un gran éxito de demanda. De nuevo entra dinero privado en el país, esperemos que en el futuro no tenga que volver a entrar dinero público para devolvérselo… una vez más.
Y es que yo distingo entre las deudas entre partes privadas (personas que no pueden pagar su hipoteca o empresas que no pueden afrontar pagos) en las que un posible impago es cosa de ellos y los créditos del FMI, de la propia Eurozona a algunos miembros o incluso de China a cambio de infraestructuras y activos. Ahí entran en juego factores geopolíticos que van más allá del tema económico puro. El caso es que la tentación de la deuda es cada vez mayor debido a la política de los bancos centrales: es barato emitirla y es muy cómodo comprarla sabiendo que la liquidez nunca se pierde ya que si se necesita, el propio banco central la va a suministrar a cambio de ese activo adquirido. Eso no vale sólo para estados, también para grandes empresas. Pero para los ciudadanos y las pymes endeudarse sigue siendo un problema. Ni es barato (hay mucha diferencia entre lo que cuesta pagar un crédito y lo que se recibe cobrando un depósito) ni es fácil (hacen falta avales y/o activos que los respalden)… aunque la tentación también existe.