Hace casi tres años publiqué un libro de relatos y varios lectores que me han comentado que lo leyeron, coincidieron en destacar uno de ellos, de los más breves, en el que situaba a un grupo de dirigentes mundiales reunidos para comentar los preparativos para un encuentro con una nave alienígena procedente de otra galaxia. Cuando todos parecían estar de acuerdo en los protocolos y en las distintas posibilidades, alguien sacó el tema de la religión. Si los alienígenas tenían una propia estupendo, si no tenían ninguna, también pero… ¿y si por ejemplo decían que Alá es su Dios, Mahoma su profeta y su libro sagrado el Corán? Sería imposible que existiera tal casualidad por lo que significaría que el Islam sería la religión verdadera del universo y todas las demás estarían equivocadas, sería un shock enorme para todos aquellos que no la practicaran. Ya saliéndome del tema del relato, lo mismo pasaría si nos mostraran que ellos, una sociedad mucho más avanzada que la nuestra, tuvieran como sistema político el de elegir a los que mandan por sorteo (algo que por cierto ya imaginó el gran Arthur C. Clarke) en lugar de por elección y que cualquiera que aspire a algún cargo de poder sea eliminado de dicha lotería porque su ambición le incapacitara para el servicio público. ¡Menudo palo para nuestros políticos! ¿Y si ni nos enseñaran que el sistema económico ideal es por ejemplo sin dinero?…
Por desgracia, no conocemos a una cultura superior que nos enseñe a hacer mejor las cosas y que rompa nuestros malos hábitos y lo único que nos queda es aprender de nuestra propia experiencia, tanto de nuestra Historia como de las realidades de nuestro presente. Ambas nos dicen que las mejores sociedades del mundo respetan las creencias de cada cual manteniendo la religión separada del estado y allí donde eso no pasa la gente vive peor. También nos dicen que el sistema político menos malo es la democracia, una democracia con diferentes poderes que se contrapesen para evitar que nadie tome demasiado poder en su persona. Y también nos enseña que el mejor sistema económico… es el capitalismo. No hay duda respecto a ello, sea con mayor o menor intervención estatal, y se mida por el ránking que se mida, los mejores países son sociedades capitalistas. Esto nos lo enseña el presente y nos lo enseña la Historia pero cada ciertos años sale alguien que es capaz de convencer a un buen número de personas de que existe un sistema mejor aunque nadie tenga evidencia de él.
Mi opinión es que, como pasa con tantos términos, hay un gran desconocimiento de lo que es el capitalismo. Cada año la ONU elabora un ránking de los países más “felices” del mundo y utiliza en su cálculo el PIB per cápita, el “apoyo social”, la esperanza de vida, la libertad para tomar decisiones, la generosidad y la percepción de la corrupción. Los primeros puestos en2018, como casi cada año, son Finlandia, Noruega, Dinamarca, Islandia, Suiza, Holanda, Canadá, Nueva Zelanda… Todos son capitalistas. Y justo uno de los menos capitalistas, Venezuela, es del que más huye su población en el mundo… y desde luego no se plantean irse ni a Cuba ni a Corea del Norte. Ni siquiera hace falta saber historia pero ésta también nos confirma que los países cuya calidad de vida más ha mejorado las últimas décadas son los que se han pasado al capitalismo como China. Los sistemas colectivistas no funcionan, la gente que de verdad cambia el mundo no quiere que un burócrata le deje sin opciones de mejora, quiere un salario mejor que el de los demás si es más productivo que los otros, y prefiere montar un negocio en libre competencia y que los consumidores sean los que decidan su éxito o su fracaso.
Así que creo que ya es hora de olvidarse del anticapitalismo, es algo tan rancio que podemos ver videos de ministros franquistas anticapitalistas (demostrando además, como pasa en la actualidad, su profundo desconocimiento del concepto). El fascismo y el comunismo, los grandes movimientos anticapitalistas del siglo XX, deberían haber sido superados ya, al igual que en Occidente hemos dejado ya atrás la etapa de los estados teocráticos… son experimentos que el pasado y el presente ya nos han enseñado que no funcionan y lo que hay que hacer es mejorar el capitalismo, que todos sabemos que es muy mejorable pero sin renegar de él y de sus principios porque precisamente lo que muchos consideran capitalismo en realidad es una perversión como los oligopolios estilo OPEP o las eléctricas en España ya que van contra el libre mercado. De hecho, el socialismo actual ya ha aprendido que no debe luchar contra el capitalismo sino que está encajando sus principios en él sin cuestionar el sistema económico, que es el mismo en la “liberal” Singapur y en la intervencionista China, en la España del PP y en la Grecia de Syriza.
Veamos por ejemplo Noruega, no sólo es un país capitalista admirado por todos, es que además utiliza los ahorros de sus ciudadanos para hacer inversiones por todo el mundo utilizando para ello un Fondo Soberano. ¿Qué busca con ello? Rentabilidad que aumente su capital, por supuesto. Como casi todos, queremos tener un capital que sea nuestro y a ser posible que crezca… para nosotros y para los nuestros. Noruega destina una parte de su presupuesto, como casi todos los países ricos incluido España, para otros más desfavorecidos pero nadie entendería que no gastaran la mayor parte de su superávit en sus propios nacionales, como hace cualquier familia con sus ingresos. Yo entiendo que haya a quien no le guste admitirlo pero es así para todos: nos interesa primero lo nuestro, después lo de los nuestros y luego los demás, ahí no hay igualdad de intereses sino preferencias muy claras. Pasa a nivel personal y a todos los demás niveles. Por suerte, como ya describió en su día Adam Smith, este aparente “egoísmo” resulta beneficioso para la sociedad porque quien busca mejorar para sí, con su labor mejora al conjunto, y eso vale tanto para la empresa que busca el mejor producto al mejor precio para poder vendérselo a una mayoría amplia de consumidores como para el trabajador que participa en su creación, desarrollo y venta porque desea un mejor salario para darle una mejor educación a sus hijos. Esa es la verdadera esencia del capitalismo, y es una pena que, por otros motivos, ese término tenga para tantos una injusta connotación negativa.