Los expertos coinciden en la enorme importancia del pulgar oponible lo que según la Teoría de la Evolución, debemos a la suerte. Sin un cambio anatómico de ese calibre, que por ser ventajoso se acabó imponiendo, jamás hubiéramos podido construir herramientas (un delfín puede ser muy listo pero su configuración física le limita), desarrollar nuestro cerebro y crear, junto al azar ya citado, el gran pilar de la evolución de la Humanidad: la tecnología. Por supuesto hay quien piensa que no es el azar sino un destino dirigido por un benevolente Dios que hace que los humanos seamos tan especiales y únicos. El caso es que evolucionamos y nos hemos extendido por todo el planeta. ¿Cómo? Usando dos vías: la expansión demográfica y la ya citada tecnología.
Desde la Revolución Industrial todo se ha acelerado y a pesar de que somos más y más las cifras son positivas para el conjunto. Hasta ahora al menos. La explicación está en la mejora de la productividad conseguida sobre todo por la evolución científica y el uso de máquinas (aparte del abuso de recursos naturales pero ese es otro tema). Desde que éstas aparecieron surgieron voces discrepantes que aseguraban que las máquinas nos robarían el trabajo, incluso hubo muertos en nombre del famoso mito ludita. De aquello hace más de dos siglos pero el miedo está volviendo y se insiste en que los robots nos quitarán el trabajo. Hasta ahora eso no es cierto, las máquinas mejoran nuestro trabajo y nos ahorran mucho tiempo, tanto a nivel doméstico (me pregunto cómo se podían apañar nuestras madres y abuelas para dar el desayuno a varios hijos sin un microondas) como laboral (una persona con más de 40 años sabe de la enorme diferencia que ha supuesto la informática en el trabajo de oficina, no hace falta irse al siglo XIX). Esas máquinas que han mejorado nuestra productividad han permitido que cobremos una jubilación y podamos estudiar durante más años por lo que también se han reducido los años de trabajo de la mayoría.
El mundo laboral no es fijo, no ha dejado de moverse desde hace más de dos siglos y hay un claro proceso de reducción de empleados del sector agrícola, primero en beneficio del sector industrial y desde hace unas décadas de éste hacia el sector servicios. Los países con más robots (China, los EUA, Japón, Alemania…) son los que tienen las tasas de desempleo más bajas (por debajo del 5%) y casi todos además están en mínimos históricos. Y eso que la incorporación de la mujer al mercado laboral ha supuesto la necesidad de más puestos de trabajo durante el último siglo. Por eso a día de hoy el miedo a los robots o a la Inteligencia Artificial parece algo precipitado y en mi opinión un error. Y la peregrina idea de poner impuestos a los robots que quiten puestos de trabajo, absurda. Los tractores eliminaron muchos empleos de jornaleros y no por eso no surgieron otras actividades para tantas personas que además acabaron por ser mejores, castigar la tecnología con más impuestos no soluciona nada. Además, la empresa que compra un robot ya paga impuestos y la creación y el mantenimiento de ese robot también genera empleos que cotizan a la seguridad social.
No tenemos ni idea de cuáles serán las profesiones que surjan las próximas décadas como nadie sabía hace 20 años de Facebook o Google. Es normal tener miedo de los cambios pero los avances tecnológicos nunca han sido negativos, ¿por qué dar por hecho que lo serán esta vez? En el mundo desarrollado estamos envejeciendo, cada vez hay menos jóvenes que estudian más años y se incorporan más tarde al mundo laboral y más jubilados que viven más tiempo. Eso sí es un grave problema porque aumenta la población pasiva y se reduce la activa y la productividad de esa reducida población activa debe ser mayor porque lo es durante menos años. Para eso la ayuda de la tecnología y de las máquinas es fundamental.
Nadie sabe el futuro, quizás esta vez sí sea diferente y no sepamos seguir evolucionando, quizás la inteligencia artificial –que no los robots, desde luego- acabe con el mundo laboral y haya que replantearlo todo pero a día de hoy no tiene sentido poner trabas al desarrollo tecnológico. Es nuestra mejor arma, siempre lo ha sido, para mejorar nuestro bienestar. Y puesto que los países con más robots son los que menos paro tienen, ¿no deberíamos preocuparnos por problemas del presente en lugar de imaginarnos posibles dificultades en el futuro sobre premisas que llevan resultando erróneas desde hace siglos?