El otro día leí que 8 de cada 10 portugueses están a favor de una “Unión ibérica”. No me sorprendió porque que un país pequeño quiera unirse a otro mayor en igualdad de oportunidades suena a muy ventajoso, no creo que a España le interesara algo así y preferiría, en ese hipotético caso, que Portugal fuera una autonomía más. En cualquier caso me dio por pensar, ¿si Portugal quisiera unirse a España no deberíamos votar todos los españoles si estamos de acuerdo con la anexión? Y si esto es evidente, con la misma lógica, ¿No deberíamos votar todos los españoles si estamos o no de acuerdo en lo contrario, una secesión? Pero creo que de ese tema ya se ha hablado demasiado y me voy a fijar en el segundo pensamiento que me vino a la cabeza: ¿Qué votaría yo si me plantearan un cambio que implicaría dejar ser español para ser, por ejemplo “portuespañol” y añadir otros colores a la bandera rojigualda?
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Droblo
Es interesante el vuelco que los sondeos muestran en la intención de voto en España. Antes del verano empezaron a mostrarse encuestas que darían suficiente mayoría a una posible coalición PSOE+UP o que al menos superaban a la de PP+C´s lo que podría traducirse en un giro a la izquierda del electorado español. Además, como ya comenté hace un par de viernes, los juicios que vienen por la corrupción augurarían problemas para el PP que podrían ser aprovechados electoralmente por la oposición. Pero llegó en Septiembre la decisión del Parlament y del Govern de saltarse la Constitución y aprobar una ley que decía que iba a realizarse el 1-O aunque fuera ilegal y que si su resultado, aunque no tuviera las mínimas garantías requeridas, fuera positivo, Cataluña declararía la independencia. Y a partir de ahí, todo cambió.
2017 se ha convertido en el año del Bitcoin, todo el mundo habla de él tras la excelente rentabilidad ofrecida. Es pues el año en el que, por si quedaba alguna duda, ha quedado claro que no es un sustituto del dinero como se supone pretendía su creador -o creadores- conocidos como Satoshi Nakamoto sino un activo que se compra y se vende. Esto es clave porque el dinero es algo simbólico, puede ser un trozo de papel con un sello pero un activo debe tener un valor intrínseco, debe valer para algo.
La popularidad del bitcoin empieza por su opacidad -preocupante tanto por temas fiscales como por ser un posible escondite para fondos procedentes de actividades ilegales-, prosiguió como modo de transformar una moneda nacional débil (en Zimbawe por ejemplo) o una que no se puede cambiar en el mercado libre por otra (el mejor ejemplo es el yuan)… pero en la actualidad es un nido de especuladores comprando barato para vender caro. De hecho, estos días van a empezar a cotizar futuros del bitcoin, todo un mercado de derivados montados sobre un activo muy poco líquido, en el que ha habido varios episodios de robo de monederos, que no está regulado, que tiene unos movimientos de una volatilidad altísima… A lo que sumar el nivel de precios al que empieza todo esto:
Como vimos el otro día, el origen de la propiedad privada es la base de nuestro sistema económico desde la Prehistoria pero desde entonces, y a pesar de la evidente evolución tecnológica, la Historia avanzó muy despacio… hasta que no llegó la Revolución Industrial. La aceleración de la mejora económica en el mundo empieza ahí porque aumenta nuestra productividad. Entre 1500 y 1820, según datos reunidos por el difunto Angus Maddison, la tasa de crecimiento anual del mundo fue de apenas un 0,32%, y en grandes áreas del planeta no hubo crecimiento alguno. Desde entonces el crecimiento mundial medio ha sido del 2,25%. El que se iniciara en la única monarquía europea, la inglesa, que acabó con la tentación absolutista -ya en 1689- y en el que la separación de poderes se ejercía incluso antes de que los filósofos franceses -inspiradores de la Revolución de un siglo después- hablaran de ella, no es casualidad. Hay una gran relación entre sociedades abiertas y progreso económico y ambas variables se alimentan la una a la otra.
A pesar del gusto español por la autocrítica, no debemos olvidar que la Justicia, incluso tras la victoria electoral del PP a finales de 2011, no ha dejado de trabajar y no ha tenido problema en investigar, enjuiciar y hasta encarcelar a muchos miembros del PP. Podemos criticar su lentitud pero difícilmente se puede afirmar que sea una justicia al servicio del partido en el poder y todos hemos de felicitarnos por ello. En cuanto a la lentitud, me gustaría aclarar que las instrucciones de casos tan grandes no son fáciles, que los fondos son limitados (y como en casi todas las partidas presupuestarias desde 2010 no crecen) y que aunque no lo fueran las personas dedicadas a algo así no pueden ser demasiado numerosas para evitar filtraciones, y que algunos casos –como la Gürtel- son muy complejos por sus ramificaciones por todo el territorio nacional y la implicación de varias administraciones. Para el que quiera hacer comparaciones de velocidad, desde luego es mucho más fácil y rápido instruir una causa contra el que en público desobedece varias órdenes del Tribunal Constitucional.
Siempre es necesario ir a la raíz de un fenómeno para poder entenderlo, ahí radica la importancia no solo de conocer la Historia, también de saber interpretarla. Si queremos empezar por el principio debemos retroceder bastante lejos, hasta los comienzos de la Prehistoria, esas decenas de miles de años de los que desconocemos casi todo pero que han marcado para siempre al ser humano. No somos conscientes hasta qué punto. Por ejemplo, la ciencia dice que nos sentimos tan atraídos por los alimentos más calóricos (sí, la culpa de nuestro amor al bacon y al azúcar es de nuestros antepasados) porque durante todo ese periodo tan largo desconocíamos cuándo sería nuestra próxima comida y, lógicamente, nos llenábamos el estómago con lo que más energía nos podía proporcionar. Llevamos muy pocas generaciones dando por hecho que el alimento es algo asegurado, y ni siquiera hoy ocurre esto en todo el planeta.
Retrocedo tanto en el tiempo porque para entender nuestro sistema económico actual debemos viajar al momento en el que la propiedad privada nació. La igualdad total nunca ha existido, es un mito, como mucho un objetivo; cuando en el mundo animal se convive en grupo, los más fuertes, los más astutos, los más talentosos… disponen del mejor alimento y refugio, incluso de más posibilidades de reproducción lo que no deja de ser una forma de privilegio. Y en el momento en que por ejemplo un león enferma o envejece llega otro y le roba esos privilegios, en general con una demostración de fuerza. En los homínidos podemos intuir que el proceso fue similar aunque la inteligencia poco a poco fue desplazando a la fuerza física y un jefe de una tribu podía no ser el más fuerte sino el que mejor sabía utilizar la fuerza de los demás. Suponemos que esos hombres primitivos pertenecientes a grupos de nómadas que vivían de la recolección, empezaron a sentir algunos objetos como suyos como quizás una piedra especialmente afilada. Y en el momento en que nació el sedentarismo el proceso se aceleró porque el hombre disponía de algo que acumular.