Ya sé que es muy difícil de pronunciar pero personalmente lo prefiero al término español: “economía conductual”. Siempre he sido un poco escéptico de dignificar con un nombre a algo que ya está presente en los análisis económicos desde siempre dado el carácter de ciencia social de la economía pero el premio Nóbel a Richard H. Thaler “referente de la integración entre economía y psicología”, lo ha puesto de moda. Yo ya he publicado muchos artículos aquí donde he hablado de ello, desde la relación entre la confianza en el futuro y el gasto del consumidor a lo relacionado con las inversiones, de lo diferente que es comprar o vender una acción no por lo que es la empresa sino por lo que le pasa por la cabeza al inversor. Pero este Nóbel, y otros como él, consiguieron crear unos análisis serios en los que de algún modo se podían medir esas relaciones.
Daniel Kahneman y Amos Tversky expusieron en un artículo publicado en 1979, una enumeración de las bases de la “prospect theory”, teoría de la perspectiva que desarrolla las normas de decisión en un universo de riesgos. Aquella teoría, origen de toda una corriente de investigación, otorgó a Daniel Kahneman el Premio Nobel de Economía en el año 2002. ¿Cuál era su argumento principal? La tendencia a comportarse de manera distinta cuando estamos en pérdida o en beneficio es tan intensa que las observaciones destacan una aversión a las pérdidas, siendo éstas dos veces más dolorosas que la satisfacción obtenida por los beneficios ¡para una misma cantidad de dinero! La aversión a las pérdidas acentúa la tendencia en la bolsa a conservar los «losers» (valores en pérdidas), ya que si vendemos un título en pérdida para comprar otro, aún recuperando la minusvalía, sentimos sólo la mitad de la decepción causada por la pérdida sobre el primer título. En efecto, en términos de satisfacción, ¡una minusvalía de 100 euros seguida de una plusvalía de 100 euros no equivale a un resultado nulo, sino a una pérdida de 50 euros!
Manuel Conthe en un artículo que escribió hace años se hacía la siguiente pregunta: ¿Por qué los inversores son reacios a vender acciones con pérdida y proclives a vender las que arrojan plusvalías? Y explicaba que la Teoría de la Perspectiva y la Psicología de las Finanzas lo atribuye a la forma en S de la función de valor; que refleja el valor marginal decreciente de ganancias y pérdidas. ¿Qué significa esto? Imaginemos, por ejemplo, que un inversor compró una acción en 50 euros. La acción ahora cotiza a 55 y existe la misma probabilidad que suba a 60 o que baje a 50. Pues bien, el valor atribuido a una plusvalía segura de cinco euros será mayor que el de una potencial ganancia de 10 con probabilidad del 50%. El inversor materializará, pues, su ganancia. Imaginemos ahora que esa misma acción cotice a 45 euros -con una minusvalía latente de cinco- y que exista la misma probabilidad de que suba a 50 o que baje a 40. Si vende, el inversor materializará una pérdida de cinco euros. Si no lo hace, su potencial minusvalía será de 10 euros con probabilidad del 50%. Enfrentando a esa desagradable tesitura, el dolor marginal decreciente de las pérdidas hará que prefiera conservar el valor. Efectivamente así es, tendemos a ser muy atrevidos cuando tenemos pérdidas pero tenemos una tendencia natural por nuestra psicología humana a cortar las ganancias, por una razón sencilla, porque soportamos mucho peor el dolor que el placer si lo recibimos en la misma dosis. Una conclusión que se sale del tema bursátil y que puede llevar a otras muchas reflexiones…
Aunque no es algo nuevo ni mucho menos, la relación entre psicología y economía no se tuvo muy en cuenta hasta finales del siglo pasado pero ahora es algo comúnmente aceptado ya que la economía también debe estudiar el comportamiento de los individuos cuando toman decisiones económicas. Pocos quedan que crean en la racionalidad de los agentes económicos tras tantas pruebas de lo contrario ya que por mucha información que se maneje, lo imprevisto sigue ocurriendo y lo subjetivo pesa más que los fríos datos. Basta con ver los vaivenes de los mercados financieros para dudar de los que defienden que no influye la conducta humana en la evolución de los precios. Otro tema es asumir que alguien, por muy Nóbel que sea, sea capaz de establecer un método fiable que nos sea útil para, por ejemplo, eliminar las crisis cíclicas. Por utilizar un ejemplo comprensible, saber y reconocer que la publicidad influye en nosotros como consumidores no significa que un publicista, por muy bueno que sea, sea capaz de salvar a una compañía de la quiebra con una campaña promocional estupenda porque no todo es predecible en el ser humano… y si así lo fuera sería triste.
Y es evidente que tenemos sesgos, y también lo es que es posible medirlos. Por ejemplo, en esta imagen podemos ver que incluso cuando nos preguntan por un número al azar del 1 al 10, tenemos preferencias
Pero si tratamos de múltiples variables, soy más bien escéptico. ¿Será posible con el Big Data poder calcularlo todo para predecir nuestro comportamiento? Desde luego para los que estamos en los mercados y tenemos un 50% de probabilidades de ganar o perder, es una ayuda tener unas estadísticas que aumenten el porcentaje de los aciertos aunque si creamos una estadística de nuestras reacciones y actuamos en base a ella, ¿no cambiaremos el patrón? Es por eso que aunque el tráding con algoritmos calculados con máquinas ultrarrápidas sea muy efectivo, no sea infalible y lo será menos cuanto más universalizado esté.