Cada generación desde la postguerra ha podido decirles a los más jóvenes que décadas atrás las cosas estaban mucho peor, que son unos quejicas. Y no sólo por los avances tecnológicos, también por los avances sociales (cobertura sanitaria, de desempleo…), mejora de los servicios públicos, mayores libertades… incluso el prestigio internacional español ha ido en ascenso casi ininterrumpidamente desde hace muchas décadas. Sin embargo, cada vez son más los expertos que dejan claro que diez años después de iniciada la crisis aún estaremos muy lejos de la situación mayoritaria que se disfrutaba a comienzos de este siglo en España. Así pues, es muy probable que haya una excepción histórica a todo este proceso: Sueldos más bajos (y con la desindexación al IPC de los salarios si sube la inflación, aún peor), más años de trabajo –si se encuentra empleo ya que tendremos durante años más del doble de la tasa de paro de la Eurozona- para una modesta pensión, peores servicios públicos y con pocas perspectivas de cambio puesto que el lastre de la enorme deuda pública creada desde 2008 afectará a las finanzas del país durante años. ¿Cuándo transformaremos España para que no tengamos que decirles a nuestros hijos que les hemos dejado una España peor?
En España una persona con poco más de 50 años ha tenido la oportunidad de vivir una crisis casi cada 15 años: la de finales de los ´70, la de 1993 y la iniciada en 2008. La primera se alargó muchos años y se mezclaron en ella muchos factores: inflaciones del 20%, inestabilidad política, atentados, mucha juventud cayendo en la droga, problemas sociales… la segunda personalmente la viví en una situación laboral buena pero fui consciente de su gravedad: el 25% de tasa de paro de 1993 era dramático y sin embargo duró poco y a partir de 1994 se mejoró a gran velocidad, tanto que en el 2000 la tasa de paro llegó al 10%. Ese 25% parecía algo irrepetible: empezamos el nuevo siglo y formábamos parte de la €zona, pronto fuimos AAA y si el paro no se reducía más era porque el país se llenaba de emigrantes al calor de nuestro gran crecimiento económico. Muchos españoles de 30 años nunca habían vivido una crisis hasta 2008 (porque la anterior la pasaron de niños) pero, probablemente, si llegan a viejos aún les quedarán por vivir varias más. La pregunta es obvia: ¿No hay alguna forma de evitarlo?
Con los enormes problemas que la crisis está generando en la sociedad española entiendo es difícil pensar en lo que ocurrirá en el futuro, más cuando lo natural del ser humano es pensar que todo irá mejor pero tras vivir el primer gran retroceso social en decenios –por muchas medidas aunque quizás la que lo ejemplifique mejor sea la reforma de las pensiones por la que para pretender obtener lo mismo deberemos trabajar mucho más tiempo- y comprobar que viene para quedarse, quizás debiéramos ser menos optimistas. El escritor José Saramago dijo “Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay”.
El aspecto demográfico es quizás lo que más ensombrece mi perspectiva sobre el futuro. El aumento de la población activa consiguió que tras la II Guerra Mundial en Occidente se vivieran unas décadas de prosperidad únicas, la reconstrucción tras la debacle y las diversas revoluciones tecnológicas cambiaron el paradigma llevando a que la mujer se incorporara masivamente al mundo laboral pero a la vez, provocó que su sueldo se fuera haciendo imprescindible en muchas familias para mantener el aumento del consumo. Las consecuencias las vemos todos: necesitamos mucho más para vivir de lo que necesitaban nuestros padres a nuestra edad y para eso necesitamos –generalmente- más de un salario en la unidad familiar. La conclusión de todo eso es que si queremos seguir manteniendo este chiringuito basado en un mayor consumo, el siguiente paso es trabajar más años… Hace unas décadas familias de 6 miembros podían vivir con el sueldo de 1, ahora familias de 3 o 4 necesitan 2 sueldos y además jubilarse más tarde.
Esto se podía haber evitado hace tiempo con más planificación pero ahora es tarde, no tiene muy buena pinta el futuro cuando en la actualidad no tenemos claro ni cómo mantener el “estado del bienestar” ni cómo pagar la deuda ni cómo crear empleo para obtener los ingresos necesarios. Por eso creo que, si no cambiamos el sistema, habrá quitas de deuda (las ha habido siempre, antes la mayoría se disfrazaban con devaluaciones), que habrá más recortes sociales y que la única forma de aumentar el empleo será, como de hecho ya está ocurriendo, con peores condiciones y menores salarios. E incluso creando empleo –que no será fácil sin un cambio de modelo económico y con el obstáculo del alargamiento de la edad de jubilación- dudo mucho que se compense al aumento de la población pasiva. Cuando salgamos de la actual crisis deberemos menos dinero individualmente pero más como grupo, nuestro salario neto se verá reducido porque habrá menos personas en la familia con trabajo, pagaremos más impuestos -y a pesar de eso tendremos peores, menores y más costosos servicios públicos- y nada sustancial habrá cambiado en el sistema económico mundial para intentar evitar la siguiente recesión.
Es por eso que a corto plazo podemos salir de esta crisis (o acostumbrarnos a ella) pero temo que esta sociedad no puede seguir basándose en un crecimiento del PIB motivado por un mayor consumo pagado en gran medida gracias al crédito, es decir, trayendo beneficios del futuro. Esto para mantenerse necesita más consumidores porque son los que van a originar que haya nuevos puestos de trabajo, más cotizantes a la seguridad social y más ingresos vía impuestos pero si para crear esos empleos necesitamos que vuelva el crédito y que todos gastemos más, nos encontramos en una dinámica en la que por muchos años que trabajemos y por muchos componentes de la unidad familiar que se incorporen al mercado laboral, no podremos generar la riqueza suficiente: es un círculo vicioso. Y todo esto sin tener en cuenta ni el daño ecológico ni la continua necesidad de recursos que tanto consumo provoca.
Estos problemas son comunes a Occidente y para intentar solucionarlos en mi opinión necesitamos reformas globales. No obstante, eso no es óbice para que en este país podamos hacer las cosas mejor y dejar de buscar excusas fuera: una cosa es tener una opinión sobre el funcionamiento del BCE o de los paraísos fiscales, por poner dos ejemplos, y otra no asumir que no debemos esperar que las soluciones vengan del exterior sino trabajar por lo que sí podemos cambiar. Yo tengo algunas propuestas, la mayoría ya comentadas en otros artículos a lo largo de los casi 8 años que llevo escribiendo aquí, y durante los lunes de Julio y Agosto voy a exponer esas ideas sobre cómo resolver, a mi juicio, algunos de los problemas de nuestro país, casi todo extraído del capítulo 9 de mi libro Especulando con la crisis. Creo será una buena ocasión para que todos expongan las suyas también.