Ya sé que las empresas no se han trasladado al Tercer Mundo para mejorarlo. Buscaron su beneficio, no lo dudo, pero buscándolo han mejorado el mundo. Como seguramente los de Google no perfeccionaron su buscador para hacerme la vida más fácil sino para ganar más dinero… pero yo estoy encantado con ello. En eso Adam Smith tenía toda la razón: el interés del tabernero por conseguir algo al venderme una bebida me calma la sed. Me da igual su intención de lucro si el resultado global es positivo. Yo soy un partidario de la globalización por la objetividad que nos ofrecen los datos: cuanto más se globaliza el mundo, menos humanos pasan hambre. Es un hecho. Por supuesto que en ese proceso, que ya dura décadas, ha habido consecuencias indeseadas, como en todos. Pero lo positivo supera a lo negativo y el que millones de personas vivan algo peor se compensa con las decenas de millones de personas que viven mucho mejor. Pero hagamos un ejercicio por el cual los antiglobalización consiguen su propósito de involucionar en este tema y tienen éxito. Imaginémoslo.
Imaginemos que el mundo decide acabar con la situación actual por la que empresas occidentales ven más rentable producir lejos de Occidente y para evitarlo se establecen unos aranceles enormes con la intención de que desistan de esas prácticas. Lo normal sería que eso condujera a quiebras empresariales, no sólo por la reducción del margen, también porque resultaría muy caro cerrar factorías y abrir nuevas… es decir, como mínimo aumentaría la deuda empresarial para poder hacer esas inversiones. También los millones de accionistas de esas compañías perderían mucho dinero pero quizás lo peor es que no necesariamente Zara aumentaría sus empresas en España o Primark en Irlanda etc. sino que puede que eligieran por ejemplo Europa del Este. Aún así, sigamos imaginando que tienen éxito y que se crean miles de empleos (de baja cualificación, eso sí) en Occidente.
No obstante, lo normal es que aquellos países respondan con aranceles semejantes y por lo tanto se desate una guerra comercial que reduciría las ventas que se hacen allí y la economía occidental perdería grandes mercados en crecimiento como el chino o el indio. Eso supondría menos beneficios y más paro. Pero sigamos imaginando que no, que contra todos los indicios las consecuencias económicas para Europa y los EUA no serían negativas. Y tras tanto esfuerzo imaginativo, pensemos en las consecuencias para Tailandia, Camboya, Vietnam, y en general todos los países frontiers y emergentes. De repente millones de personas que trabajaban por un sueldo superior al de la media del país, se quedan en el paro y eso hunde a millones de familias en la miseria, habría una catástrofe humanitaria gravísima y la situación allí retrocedería varias décadas. Sintiéndolo mucho, no es posible imaginar otra consecuencia.
Poniéndonos en lo peor, incluso podría haber consecuencias geopolíticas graves. Al fin y al cabo, es impensable un conflicto armado China-EE.UU. por los lazos comerciales y monetarios existentes pero no existiendo éstos, la posibilidad de una guerra se acerca. Pero bueno, dejemos eso de lado y fijémonos en el factor moral y ético por las consecuencias de la antiglobalización: decenas de millones de personas en la miseria. Las mismas que salieron de ella gracias a la globalización y que, tras haber conocido una vida mejor, no creo estén dispuestas a asumir sin luchar que sus hijos vuelvan a la misma mísera situación que tenían sus abuelos. Pues incluso los que no se sientan motivados a impulsar la globalización para asegurar un futuro mejor a tantísima gente, tienen un motivo egoísta para temer una situación como la que hemos planteado.
El argumento egoísta es muy claro: Si por una guerra en Siria tenemos un aluvión de refugiados en Europa que no podemos contener, ¿qué pasaría si de repente millones de asiáticos pasan hambre, no irán en masa a los Estados Unidos y Europa a buscarse la vida? Es decir, no sólo sería un error revertir la globalización por sus consecuencias económicas y sociales a nivel global, es que además, incluso si tuvieran razón los que abogan por el proteccionismo –que estoy seguro que no la tienen- y la economía occidental no se hundiera, tampoco sería positivo ya que si no conseguimos mejorar el nivel de vida del globo entero, como está consiguiendo desde hace ya muchos años la globalización, al final nos salpicará de todos modos. De hecho, la única forma de parar la avalancha de refugiados sirios es resolver la situación en Siria igual que si queremos frenar la emigración subsahariana, debemos mejorar las condiciones de esa zona africana. No sirven las vallas cuando hay desesperación, debemos arreglar el problema allí. Si voluntariamente empeoramos la vida de decenas de millones de personas, aparte de ser unos miserables, estaremos disparándonos a los pies.
Curiosamente, donde se puede apreciar muy bien el daño provocado por los que están en contra del libre comercio es en Cuba donde el pueblo ha sufrido mucho por culpa de un embargo comercial que están deseando se levante para así poder acceder al mercado global. El auge de los antiglobalización, el discurso proteccionista de ultranacionalistas como Le Pen, ultraderechistas como Trump, o de multitud de grupos de izquierda radical puede hacer descarrilar el movimiento que más éxito ha tenido para reducir la miseria en el planeta. Espero que no lo consigan.