Dicen que en Wisconsin nunca pasa nada. Mentira. Una pequeña empresa tecnológica con sede en River Falls instaló a buena parte de sus empleados un microchip para facilitar algunas tareas en el trabajo, tales como la identificación en la puerta de entrada, el encendido del ordenador o el pago en las máquinas expendedoras. Un año después, es momento de sacar conclusiones de este experimento.
«Empleados cyborg» en Wisconsin. Año I
En agosto de 2017 amaneció una nueva era en Three Square Market, una empresa especializada en la fabricación de máquinas expendedoras y quioscos autoservicio. Patrick McMullan, presidente de la compañía, citó a sus empleados a una importante reunión en la que se les anunció una nueva y sorprendente medida: instalar un microchip en la mano de cada trabajador. Por supuesto, no fue algo obligatorio, pero un tercio de los empleados dijeron «sí».
Sam Bengston, un ingeniero de software de la empresa, no lo pensó dos veces: «me lo instalé solo para decir que lo tengo, dentro de cinco o diez años será algo normal». «Creo que es muy emocionante participar en algo tan nuevo», dijo Melissa Timmins, directora de ventas y otra de las nuevas «empleadas cyborg», tal y como los denomina la revista Technology Review que publica el Massachusetts Institute of Techonolgy.
Un año más tarde, tal y como recoge la citada publicación, solo dos trabajadores se han quitado el microchip… porque dejaron la empresa. El resto continúan con él, y otros 30 se han unido al proyecto tras conocer la experiencia de sus compañeros.
«Se ha convertido en parte de mi rutina». Bengston llegó a enfadarse cuando una máquina expendedora se negaba a darle una chocolatina, cuando acercaba su mano, como hacía todos los días. «Mi mujer y mis hijos también quieren ser chipeados», aseguró —no sabemos si entre risas— el director de ventas de la empresa, Todd Westby.
Suecia: pionera del microchip implantado en seres humanos
Aunque esta firma de Wisconsin ha sido la que se llevó el premio de un artículo en New York Times, disparando su popularidad, fue en Suecia donde McMullan, CEO de Three Square Market encontró la inspiración para su proyecto. En 2015 se usaron por primera vez implantes en personas y a día de hoy se cifra en 3.000 el número de suecos chipeados.
Al igual que sucede en Wisconsin, las personas con un microchip en la mano también pueden activar su ordenador o identificarse cómodamente sin necesidad de tarjeta. Pero, además, pueden comprar billetes de tren en la compañía nacional sueca SJ con solo enseñar su mano, una aplicación que abre nuevas e interesantes posibilidades prácticas, más allá del ámbito laboral.
Tal es el prestigio del microchip para humanos en Suecia que Jowan Osterlund, autoproclamado campeón mundial de implantación de microchips, viajó a Wisconsin para encargarse de la primera fase de implantación entre los empleados de Three Square Market.
Privacidad y delincuencia cibernética: los riesgos del microchip para humanos
Comprar una chocolatina extendiendo la mano tal vez tenga su gracia, pero no la tiene tanto si tu empresa te puede geolocalizar en el bar de la esquina con cuando deberías estar trabajando. «No, no, estaba en mi despacho, lo juro por mis hijos». «No mienta, Rodríguez, conocemos todos sus movimientos con el microchip».
El microchip humano tiene el tamaño de un grano de arroz extendido y funciona con tecnología RFID (identificación por radiofrecuencia). «No es un dispositivo de rastreo GPS. Es pasivo y solo puede proporcionar datos cuando se solicitan datos», aseguraba Todd Westby, director de ventas de Three Square Market, cuando se le cuestionó sobre privacidad. «Su móvil hace 100 veces más informes de datos que un chip RFID», remachó.
Pero Mark Gasson, investigar británico experto en microchip para humanos, tiene otra opinión. En 2009 se usó a sí mismo como cobaya para implantarse un microchip que infectó con un virus que podría ser propagado a otros sistemas informáticos si estaban programados para leer el chip. ¿Terrorismo cibernético a través del implante de microchips infectados?
El implante de microchips a humanos está todavía en fase beta, pero es un campo que ofrece posibilidades inmensas y, por ende, riesgos todavía incalculables. Tal vez origine un apocalipsis zombi a largo plazo, pero antes, creemos, sustituirá en muchos de sus usos a nuestro inseparable compañero, el móvil.