Una parte seguramente es leyenda, pero quizás otra parte fue realidad. Cuentan que cuando aun faltaban unos cuatrocientos años para naciera Alejandro Magno, sucedió en Frigia (Anatolia, Turquía), que un oráculo les anunció a sus habitantes que algún día, en el futuro, verían llegar por la Puerta Este de la ciudad al que sería su Rey verdadero. (No cuenta la historia que virtuoso analista realizó esta predicción tan exacta ni por qué aquellos ingenuos habitantes la creyeron). Añadía el preciso oráculo que reconocerían a esa persona porque, al atravesar la puerta, un cuervo se posaría en su carro.
Así las cosas, un tiempo después, llegó a la ciudad un pastor que, precisamente, accedió por la Puerta Este. El pastor se llamaba Gordias y un negro cuervo se posó en el yugo de su carro de bueyes en el preciso momento en el que atravesaba la puerta.
Los ciudadanos, con el oráculo fresco en sus mentes, aclamaron al sorprendido pastor, llevándolo al templo y coronándolo como su rey. (Me pregunto, porque la historia no lo dice, si es que en ese preciso momento tenían vacante el puesto de rey o qué hicieron con el monarca titular).
Entre tanto, mientras lo coronaban, unos amables sirvientes del templo trataron de apartar el carro de bueyes de la puerta este, si bien, al intentar soltar la correa que unía el yugo de los bueyes al timón, se percataron de que les era imposible desatar el nudo.
Rápidamente intervino de nuevo el oráculo, vaticinando que el que fuera capaz de desatar el nudo sería el dominador de toda Asia.
Tiempo después, ya digo que unos cuatrocientos años, Alejandro llegó a las inmediaciones de la ciudad camino de su expansión hacia Asia. Al tener conocimiento de la historia del nudo y sintiéndose llamado a la mayor de las grandezas pidió ser conducido al templo de Zeus. Allí se encontraba intacto el yugo anudado a la correa. Nada se dice de los bueyes, luego daremos por bueno que éstos pacían en el paraiso de los bovino-castrato desde siglos antes, mugiendo bellas melodías con su voz de soprano.
Alejandro se puso manos a la obra y trató de soltar el nudo. Hizo un intento tras otro buscando un cabo de donde tirar, algún punto débil, cualquier fisura en la ligazón que pudiera aprovechar. Pero el nudo se resistía, una y otra vez, a todos sus esfuerzos. Tras incontables intentos a Alejandro se le agotó la paciencia. Desde luego no iba a ser un nudo, por complejo que fuera, quien le detuviera en sus ambiciones de conquistar el mundo. Con toda seguridad esa tira vieja de cuero no iba a poner en tela de juicio su enorme capacidad de liderazgo para dominar todo el orbe.
Por ello, finalmente, desenvainó su espada y, ante el asombro de todos los presentes, de un certero y enojado tajo seccionó el nudo.
En ese momento, ya de noche, una fuerte tormenta descargaba sobre la ciudad. Al oír los truenos, Alejandro manifestó que era el propio Zeus quien hablaba a través de ellos para indicar que su solución era correcta. “Es lo mismo cortarlo que desatarlo“, sentenció Alejandro.
Nadie dijo lo contrario y Alejandro conquistó Oriente.
Actualmente, tantos siglos después de esta historia, nos ha quedado una expresión que viene a decir algo así como: “es mas complicado que deshacer el nudo gordiano”, u otra que lo que quiere trasmitir es que cuando un problema es difícil de comprender hay que acudir a la esencia de ese problema de forma que, desatando el nudo, es decir, poniendo al descubierto el quid de la cuestión, podemos poner de relieve todas sus implicaciones.
Cierto que en ambas acepciones la solución al problema pasa por una intervención decidida y creativa que aporte innovación sobre lo que otros han tratado de aplicar anteriormente, fracasando en el intento. Porque el quid de la cuestión está, precisamente, en saber cual es la esencia del problema y cómo solucionarlo.
Hoy todos nos preguntamos por cual es la solución a la situación económica que tenemos. Nos interrogamos por el futuro del euro, de la unión monetaria europea. Debatimos si es preferible continuar dentro o fuera del sistema. Si será mejor volver a la peseta para rebuscar en el “trastero de las soluciones” aquellas viejas devaluaciones que utilizamos en el pasado (olvidando que lo que no se devalúa es la deuda particular de cada uno).
Probablemente lo que no hemos hecho es tratar de deshacer el nudo gordiano de todo este asunto, de todo este embrollo que nos está asfixiando. No hemos ido a la esencia del problema. Y eso que la tenemos delante de las narices.
Tenemos un problema de DINERO. Pues bien, recordemos la historia del dinero.