Con cada cambio de gobierno la cantidad de personas que cambian de empleo es mucho mayor de lo que normalmente se imagina. De hecho, un ejército de personas cesa abruptamente en sus quehaceres para dar paso a otro ejército que podrá o no continuar sus tareas, deshacer lo hecho, o hacer justo lo contrario. Este ejército, y hablamos de una cantidad estimada de 6.000 personas, según las estimaciones de los Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha), forma lo que tradicionalmente se conoce como “cargos de confianza”.
Evidentemente, todos estos cargos no van a cesar de la noche a la mañana, pero se irán sucediendo en cascada conforme los nuevos cargos políticos vayan entrando en escena. Así, sólo en los próximos días 437 altos cargos de confianza del anterior gobierno cesarán para dar paso a un número similar de personas adecuadas a las exigencias o preferencias del nuevo gobierno. Este movimiento de puestos afecta a un total de 35,4 millones de euros en sueldos anuales, a razón de un sueldo medio de 81.000 euros al año.
De este modo, todos los asesores de los altos cargos que no lo sean por mor de su trabajo como funcionario, es decir, los que entraron en su cargo por la confianza que inspiraron a sus patrones políticos, deberán marchar en los próximos días. De este modo, a los 437 altos cargos de confianza anteriores, hay que sumar 566 asesores, que desempeñan funciones especiales y de confianza. Y 4.841 funcionarios de libre designación más repartidos en jefaturas de gabinetes o en las presidencias de organismos y empresas públicas, según Gestha. En total, casi 6.000 personas.
Es difícil calcular el montante económico de tantos puestos de asesores, de hecho, es complicado incluso saber el número y coste exacto de los que dependen directamente del Gobierno, a pesar de que el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno se haya manifestado a favor de que los nombres, currículos y salarios de estos asesores nombrados de forma discrecional sean públicos. Por tanto, la estimación de Gestha es una medida tan buena como otra. Aun así, hay que entender que estos asesores serán seguramente sustituidos por otros, por lo que los cambios, a nivel agregado serán mínimos.
Otros que se han atrevido a poner cifras al coste del mantenimiento de semejante ejército de asesores han sido la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF), que calculaba que la cifra de asesores y cargos de confianza en el conjunto de las administraciones públicas rondaba los 20.000 en 2016 y que el sueldo medio podría estar sobre los 50.000 euros brutos al año. Esto supone que, anualmente, el conjunto del Estado destina hasta 1.000 millones de euros de dinero público para pagar a un conjunto asesores que, en su mayor parte, son elegidos a dedo, lo que no siempre habla de la idoneidad del candidato y a los que no se tiene, ni mucho menos, totalmente identificados.
Estas cifras no dejan de ser estimaciones ya que a la dificultad de tener que tratar con distintos presupuestos: Estatal, autonómicos, de Ayuntamientos, Diputaciones…, se une la de que estas partidas presupuestarias no siempre tienen el mismo nombre en las partidas presupuestarias, quizás en un intento por camuflar tales partidas en el montante global presupuestario. Además, algunas entidades Autonómicas o Municipales adolecen de una falta total de transparencia, a pesar de estar obligados a ello. En la Administración central, en cambio, sí existe algo más de claridad y el número de asesores está limitado por Ley, por lo que la mayor parte de estos asesores se hayan en entes públicos más pequeños. A cambio, en los ministerios cuentan con los puestos de libre designación, con una remuneración que puede superar el sueldo del presidente del Gobierno.
En la legislación española, la figura del asesor político aparece regulada bajo la denominación de personal eventual, y sus características principales son la eventualidad, su carácter excepcional y en que su existencia se justifica en la confianza que el político de turno tenga depositada en el asesor y no en unos méritos que pueden existir o no. Las decisiones de este asesor carecen de responsabilidad política y sus funciones, su cese o continuidad depende de quien lo haya nombrado. Este personal eventual tiene otra característica curiosa: tanto su retribución, como su horario de trabajo está en consonancia con los de los empleados públicos, aunque nada tenga que ver con la institución en la que trabaja, sino con el cargo político al que sirve.
En cuanto al abuso de esta figura, según el CSIF, es en las diputaciones provinciales (esas que según muchos deberían desaparecer repartiendo sus funciones entre Comunidades Autónomas y Ayuntamientos) en las que más se ha utilizado de manera arbitraria esta figura. La explicación es sencilla, las diputaciones han sido, y siguen siendo, usadas por los partidos políticos como una especie de “agencias de colocación” de políticos locales que pierden el cargo o que no lo logran, lo que ha derivado en la invención de todo tipo de funciones, en ocasiones, disparatadas.