La crisis del 2008 afectó a España con especial virulencia debido a una serie de factores como fueron una excesiva dependencia del sector inmobiliario, unas malas prácticas financieras y una excesiva exposición al crédito. Si a esto le unimos unos gobernantes que nunca estuvieron a la altura, pensando más en los réditos electorales que en el interés público, el resultado fue que hubo enormes sectores de la población que nunca se recuperaron del golpe.
Por otro lado, después de una serie de catastróficas decisiones, entre las que destacó, por su coste e irrelevancia como medida anticrisis, el famoso “Plan E” de Zapatero, que adelgazó 10.000 millones de euros nuestras escasa arcas, tuvo lugar un rescate desde Europa. Fue un rescate siempre negado, por parte de Rajoy y del Partido Popular, pero rescate, al fin y al cabo, aunque fuese dirigido a mantener a flote el sistema bancario. En él se inyectaron 65.000 millones de euros de los que, a día de hoy, se dan por perdidos más de 40.000.
Y así, entre pitos y gaitas, nuestro país se endeudó hasta niveles que sólo no se habían visto en siglos mientras que el dinero que se generaba apenas llegaba a la economía real. Se ha inyectó en la oferta, en las empresas, además de modo limitado y poco efectivo para las más pequeñas. Y esta situación castigó a la demanda, puesto que se redujeron los salarios y las ayudas sociales.
A pesar de que los años posteriores fueron bastante positivos para nuestra economía, tampoco se abordaron los cambios estructurales necesarios. Es más, lo que se hizo fue nadar en tierra de nadie sin tomar las medidas necesarias para el saneamiento de nuestras arcas públicas, ni las medidas de corte social para permitir que la bonanza económica alcanzase al grueso de la población. La indolencia, por un lado, y la lucha partidista por otro, en menoscabo de esos pactos de Estado que hubieran podido sanear nuestra economía de manera efectiva, han llevado a nuestro país a una situación, a las puertas de una profunda nueva crisis, poco menos que insostenible.
Y llegamos ahora al momento de las medidas que empiezan a perfilarse como propuestas para afrontar la crisis. En este sentido, las podemos agrupar en tres bloques y, atendiendo al orden de verosimilitud y de garantías de éxito en su cometido de reactivar la economía, se pueden resumir de la siguiente manera:
- Plan A) Enfoque Macro: Bajada de tipos de interés que sirven para incrementar la deuda pública, con compra pública de bonos para evitar que se especule contra esta deuda. Poco que añadir que no conozcamos ya, son las medidas convencionales de la década pasada. Mientras el Banco Central Europeo siga haciendo su parte, esta será una medida viable, en el sentido de que no habrá problema en colocar la deuda pública. El aspecto en el que falla es que no hay que olvidar que la deuda es eso, deuda. Por tanto, hay que devolverla; nuestro nivel de endeudamiento está a niveles más que preocupantes y Europa lleva ya varios años anunciando que el control del endeudamiento debe ser algo importante en nuestra economía.
- Plan B) Enfoque Micro: Sistema de avales a empresas y autónomos con el objetivo de mantener especialmente el pequeño tejido productivo que es socialmente el más frágil en este tipo de situaciones. En esta línea, el gobierno español planteó hace unas semanas un plan de avales públicos para empresas de 200.000 millones de euros, de los que estima que finalmente sería necesario responder, aproximadamente, solo a la mitad, más que nada, porque entre que se solicita el crédito, se comprueba, se aprueba y llega el dinero, la empresa puede hacer meses que está criando malvas en el multitudinario cementerio de empresas que va a ser nuestro país.
- Plan C) Enfoque de estímulo de la demanda: Lo que sería una medida de renta básica, y que se puede dar en dos modalidades. La primera sería una distribución puntual de renta (lo que se ha venido a llamar helicóptero monetario). En esta línea se sitúa la renta básica social, puntual, que ha aprobado el gobierno de Pedro Sánchez, bajo la presión de Unidas Podemos. Y que está teniendo un éxito tal que en todo el tiempo que llevamos desde que se puso en marcha sólo se han aprobado menos de un 1% de las solicitudes presentadas, lo cual le añade un componente de lotería muy entretenido para mantener viva la esperanza de los solicitantes.
La segunda modalidad sería una renta básica regular, y más o menos universal. Los defensores de una renta básica regular proponen que los gobiernos inyecten renta de modo sostenido, lo que podría contribuir a mantener la demanda. Es un sistema costoso si se sostiene en el tiempo y para el que difícilmente se conseguirá autorización del Banco Central o de los Mercados.
Y hasta aquí, la postura oficial en lo que se refiere a medidas concretas frente a la crisis. Sin embargo, posturas menos conservadoras y seguramente más idealistas plantean una serie de medidas complementarias:
- Una o varias monedas complementarias con respaldo oficial (Moneda Complementaria tipo A). En este escenario, se daría una distribución de renta puntual, pero se llevaría a cabo en una moneda complementaria. El fondo de respaldo, aval ciudadano, estaría depositado en el Banco de España o en la banca comercial y a la ciudadanía se le entregaría un dinero electrónico, que los comercios podrían recuperar en euros, aunque añadiéndole un mecanismo que desincentive el cambio de moneda a través de un interés negativo, lo que favorecería su utilización y la circularidad del mismo. Con ello se buscaría favorecer que la ciudadanía y los comercios usen esta moneda con frecuencia, aumenten su circulación en el intercambio de productos y servicios y se reserven los euros para el ahorro.
Un ejemplo de este enfoque sería el REC, que el Ayuntamiento de Barcelona ha implementado desde 2016 a través de NovAct en el eje del Besós y que supone que parte de la renta de inserción inyectada en la comunidad fuera en moneda de uso en el comercio local. Otras monedas de similar tipología, aunque en muchos casos sin inyecciones a la ciudadanía, las encontramos en el sur Francia con el Eusko, en el sur de Alemania con el Chiemgauer o en Reino Unido con el Bristol con mayor o menor peso público local o regional. - Monedas complementarias de respaldo social (Monedas complementarias Tipo B). que consistiría en monedas sociales promovidas desde la propia ciudadanía y comunidades más o menos organizadas, sin respaldo en moneda oficial. En ocasiones ha habido apoyo de la administración, como las propuestas por el gobierno griego de Alexis Tsipras en 2012 para las Administraciones Locales, pero en nuestro caso, la totalidad de las monedas sociales creadas en España desde la crisis económica fueron de iniciativa exclusivamente social. Son monedas de crédito mutuo, autogestionadas por los usuarios y de liderazgo comunitario. Surgen desde la iniciativa de personas, movimientos y entidades más activas y dinámicas, y se enfoca a grupos de afines o a los sectores más necesitados y vulnerables.
En la crisis financiera de hace una década surgieron centenares de iniciativas de este tipo. Actualmente la mayoría están prácticamente desactivadas, por problemas diversos, de distancias y de transporte, por la recuperación de la actividad económica y el empleo, porque los municipios no apoyaron, y porque los comercios no participaron. España fue uno de los países del mundo con mayor presencia de estas plataformas de intercambio en crédito mutuo con cerca de 500 comunidades.