Este año son ya 40 los transcurridos desde la aprobación por las Cortes del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), que se ha convertido en el tributo más relevante del sistema fiscal español. Sin embargo, con 40 años de perspectiva se puede ver mejor la evolución de un tributo que, en su momento, no fue precisamente la estrella de las medidas fiscales que se tomaron conjuntamente con su implantación.
Estas medidas fiscales fueron consecuencia de los Pactos de la Moncloa de 1977 que, en el ámbito tributario, perseguían modernizar un sistema fiscal anacrónico e ineficiente. El decreto de medidas urgentes de reforma fiscal de 1977 se aprobó en medio de una grave crisis económica y un descomunal déficit público y, además de introducir el IRPF, sustituyendo al Impuesto General sobre las Personas Físicas, vino acompañado de una regulación del delito fiscal, de la implantación del Impuesto sobre el Patrimonio y de una amnistía tributaria que hoy resultaría poco menos que escandalosa.