El 2017 el sector turístico ha cerrado la temporada con un espectacular crecimiento, con un récord de 82 millones de turistas, lo que nos coloca en el segundo destino mundial, detrás de Estados Unidos y que se ha traducido en un crecimiento del 4,4% del PIB turístico, según las estimaciones de un estudio de la asociación de empresas turísticas Exceltur. Y esto ha sido así a pesar de los problemas concentrados, sobre todo, en la segunda parte del año; entiéndase atentados terroristas, quiebra de empresas de transporte o el conflicto catalán.
Esto significa que el sector turístico sigue siendo sigue tirando con fuerza de la economía, al encadenar 8 años creciendo a un ritmo mayor al del conjunto del PIB nacional. Así ha llegado a una participación en el mismo del 11,5%, con 134.000 millones de actividad y la creación de 77.501 nuevos empleos en 2017. Con un dinamismo que ha demostrado generar una importante capacidad de resistencia frente a elementos desestabilizadores que sí que pueden afectar al resto de los sectores de la economía.
Sin embargo, también es cierto que adolece de problemas estructurales importantes derivados, sobre todo, del modelo de crecimiento, basado en un turismo de sol y playa, con una gran estacionalidad y con una competencia que empieza a despertar después de unos años en los que las circunstancias políticas han operado en favor de nuestro país.
Aun así, el crecimiento sostenido de la demanda turística ha permitido un aumento generalizado de las ventas del sector, entendido éste como el conjunto de todas las empresas que conforman la cadena de valor. Este crecimiento se traduce en un 6,9% de aumento medio en este año pasado, con respecto a los resultados del 2016, que ya fueron buenos. Los mejores resultados los ofrecen las empresas de alquiler de coches (9,9%) y hoteles urbanos (8,1%).
Ni qué decir que este aumento en ventas, en ingresos y en perspectivas, se hallan lejos de revertir en una mejora de los trabajadores del sector. Para ellos se siguen aplicando las medidas draconianas de inseguridad, temporalidad y salarios a la baja que el conjunto de la economía arrastra, lo que significa que las empresas turísticas, sobre todo las grandes, están obteniendo un excedente que dedican mayoritariamente a planes de inversión en otros destinos turísticos que, podrían ser competencia de nuestro país en los próximos años, de modo que se vacunan contra una previsible disminución del turismo hacia nuestro país.
El crecimiento del 2017 se ha basado principalmente en varios puntos:
Por un lado, el espectacular crecimiento del alquiler vacacional. En lugares como Barcelona, San Sebastián o Palma de Mallorca (en la que casi la mitad del turismo adopta ya esta modalidad), el crecimiento ha sido espectacular, lo que ha propiciado el descontento social debido a las fuertes subidas de los precios de las viviendas de alquiler y a la saturación de turistas en áreas urbanas.
Por otro, se ha apreciado un incremento notable del turismo de interior procedente del extranjero, con Madrid a la cabeza (aunque a más de uno le pueda parecer una locura el ir a Madrid un mes de julio de vacaciones). Pero es que esto se relaciona con la cada vez mayor conectividad que ofrecen los destinos: cada vez más compañías, cada vez más frecuencias, cada vez más destinos. Indudablemente, el bajo precio de los carburantes ha ayudado a las compañías aéreas a poder aumentar la oferta a un precio razonable.
Finalmente, el otro factor que ha ayudado, y mucho, a que España sea favorecida a la hora de escoger destino vacacional, ha sido el de la inestabilidad política en muchos de los países competidores en el producto sol y playa: Turquía, Egipto y Túnez, sacudidas por atentados y estados de casi guerra civil años anteriores, sólo este año han comenzado nuevamente la senda del crecimiento, el cual irá indudablemente en aumento en adelante, dados sus precios mucho más competitivos. En concreto, los bolsillos con menor poder adquisitivo serán, en principio los que primero optarán por estos destinos.
Pero más que la afluencia, lo que interesa es el aumento de los ingresos, y éstos lo han hecho en 2017, no sólo por el mayor número de turistas, sino porque éstos han gastado más. El ingreso por turista, con datos del Banco de España hasta octubre había aumentado un 1,5% frente al año anterior, lo que lo sitúa en 733 € por turista extranjero. Esto supone la ruptura de la tendencia de los 5 años anteriores, en los que el gasto medio por turista fue descendiendo año a año.
Como dato, a tener en cuenta que, mientras que el gasto de los viajes de negocios ha crecido un 2,4%, gracias a un aumento de la estancia media, estos viajes sufrieron un fuerte descenso a partir de octubre, suponiendo 94.000 viajeros menos, con Cataluña liderando la caída, con el 75% del total.
En cuanto al 2018, las expectativas siguen siendo de crecimiento, sobre todo en destinos urbanos y en viajes de negocios. En los destinos de sol y playa se espera también un crecimiento, pero más moderado, debido por un lado al grado de saturación de la oferta, que no permite aumentarla mucho más y a la recuperación paulatina de los destinos alternativos. En todo caso, la estimación de crecimiento del PIB del sector se estima en un 3,3% para el 2018.
En cuanto al impacto de la situación en Cataluña sobre los números que ofrece el estudio de Exceltur, se calcula que la misma restó 0,3 puntos porcentuales en 2017 respecto a las estimaciones de crecimiento iniciales y que se ha traducido en una disminución de ingresos de 319 millones de euros.
Para el 2018, el estudio abre dos posibilidades según evolucione la situación política.
Una situación en la que la inestabilidad política se calma paulatinamente y se llega a un estado de normalidad, con lo que se volvería a la normalidad de la actividad turística en Cataluña, a partir del 2º trimestre. Con lo cual se cumpliría la previsión de crecimiento del sector del 3,3%, siempre que factores como la previsión de crecimiento de la economía mundial o el crecimiento esperado de los destinos alternativos del Mediterráneo, no den una sorpresa.
La segunda posibilidad contempla una reproducción de episodios de tensión en Cataluña como los vividos el año pasado. En este caso podría afectar al crecimiento del PIB turístico en hasta 0,5 puntos porcentuales, lo que se traduciría en una merma de ingresos de hasta 924 millones de euros.