Por fin una victoria clara para Ciudadanos. Todo este tiempo siendo poco más que el convidado de piedra del partido del Gobierno y, al fin, una ocasión de lucirse, que han aprovechado.
Desde el principio, una de las condiciones para apoyar el pacto de investidura de la formación de Albert Rivera, fue una rebaja de del IRPF, aunque no de forma generalizada. El equipo económico de la formación naranja apostaba por poner el foco en las rentas más bajas, en los dos primeros tramos del IRPF, lo que podría situarse en las rentas inferiores a 20.000 euros, que es lo que ahora se plantea para los impuestos del 2018.
Los miembros del equipo económico de Rivera consideran que la rebaja de impuestos es más que “factible”. Explican que existe una horquilla de entre 2.000 y 3.500 millones para ello y que, aunque en el pacto de investidura, en las partidas para 2018, figuran compromisos de 2.100 millones para el complemento salarial y 1.560 millones para el plan contra la pobreza infantil, estas partidas ya están sufragadas con fondos europeos, por lo que ese montante estaría disponible. Así, el acuerdo alcanzado rondaría los 2.000 millones, el mínimo de la horquilla barajada por Ciudadanos.
Sobre la mesa, ambas partes contemplar aplicar una deducción por maternidad, para personas con dependientes a su cargo como o para personas con discapacidad, ya que el objetivo es centrar el esfuerzo económico en colectivos concretos. Pero para estos supuestos todavía no hay concreción.
El caso es que Montoro se hizo de rogar, dijo no, dijo que más tarde quizás, y se vio obligado a decir que sí ante la negativa del PSOE a apoyar las cuentas públicas. Esto forzó al Ejecutivo a llegar a un entendimiento con Ciudadanos porque necesita sus 32 votos para aprobar el techo de gasto. De modo que se ha forzado a un compromiso por parte del Gobierno. La negociación del mecanismo se hará en septiembre, en el marco de las conversaciones para los Presupuestos.
No será una gran rebaja del IRPF, ya que España seguirá todavía dentro del Protocolo de Déficit Excesivo (PDE), por lo que la Comisión Europea vigilará de cerca cualquier desviación, pero será un primer gesto hacia los hogares. La rebaja se centraría en los dos tramos más bajos del IRPF, de modo que pueda llegar a la mayor parte de los contribuyentes y que beneficie más, proporcionalmente, a las rentas bajas. Actualmente, las rentas hasta 12.450 euros de base liquidable se le aplica un tipo impositivo estatal del 9,5% y los siguientes 7.750 euros tributan al 12%.
Durante la negociación, dura como todas las que tienen a Montoro como interlocutor, el Ministro era consciente del compromiso electoral de la bajada de impuestos, pero era partidario de dejar “la zanahoria” para el final de la legislatura, como medida para poder esgrimir de cara a las urnas. Sólo la obstinación del partido de Rivera, la dificultad para la aprobación del techo de gasto y el calendario tan apretado han podido forzar al Ministro a un “donde dije digo”.
El objetivo que justifica la existencia de cualquier sistema tributario, el motivo por el que nacieron los impuestos, es sufragar el funcionamiento del Estado y proporcionar el volumen de recaudación preciso para financiar el gasto público –lo que los hacendistas clásicos llamaron el principio de suficiencia–. Es cierto que, cumplida la suficiencia, al conjunto impositivo se le asignan otros objetivos adicionales. Pero, con todo, la aparición del déficit público es la consecuencia del incumplimiento del principio de suficiencia.
Sin embargo, una mayor o menor presión fiscal no lo es todo para alcanzar la suficiencia. El gasto público es el otro componente de la ecuación para equilibrar las cuentas. Por ello, cualquier reducción del déficit público puede pivotar sobre cualquiera de los dos elementos de la ecuación, o conjuntamente sobre los dos. El elevado déficit público en España resulta una clara evidencia de la insuficiencia de nuestro sistema fiscal. Para superarla, se han aumentado los impuestos, así como se han aliviado los gastos y, sin embargo, los resultados han sido insatisfactorios. La explicación puede venir por dos vías: el crecimiento económico no ha acompañado hasta ahora al proceso de adelgazamiento de gastos y además se ha visto perjudicado por una alta presión fiscal, por otro lado, la política de reducción de gastos no ha sido sino eso: una reducción sin más, recortando partidas que se consideraron superfluas y manteniendo otras (cuantiosas) pero con altos costes políticos.
Bajar impuestos aumenta la actividad económica. Cuando se reduce el IRPF se incrementa la renta disponible de los contribuyentes, lo que a la postre puede avivar el consumo y favorecer el ahorro. Asimismo, las rebajas del Impuesto de Sociedades inyectan liquidez en las empresas y, por ende, favorecen la contratación. Es decir, se ensancha la base de cotizantes y aumenta la recaudación. Desde el Ministerio de Economía ven “factible y compatible” cumplir con los compromisos de déficit y bajar impuestos, siempre y cuando se mantenga el ritmo de crecimiento económico.
En definitiva, se sigue confiando en que la economía seguirá la senda del crecimiento, y en base a ello, a nuestra marcha futura estimada, acomodamos el gasto del presente y cruzamos los dedos para que las previsiones se cumplan.