La agonía del Banco Popular se alarga más de lo deseado. A pesar de las buenas perspectivas que generó la llegada a la entidad de Emilio Saracho, sustituyendo a un Ángel Ron ya desgastado y superado por la marcha del banco, el tiempo está demostrando que, o el cambio de rumbo llega tarde, o los problemas son demasiado grandes para que un cambio de dirección, por muchos contactos que el nuevo directivo tenga en su agenda, pueda parar lo que parece inevitable.
El mercado parece haber sentenciado al banco, que ha entrado en tiempo de descuento tras ka caída de sus acciones de un 48% en solo cinco sesiones. De hecho, la situación es tan preocupante para el banco que, a día de hoy, la entidad vale menos en bolsa (1.450 millones de euros) que el montante de su última ampliación de capital del mes de junio de hace un año (2.505 millones). Si tenemos en cuenta que el valor en libros es de 11.000 millones, tendremos una idea del agujero que lastra la sexta entidad financiera del país.
El caso es que los títulos de la entidad cerraron su cotización ayer a 0,338 euros, lo que les da un atractivo importante para una posible acción compradora, pero la incertidumbre acerca de una posible intervención por parte de la Junta de Resolución Bancaria (SRB) y la resistencia de la propia entidad para no perder su independencia han hecho que el tiempo vaya transcurriendo y la solución se vaya tornando cada vez más difícil.
De hecho, al Popular sólo le quedan ya dos salidas: o la venta, ya sea a trozos o en conjunto, o la intervención. Y ninguna de las dos es sencilla.
La venta sigue siendo la opción que suena con más fuerza, pero supondría que los accionistas tendrían que aceptar una oferta muy a la baja (y cada vez más). BBVA, Santander y Bankia siguen siendo los tres principales candidatos.
De ellos hay que recordar que BBVA ya mostró su interés al anterior presidente Ángel Ron al ofrecerle 1,35 euros por acción el pasado mes de noviembre. La incertidumbre acerca de la realidad de las cuentas del Popular y la falta de garantías públicas en la operación rebajaron el interés del BBVA. Ahora vuelve a posicionarse ante el precio de saldo de la cotización actual.
En cuanto a Bankia, sigue mostrando su interés, pero cuenta con un contratiempo: el ser ya una entidad intervenida hace que su posible compra sea examinada con mucho más detenimiento. Aunque su presidente, José Ignacio Goirigolzarri, ha dejado claro que su interés responderá únicamente a los accionistas, y que, si realmente presenta una oferta, nunca será a costa de su propia entidad y, ni mucho menos, para resolver un problema de Estado.
Lo cierto es que la opción de Bankia podría ser la más interesante, ya que cuenta con unos buenos niveles de capitalización (con lo que podría absorber el problema sin contratiempos) y sus negocios son complementarios. Con ello lograría convertirse en la entidad líder del mercado, empatada con Caixabank y conseguiría diluir algo la participación del FROB, que alcanza el 65%.
La opción de la intervención por parte del nuevo sistema de la Junta de Resolución Bancaria supondría el estreno del mecanismo de intervención europeo. Este nuevo sistema que tiene como objetivo evitar que los contribuyentes tengan que hacerse cargo de la factura de rescatar la entidad intervenida, como ocurrió tras los rescates bancarios desatados por la crisis financiera y económica.
Realmente, esta intervención se configura como un “autorescate de la entidad”, en el que los accionistas y deudores asumen las pérdidas de la misma. De hecho, incluiría medidas como la valoración a cero de las acciones de la entidad, con lo que los socios perderían el total de la inversión, también incluiría quitas a la deuda subordinada, la preferente y la sénior y, por último, a los depósitos no cubiertos por el Fondo de Garantía, aquellos de más de 100.000 euros.
El camino a seguir por el Popular, seguramente se decidirá esta semana, siendo la opción que más papeletas tiene la venta de la entidad. En este sentido, la labor de Bankia quizás pueda ser la de “liebre” a la hora de despertar el interés de otras entidades en la compra. Hay que tener en cuenta que el Gobierno no desea de manera alguna que tenga que llegarse al mecanismo de intervención: se consideraría muy perjudicial para la credibilidad de la política económica española que la primera entidad en ser intervenida con el nuevo sistema fuese precisamente una entidad de nuestro país.