En 1991, Irlanda y Apple firmaron un tax ruling, es decir, un acuerdo fiscal que estipula cuántos impuestos va a pagar una compañía en un Estado. Este acuerdo es, en principio, plenamente legal. Pero, tras tres años de investigación, la Comisión Europea ha determinado irregularidades en la operación, tras comprobar que el gobierno irlandés concedió ayudas ilegales a Apple. Tales ayudas habrían consistido en aplicar una imposición rayana en lo ridículo a lo largo de varios años. Hablamos del 1% de sus beneficios en 2003, o hasta el 0,005% en el 2014. Siempre hablando de que ya Irlanda tiene un tipo impositivo del 12,5% en el impuesto de sociedades. Aquí, sin embargo, se habla de que los privilegios alcanzaban a una empresa en concreto, a diferencia de las demás de su mismo sector.
Pues bien, es precisamente de ese abanico de años de donde sale la fabulosa cantidad que se le reclama ahora a la empresa: 13.000 millones de euros por los impuestos no pagados en ese periodo. Ya que, aunque la operación comenzó 25 años atrás, la Comisión comenzó su investigación en 2013, pudiéndose remontar sólo 10 años atrás.
Lo irónico del caso es que esta sanción no sólo ha indignado a la compañía, el gobierno norteamericano lo considera un paso más en el hostigamiento a sus empresas ante la incapacidad de las europeas de crecer y competir. Y el propio gobierno irlandés lo considera una injerencia en su soberanía, ya que se trata de un acuerdo entre ellos y la empresa y ningún organismo supranacional tiene derecho a interferir en los acuerdos tomados por ley, y menos 25 años después. Por lo que han anunciado recurrir la decisión ante los tribunales europeos, sobre todo después de que Apple haya advertido de las repercusiones que se pueden derivar hacia la inversión y el empleo de la empresa en Europa.
La explicación de la Comisaria Europea de Competencia, la danesa Margrethe Vestager, es que la ingeniería fiscal ha permitido a Apple “evitar pagar impuestos sobre casi todos los beneficios generados por ventas de productos en todo el mercado único de la UE”, gracias a que la multinacional cuenta todas las ventas en Irlanda, y no en los Estados Miembros.
Se señala en su informe que, si otros países miembros de la UE exigieran que Apple pagara más impuestos por los beneficios obtenidos en su territorio, Irlanda debería recaudar al menos esos 13.000 millones más sus correspondientes intereses, ya que el alcance del acuerdo entre gobierno irlandés y Apple debería haberse ceñido a su territorio. Y no ampliarse mediante ingeniería fiscal a todo el territorio de la UE. Señala el informe igualmente que esto no es una sanción sino una devolución de ayudas otorgadas ilegalmente.
El caso es que esta “no sanción” ha reavivado la guerra que Estados Unidos y la Unión Europea mantienen desde hace décadas a través de sus multinacionales. Y así, mientras desde Europa se ultiman también sanciones contra compañías como McDonalds, Amazon o Google, en Washington se actúa contra firmas contra Volkswagen o Deutsche Bank.
Para la Unión Europea la lucha contra la evasión fiscal y las agresivas prácticas de algunas multinacionales para reducir el pago de impuestos se ha convertido en una de sus prioridades. El objetivo no es otro que lograr ingresar hasta 70.000 millones de euros anuales, que es en lo que se ha cifrado la cantidad evadida en impuestos por parte de estas compañías multinacionales, entre las que también se encuentran compañías europeas.
Así, a la sanción de 30 millones a Starbucks el año pasado, se une la investigación a Google (por abuso de posición dominante en sus servicios, su buscador y su sistema Android) y que podría dar lugar a una sanción mayor que la que recibió Microsoft (2.000 millones). Fiat también fue sancionada el año pasado con una cifra de entre 25 y 30 millones y también eran europeas una gran mayoría de las 35 compañías obligadas a devolver 700 millones de euros, favorecidas por el esquema de Bélgica de “beneficios excesivos”, por el que se les perdonaba hasta un 90 por ciento de los impuestos. Y la siguiente en ser investigada podría ser Ikea.
Por su parte, los norteamericanos no pierden el tiempo. En junio de 2014, impuso ya una multa de 8.900 millones de dólares (8.000 millones de euros) al banco francés BNP Paribas por saltarse los embargos a Cuba e Irán. Ese mismo año, el suizo Credit Suisse se comprometió a pagar 2.600 millones de dólares (2.300 millones de euros) al Departamento de Justicia, la Reserva Federal y el Departamento de Servicios Financieros del Estado de Nueva York por haber ayudado a ciudadanos estadounidenses a evadir impuestos. El suizo UBS pagó una cantidad tres veces menor por una cuestión similar.
EEUU obligó también HSBC a costear una multa de 1.900 millones de dólares (1.700 millones de euros) por las operaciones de lavado de dinero llevadas a cabo por la entidad británica.
Sin embargo, donde los reguladores estadounidenses buscan una sanción importante es ahora el Deutsche Bank (el tambaleante). El Departamento de Justicia de Estados Unidos exige a la entidad un total de 14.000 millones de dólares (12.400 millones de euros) para cerrar el caso relacionado con la venta de activos respaldados por hipotecas.
Sin olvidar tampoco a dos gigantes: BP, que se comprometió a pagar 20.800 millones de dólares (18.571 millones de euros) por la catástrofe generada por el vertido del Golfo de México en 2010, y Volkswagen y su escándalo en la manipulación del software sobre las emisiones de algunos de sus modelos diésel. El fabricante automovilístico alemán ya fue multado con alrededor de 14.700 millones de dólares (13.100 millones de euros), pero el caso está todavía lejos de cerrarse, ya que faltan por determinarse responsabilidades penales.