Mientras nuestros dirigentes políticos bailan el rigodón de los acuerdos políticos al lento ritmo de las cigarras veraniegas, una nueva noticia en el ámbito macroeconómico ha vuelto a sacudir la paz estival. La deuda pública española ha vuelto a crecer con fuerza en el segundo trimestre del año, 18.148 millones más, superando por primera vez la cifra de 1.107.287 millones de euros: la mayor cantidad de la historia en términos absolutos. Lo que significa, por otro lado, que cada uno de nosotros tenemos una deuda pendiente de 23.800 euros, si lo expresamos en términos per cápita.
En porcentaje sobre el PIB, que permite comparar la deuda de un país con la riqueza que produce al año, sube al 100,9%, un nivel que sólo se ve superado por el hito histórico de 1.909, en el que se alcanzó el 102% del PIB. Habría que remontarse unos años más, durante la guerra de Cuba, para encontrar valores superiores.
De este modo, a pesar de los severos recortes, desde que Mariano Rajoy accedió a La Moncloa a finales de 2011 la deuda de España ha crecido en 357.000 millones pasando de menos del 70% del PIB a rebasar el 100%. Un legado parecido al que dejó tras sus siete años de Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, que en 2004 se encontró un nivel del 45%. Con la diferencia de que ya ha superado a la cantidad total de endeudamiento del Gobierno Zapatero en 9.227 millones de euros.
Sin embargo, desde el Ministerio de Economía lanzan un mensaje tranquilizador que matiza en dos sentidos estos datos. Por un lado, hay que tener en cuenta la fuerte estacionalidad del calendario de deuda, ya que éste depende de las fechas de emisión y las de las amortizaciones y resulta que los principales vencimientos se producen en los meses de enero, abril, julio y octubre. Por otro, el Ministerio hace hincapié en la tendencia desaceleradora iniciada en 2013, de manera que aseguran que se logrará cumplir con el objetivo del Programa de Estabilidad Europeo a cierre del 2016, que dejará la deuda en el 99,1% del PIB, debido, sobre todo, al crecimiento económico. No sólo eso, sino que además reducirá la cifra hasta el 96% en 2019.
La Comisión Europea, en cambio, prevé que la deuda española cierre el año por encima del 100% del PIB y reclama una nueva ronda de ajustes para contener el déficit -España lleva ocho años sin cumplir el objetivo- que podría alcanzar los 20.000 millones entre este año y el que viene. El Ejecutivo en funciones asegura que tiene margen para cubrir ese agujero con la subida de la recaudación por la mejoría de la actividad, aunque ya se pronostica que el crecimiento económico será el año que viene algo menor de lo esperado.
Por ahora, en cuanto al tema de la colocación de la deuda, no está habiendo demasiados problemas, se sigue colocando en buenas condiciones y así será mientras se mantenga el paraguas del Banco Central Europeo que garantice la solvencia. El problema vendrá cuando se acabe esta cobertura del BCE o cuando el bono de países más solventes, como el alemán, recuperen su rentabilidad.
Para reducir esta deuda, se podrían seguir varios caminos. Con Aznar o Felipe González se hizo a base de privatizaciones, vía que no tiene ahora mucho futuro debido a que ya no hay tanto que se pueda vender. La atrayente posibilidad de poner en marcha la máquina de fabricar dinero a costa de devaluación e inflación es inviable porque el mando sobre la política monetaria ya no reside en España. Y en cuanto al impago de la deuda, no es una solución, es romper la baraja, y sólo serviría para encarecer una futura financiación.
Puestos así, sólo cabe un crecimiento sostenido por encima del 1,5% anual. Y para conseguirlo se ha realizado un ajuste fiscal y una política de devaluación salarial salvaje para recuperar la competitividad que serviría para generar crecimiento que reequilibre las cuentas. Aunque esto sea a costa de destruir el tejido social del país, creando una mayor desigualdad, bolsas de pobreza de difícil reabsorción y empleos con salarios que no cubren las necesidades de los trabajadores.
Para acabar, la posibilidad de que en realidad la cantidad de deuda no sea de 1,1 billones de euros, sino que en realidad sea de 1,5 billones, ya que, dependiendo del sistema de valoración, podríamos incluir una serie de partidas que elevarían la cifra en casi un 50%. Tal y como se encarga de aclarar el Banco de España en sus propios documentos, el concepto de endeudamiento que se utiliza actualmente no es exacto en sus mediciones porque no es una medida de las deudas totales. Esto es así porque no incluye todos los pasivos o deudas que tienen las Administraciones Públicas entre sí.