El análisis de riesgo consiste, en esencia, en estudiar nuestra situación laboral, económica y familiar en el pasado y en el momento actual, para tratar de estimar si seremos capaces de devolver el dinero prestado en el futuro.
Si de préstamos hipotecarios estamos hablando, el análisis es, cuanto menos, un arte, ya que hay que hacer una estimación a décadas vista. Profesionalmente conozco varios softwares de gestión de riesgo usados por las oficinas de diferentes bancos y cajas; los de hace una década y los que se usan hoy en día. Confieso que no puedo entender como una entidad financiera aprueba operaciones con un sistema tan mediocre; me explico, generalizando en base a mi experiencia, aceptando que pueda existir alguna entidad con mejores sistemas de análisis de riesgo, si bien debe ser más la excepción que la regla:
Los datos que se usan
Los bancos piden básicamente la misma información a los solicitantes de financiación hipotecaria: contrato laboral en vigor, últimas nóminas, vida laboral, última declaración del IRPF, justificantes de pago de otros préstamos y créditos, nota simple de las propiedades de los solicitantes y unos cuantos documentos acreditativos de la capacidad económica de los clientes y posibles avalistas o hipotecantes no deudores.
¿A alguien le han pedido un curriculum vitae y los justificantes de formación, sean títulos académicos o de otro tipo? Si alguien contesta afirmativamente, debe ser de los pocos, yo no conozco un solo caso de ello. No deja de ser curioso que al prestamista no le importe saber la formación que tenemos, cuando es una información muy útil para pronosticar nuestra capacidad de generar ingresos futuros.
Ya no hablemos de las redes sociales, sea nuestro Facebook, Twitter o LinkedIn, o nuestra participación en blogs o portales online. Para la banca patria, exagerando menos de lo que pueda parecer, Internet es mundo desconocido que aún no tienen muy claro si hay que explorar. A estas alturas de la película.
Si la documentación que se usa es básica, peor es el formato en que múltiples entidades la han aceptado: fotocopias. No hace falta ser un genio para saber que si no se verifican con los originales, la posibilidad de que se coloquen falsificaciones es elevada. No hace falta ser un genio, pero así ha sido durante el espejismo inmobiliario: cualquiera podía ser gerente de una inmobiliaria o de un broker hipotecario y entregar copias de los expedientes de sus clientes a los bancos, sin que estos hicieran la más mínima tarea de comprobación. Hay excepciones, pero son eso, las excepciones.
Quién introduce los datos
Si la calidad de la información usada es cuestionable, no digamos la formación en materia de análisis de riesgos del personal de oficina o de los centros hipotecarios (que analizaban los expedientes entregados por las inmobiliarias e intermediarios varios). No pretendo generalizar tampoco en este apartado, en las oficinas hay grandes expertos financieros. Pero la mayoría de veces no tienen ni los incentivos, ni el tiempo ni la formación específica para el trabajo de analizar expedientes.
Y si encima subcontratan con empleados sin experiencia de las gestorías, como he visto en centros hipotecarios de bancos nada pequeños, ni hablemos. Si les cuesta calcular los ingresos anuales netos de un trabajador, con los datos del IRPF, no hablemos de analizar los ingresos de un autónomo, por ejemplo. La cantidad de datos falsos o erróneos que se han introducido en los sistemas informáticos de riesgo da miedo. No me imagino lo que pasaría si un día el Banco de España hace el trabajo por el que le pagamos e inicia una verdadera auditoría en esta materia. Rodarían muchas cabezas. Pero tranquilos, no lo harán, que llevarse bien con la banca tiene premio.
El sistema informático en sí
En muchas ocasiones he dicho y escrito que los scorings son tan certeros como el Maestro Cheriff. Es increíble que con el estado de la tecnología actual, junto con la ingente información real que manejan las entidades financieras, los programas informáticos para evaluar el riesgo de una operación sean tan limitados. Hasta la usabilidad de estos se parece más al MS-DOS que a los programas actuales. Si a esta tecnología ancestral se le añaden datos erróneos o inexactos, no hace falta ser un genio para predecir lo que van a acertar; el rescate financiero que todos pagamos nos da una idea. Lo que nos podríamos haber ahorrado con bancos que hubieran concedido préstamos hipotecarios a promotores y familias con algo de criterio y prudencia.
El futuro
El futuro deseable son prestamistas que sepan analizar el riesgo, concediendo crédito con tipos ajustados al perfil económico, familiar y psicológico de cada prestatario. Los bancos actuales con el equipo humano del que disponen, dudo que aprendan mucho a hacer este tipo de trabajo. Desde luego, las últimas declaraciones de directivos bancarios me hace temer lo evidente: no han aprendido nada.
Nos guste o no, lo sepamos controlar y gestionar o no, Internet dispone ya de la máxima información posible sobre nuestra personalidad y comportamiento. Solo revisando las diferentes redes sociales de un solicitante de crédito, sus fotos de perfil y contenido que comparte, con la ayuda de psicólogos y profesionales expertos en el análisis de conducta, estoy seguro que se puede evaluar la propensión a devolver las deudas de uno con muchas probabilidades de acertar.
Si a todo ello le sumamos la información que Google y demás buscadores tienen de nosotros, el análisis acaba siendo realmente inquietante. Si además fuera posible proporcionar a un prestamista los movimientos bancarios, pagos online, etcétera de los últimos 10 años, ¿alguien cree que no podría acertar tanto en el precio como en la cantidad que nos puede prestar, un sistema de procesamiento de la información potente?
Sería una buena noticia para los buenos pagadores y una fatal para los que lo son menos. Evidentemente chocaría con la protección de datos, pero veremos en qué queda en una década, todo este control jurídico. El peligro que veo no es tanto por que sea posible analizar una empresa o persona física al milímetro en relación a su actitud como prestatario, que beneficiará a los mejores pagadores, sino en que haya un mercado competitivo de prestamistas, para que los precios del dinero sean competitivos y se ajusten a cada perfil.
Desde luego, un sistema de información tal en manos de los bancos actuales sería un desastre: prestarían muy caro a los buenos pagadores y no dejarían ni un euro a los que presentan dudas al respecto. El futuro del crédito, seguramente, pase por la entrada de nuevos competidores a la banca tradicional: un Banco Facebook, Banco Google o PayPal, por no mencionar las posibilidades que una tecnología tal daría a el préstamo entre personas y empresas, sin intermediarios.
¿Matrix llegará al negocio bancario?
Yo creo que sí, otros dirán que soy un alucinado. En todo caso, la información personal y profesional de cada uno fluye en las redes. ¿Lo controlas o te controla?
Pau A. Monserrat es autor del libro ‘La banca culpable’.