A principios de mes de agosto mencionamos en el artículo Italia, el gran enfermo de Europa que «Italia ha crecido un 4,4% en estos años, una cifra que es incluso peor que Grecia ya que a pesar de perder una cuarta parte de su PIB desde 2007, ha crecido un 4,6%, dos décimas más que Italia.» No obstante, entre los grandes bloques económicos de Europa, también existen otros territorios con intensas debilidades como es el caso de Francia que repasaremos a continuación.
El 18 de septiembre, la agencia de calificación Moody’s rebajó la calificación de deuda soberana de Francia en un escalón de Aa1 a Aa2 y asignó una perspectiva estable. La razón principal de la rebaja es el lento crecimiento persistente en la economía, que se espera que continúe durante los próximos cinco años y representan una amenaza significativa a la capacidad del gobierno para reducir su carga de la deuda. Moody’s dijo en su informe, «La actual recuperación económica en Francia ya ha demostrado ser significativamente más lento y Moody’s cree que seguirá siendo así que en comparación con las recuperaciones observadas durante las últimas décadas.»
En referencia al crecimiento, la agencia de calificación norteamericana comenta que tasa de crecimiento potencial anual de Francia es como máximo de 1,5% en el medio plazo. Francia se enfrenta a desafíos económicos importantes como una baja tasa de crecimiento, unos niveles elevados de desempleo estructural, márgenes relativamente débiles del beneficios de sus empresas, y una pérdida de cuota de mercado de exportación mundial que tiene sus raíces en las rigideces de sus mercados de trabajo y de productos.
Moody’s comentó que Francia entró en la Gran Recesión de 2008 con una carga de la deuda que se había acumulado en las últimas cuatro décadas debido al alto gasto gubernamental. Desde entonces, su relación deuda-PIB se incrementó en más de un 30%. Desde el inicio de la crisis, el gobierno de Francia ha tratado de implementar una serie de reformas que han sido insuficientes para hacer frente a los desafíos del aumento de la deuda y el crecimiento lento. Desde luego a la agencia de calificación no le falta razón y es que tal y como se observa en el siguiente gráfico de perpe.es desde el año 1975, el gobierno francés no ha sido capaz de tener un presupuesto equilibrado tanto en épocas de crecimiento económico como de recesión. Esta acumulación de déficits ha llevado a la deuda pública a representar en la actualidad el 97,5% del PIB.
Esto no hubiera sido posible sin el beneplácito de gobiernos tanto conservadores como progresistas que han permitido que el Estado tenga cada vez más peso en la economía, en detrimento del sector privado y a costa de la producción de las siguientes generaciones mediante la emisión de deuda. En el año 1975, el Estado francés tenía el control del 44% de la economía, sin embargo en el año 2014 la presencia gubernamental sobre la economía era del 57% del PIB, siendo uno de los países donde la iniciativa privada ha quedado más reducida.
A pesar de los fuertes desajustes estructurales en las últimas cuatro décadas, no todo va a ser negativo, en contraposición hay que señalar puntos fuertes como unas sólidas instituciones, también una firme protección a los derechos de propiedad, un marco legal relativamente eficiente y el entorno empresarial con ningún requisito de capital mínimo para poner en marcha una empresa, facilitado por un sector financiero generalmente sofisticado y resistente. Además, se están tomando medidas para reducir el déficit presupuestario, aunque a un ritmo significativamente más lento que se prevé en el Programa de Estabilidad 2014 y se tiene la voluntad expresada por el gobierno francés para abordar algunos de los desafíos estructurales para el crecimiento y el equilibrio fiscal, que al menos deberían proteger sus cuentas de un mayor deterioro.
Aunque no hay dudas de que Francia es un país solvente (y más con el apoyo del BCE), desde luego existe un reto importante en el horizonte temporal y es llevar a cabo reformas estructurales firmes y creíbles para tratar de solucionar los desequilibrios presupuestarios de las cuatro décadas anteriores y poner en valor los principios del laissez faire para que la economía muestre una mayor componente de dinamismo y las tasas de crecimiento aumenten para hacer frene a la abultada deuda pública que ostentan en la actualidad.